Los datos de seis meses de guerra en Ucrania
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La guerra de Ucrania cumple seis meses y lejos queda el ataque relámpago con el que que se especulaba el 24 de febrero, cuando las tropas rusas invadieron el país por varios frentes. Tras muchos avances y retrocesos que han ido reconfigurando el mapa de la guerra en este tiempo, las posiciones se han mantenido relativamente estables desde hace meses, en una guerra de desgaste que se sostiene en gran medida con el apoyo de Occidente.
Medio año después, seguimos sin verle el final a un conflicto cuyas implicaciones a nivel mundial ya se han demostrado enormes, pero a cuyo impacto en Ucrania le prestamos cada vez menos atención. A continuación, ponemos el foco en algunos de los datos más importantes que deja la guerra en Ucrania.
La ayuda internacional, clave para Ucrania
“Una guerra como la que estamos presenciando actualmente, con la defensa dominando y no mucho territorio cambiando de manos, es una guerra de desgaste”, apuntaba el profesor de historia y estrategia militar Lawrence Freedman. Aunque esa situación podría volver a cambiar. “Es muy posible que los comandantes tengan que recurrir a métodos más de desgaste después de no lograr una victoria temprana, pero eso no impide un retorno posterior a un enfoque más dinámico”.
Con el esfuerzo ruso centrado en el este, en las últimas semanas Kiev ha avanzado en su contraofensiva con ataques en Jersón y en Crimea. Y para impulsar la iniciativa ucraniana -así como su resistencia estos meses ante un ejército ruso superior en muchos aspectos- ha sido fundamental el apoyo de Occidente.
“Para hacer frente a esta asimetría básica que favorece a Rusia”, recuerda Freedman, “Ucrania depende de la asistencia externa”. Desde el comienzo de la guerra, Ucrania ha contado con la asistencia de decenas de países en un compromiso que a principios de agosto ascendía a 84.000 millones de euros, según los datos recopilados por el Instituto Kiel.
Aunque la asistencia es también humanitaria y económica, su cara más visible es la militar. Los misiles Javelin fueron el icono de la ayuda occidental a Ucrania en los primeros meses y ahora destacan los lanzamisiles HIMARS, proyectiles de largo alcance y alta precisión enviados por Estados Unidos.
El país norteamericano sigue siendo el principal donante. Según el Instituto Kiel, que recopila los compromisos bilaterales con Ucrania desde principios de año, Estados Unidos ha ofrecido ayuda por valor de casi 45.000 millones de euros, casi la mitad del total comprometido. Solo la suma de países e instituciones de la Unión Europea alcanza una magnitud comparable.
La ayuda frena, pero las bombas siguen
Uno de los principales temores en estos meses ha sido que los compromisos de ayuda no acabaran de materializarse, pues la ayuda anunciada a menudo tardaba en llegar a suelo ucraniano. Durante el verano, esa brecha entre las promesas y la entrega efectiva de ayuda ha disminuido, según destacaba Christoph Trebesch en la presentación del último informe del Instituto Kiel sobre la ayuda a Ucrania.
Sin embargo, desde el centro destacan la ausencia de nuevos compromisos significativos por parte de los grandes países europeos. Un parón estival que se enmarca en un contexto de esfuerzos para paliar las consecuencias socioeconómicas de la guerra fuera del territorio ucraniano.
“No necesito transporte, necesito munición”, contestaba el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a la oferta de evacuación que le extendió la administración estadounidense en los primeros días de la invasión. Su decisión de seguir en Ucrania fue el primer gran revés a la ofensiva rusa y dejó claro a sus defensores en Occidente que habría resistencia. La reclamación de apoyo para sustentar esa resistencia se ha mantenido durante todos estos meses y continúa cuando se cumple medio año de guerra.
Porque la invasión continúa y los ataques en territorio ucraniano no cesan, ahora con el foco en el este. En el primer mes de guerra, Ucrania recibió un bombardeo cada 36 minutos. En el último mes ha sido uno cada 12 minutos, según los datos recogidos por ACLED, una organización estadounidense que lleva recolectando y analizando datos de la región desde 2018.
Millones de refugiados y miles de muertos
Más de 3,5 millones de personas cruzaron las fronteras ucranianas en el primer mes, según los datos de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. A medida que el conflicto se alargaba, algunos ciudadanos volvieron a su país, sin saber muy bien que les esperaba al regresar. ACNUR cifra en más de cuatro millones las personas que han cruzado la frontera de vuelta, aunque el seguimiento es complicado.
A día de hoy, ACNUR contabiliza más de seis millones de refugiados en distintos países europeos. En Polonia, el principal receptor dentro de la Unión Europea, hay 1,2 millones de refugiados, seguido por Alemania. Alrededor de 130.000 han llegado a España.
Sobre el mapa, destaca la burbuja más grande: la que se sitúa en Rusia. ACNUR estima que más de 1,5 millones de personas cruzaron la frontera hacia el este, escapando de la guerra en el país invasor. Es un cálculo aproximado, como destacan desde la organización.
Entre quienes se quedaron, la ONU documenta más de 7.500 civiles heridos y al menos 5.550 muertos, entre ellos más de 300 niños y niñas. Tanto el gobierno ucraniano como otras fuentes elevan el balance de muertes civiles muy por encima de las 10.000.
Es posible que nunca lleguemos a conocer la cifra real de muertos de este primer gran conflicto del siglo XXI en suelo occidental. Pero mientras siga la guerra, el número de víctimas -en todos los sentidos- seguirá aumentando.
¿Y hasta cuándo seguirá la guerra? En este momento no sabemos si nos encontramos en el principio del final o simplemente en un punto intermedio del conflicto. “El desgaste no es solo una cuestión de qué lado está sufriendo más, sino también de quién es el más capaz de regenerar sus capacidades de combate”, señala Freedman.
El problema es que la guerra de desgaste no termina con una ofensiva incontestable, sino con la rendición del enemigo. Y eso no parece estar cerca. Pese a las pérdidas rusas -difíciles de cuantificar, pero sin duda considerables-, las voces expertas apuntan más a una guerra de desgaste prolongada que a una negociación.
“La suposición más prudente por ahora es que esto no es una emergencia inminente sino, para los países apoyando a Ucrania, un compromiso a largo plazo”, auguraba Freedman hace unos meses. “Que no existe un parche diplomático fácil y que Ucrania seguirá luchando lo que haga falta para recuperar el territorio perdido”.