Isabel II, la monarca inesperada que marcó una era con 70 años en el trono
- La abdicación de Eduardo VII volteó la línea sucesoria y la prematura muerte de su padre la llevó al trono en 1952
- Su longevo reinado estuvo marcado por su sentido del deber, que le permitió sobreponerse a los escándalos familiares
- Directo: última hora sobre la muerte de la reina | Especial: Muere Isabel II
Cuando Isabel Alejandra María Windsor se convirtió en reina de Inglaterra en 1952, tras el fallecimiento de su padre, difícilmente hubiera podido imaginar un camino de más de siete décadas en el trono británico que marcaría una época. Ella, que inicialmente no debía haber portado la corona, ha sido la artífice del reinado más longevo de la historia del Reino Unido, superando los más de 63 años de su tatarabuela, la reina Victoria, y solo por detrás en la lista histórica de monarcas como Luis XIV de Francia, Bhumibol Adulyadej de Tailandia o Juan II de Liechtenstein.
Isabel II, fallecida este jueves a los 96 años de edad, despachó durante su reinado con 15 primeros ministros británicos -desde Winston Churchill hasta Liz Truss, a quien nombró el pasado martes- y conoció a 14 presidentes de Estados Unidos y siete papas, vio la celebración de 18 juegos olímpicos, la entrada y posterior salida del Reino Unido de la Unión Europea, la disolución de la URSS e incluso una pandemia a escala global. Y en este largo período supo adaptarse a los nuevos tiempos, sin que una institución como la monarquía británica haya perdido su esencia y sus tradiciones.
Isabel II, hija de los duques de York, Alberto e Isabel, nació en Londres el 21 de abril de 1926, en una casa de la calle Brutton, en el barrio de Mayfair, donde vivían sus abuelos maternos y que sería destruida durante un bombardeo alemán. Cuando tenía diez años, la familia –a la que en 1930 se había incorporado la princesa Margarita, su única hermana- se trasladó al palacio de Buckingham tras la coronación de su padre y ‘Lilibeth’, como era conocida en su entorno familiar, inició su camino hacia el trono.
Para que ello sucediera fue necesaria la abdicación de su tío, Eduardo VII, quien apenas unos meses después de su coronación, en enero de 1936, renunció para casarse con Wallis Simpson, una celebridad estadounidense divorciada en dos ocasiones: demasiado para la estirada moral británica de los treinta. Esta inesperada decisión permitió a su hermano menor, Alberto, reinar con el título de Jorge VI y poner a Isabel –que no tenía hermanos varones- en el camino de la sucesión.
Matrimonio con reticencias familiares
Una de sus primeras actividades públicas se produjo en octubre de 1940, cuando a través de la BBC pronunció un mensaje radiofónico para solidarizarse con los niños evacuados durante la Segunda Guerra Mundial. En pleno conflicto, fue nombrada oficial de la Guardia de Granaderos y en 1942 debutó en su primera misión en público al pasar revista a este regimiento. Fue su debut dentro de una carrera militar que la llevó a ser jefe de la Marina de Guerra, del Ejército de Tierra y de las Fuerzas Aéreas del Reino Unido.
El fin de la guerra supuso un estallido de alegría en todo el país al que Isabel no fue ajena: el 8 de mayo de 1945 la todavía princesa y su hermana Margarita salieron de incógnito para mezclarse con la multitud que celebraba el Día de la Victoria. Entusiasmadas, bailaron por las calles y frente al Palacio de Buckingham cantaron el ‘Salve al rey’ cuando su padre salió a saludar desde el balcón.
Ya por entonces la futura reina de Inglaterra estaba enamorada de Felipe Mountbatten, un oficial de la Royal Navy, primo lejano suyo, al que había conocido de niña y con el que había retomado el contacto durante su adolescencia. Mountbatten parecía tener todo en contra para convertirse en el esposo de la heredera: era extranjero, no disponía de grandes recursos económicos y, además, algunas de sus hermanas se habían casado con oficiales nazis.
Pese a las reticencias familiares, la pareja se casó en la Abadía de Westminster el 20 de noviembre de 1947, tras la renuncia del novio a su religión, la ortodoxia griega, y recibiendo el título de duque de Edimburgo.
Felipe de Edimburgo fue para Isabel su ‘roca’, un apoyo firme desde un discreto segundo plano en los momentos de mayores dificultades de su reinado. Aunque el matrimonio, un ejemplo de longevidad, no estuvo a salvo de crisis y de continuos rumores de infidelidades por parte del duque, a quien le costó asumir el rol secundario en la pareja.
Fruto del matrimonio nacieron cuatro hijos: Carlos, primogénito y heredero al trono (1948), Ana (1950), Andrés (1960) y Eduardo (1964), cuya vida personal supondría, en algunos casos, nuevos quebraderos de cabeza para la soberana.
Una coronación vista en todo el mundo
La oportunidad de reinar le llegó a Isabel antes de tiempo, ya que su padre murió el 6 de febrero de 1952, a los 56 años. La princesa supo del fallecimiento mientras se encontraba en viaje oficial a Australia y Nueva Zelanda, sustituyendo a Jorge VI debido a su mal estado de salud, y regresó a su país siendo reina.
De este modo, Isabel II de Inglaterra alcanzó el trono con apenas 25 años de edad, en un momento complicado para el país tras el final de la Segunda Guerra Mundial y con el Reino Unido tratando de capear con dignidad la disolución de su Imperio colonial.
Más de un año después de la muerte del rey, Isabel II fue coronada oficialmente en la Abadía de Westminster el 2 de junio de 1953, en una ceremonia que fue vista por cientos de miles de personas ya que fue retransmitida por televisión, un factor que contribuyó a la difusión de la imagen de una reina joven y moderna pero fiel a la tradición, elementos que se convertirían en signos distintivos de su reinado.
Uno de sus primeras decisiones fue retomar su periplo por la Commomwealth, consciente del delicado momento que atravesaba el Imperio británico, cuando muchas de sus colonias habían iniciado -o lo harían en años posteriores- el camino de la independencia. Su labor fue esencial para que la Corona mantuviera el carácter unificador en ese vasto territorio que aún hoy cuenta con 54 miembros en cinco continentes, en 16 de los cuales Isabel II ha sido jefa de Estado hasta su fallecimiento.
Crisis y resurgimiento
Sus años iniciales en el trono coincidieron con la crisis de un país que había sido duramente golpeado por la Segunda Guerra Mundial y que había perdido su papel predominante en el escenario mundial, como mostró la crisis del canal de Suez, en 1956.
Pero pronto Inglaterra remontó, logrando durante los años sesenta una mejora de su imagen mundial en la que fueron esenciales los Beatles, 007 o la propia Isabel II, que con sus llamativos sombreros y su inseparable bolso se convirtió prácticamente en un icono pop.
Con un enorme sentido de Estado, aferrada a las tradiciones pero sin negarse a abrir la puerta a las necesarias innovaciones, los mayores peligros de su reinado llegaron desde dentro del palacio de Buckingham, sobre todo debido a la vida personal de los miembros de su familia.
Ese fue el principal motivo de que en 1992 tachara aquel año de 'annus horribilis', ya que en pocos meses se hizo pública la separación de los duques de York, Andrés y Sara Ferguson y de los príncipes de Gales, Carlos y Diana, así como el divorcio de la princesa Ana, separada legalmente del capitán Mark Phillips desde 1989, y que volvió a casarse con el comandante Tim Lawrence, el 12 de diciembre de 1992.
Aquel año también tuvo lugar el incendio que destruyó parte del castillo de Windsor, que la soberana siempre definió como "su casa". Aunque inicialmente las pérdidas, por valor de varios millones de dólares, iban a ser sufragadas por los contribuyentes, finalmente la soberana accedió -ante la presión popular- tributar a Hacienda por sus bienes, algo que nunca habían hecho sus antecesores.
Poco después, Isabel II solicitó la reducción de la llamada 'lista civil', la subvención que reciben los miembros de la familiar real en concepto de representación y que, a partir de ese momento, quedó limitada a ella misma, su esposo y la reina madre, haciéndose la soberana cargo de los gastos de sus hijos, de su hermana y de su tía, la princesa Ana.
Muerte de Lady Di
Aunque el momento más bajo de su reinado llegó tras la muerte en accidente de tráfico de Diana de Gales, cuando Isabel II permaneció en silencio, recluida en el castillo de Balmoral (Escocia), donde se encontraba con sus nietos en el momento del suceso.
Tras varios días sin reacción pública y en medio de un grave descontento popular, la soberana reapareció en la víspera del funeral -a instancia del entonces primer ministro Tony Blair- y pronunció un discurso lamentando la muerte de Lady Di, a la que calificó de "ser humano excepcional".
Fue una decisión acertada, que contribuyó a limar el desapego que la sociedad británica había evidenciado durante la década de los 90 con su monarca y que permitó a Isabel II entrar en el siglo XXI con una imagen renovada y sólida, sin apenas discusión en un país en el que las encuestas dicen que el 75% de los británicos respaldan a la Monarquía.
Quizá su principal virtud ha sido su alto sentido del deber y la prudencia, evitando las entrevistas con los medios de comunicación y sin querer pronunciarse públicamente en asuntos tan importantes para el futuro del Reino Unido como el Brexit o el referéndum escocés.
Adiós a su compañero inseparable
La hemos visto en los últimos años en numerosos actos públicos, como el que tuvo lugar en 2002 por los 50 años de su llegada al trono, un Jubileo de Oro que se vio interrumpido por las muertes de su hermana, la princesa Margarita, y de la reina madre.
Diez años después, los británicos celebraron el Jubileo de Diamante, cuatro días de festejos a los que acudieron representantes de la mayoría de las casas reales del mundo y que contó actuaciones de figuras del pop como Paul McCartney, Elton John o Ed Sheeran.
El 9 de abril de 2021 murió su esposo, Felipe Mountbatten, poniendo fin a una unión que perduró durante más de 70 años. El funeral del duque de Edimburgo se celebró con restricciones debido a la pandemia y en él se pudo ver a Isabel II de luto riguroso y separada del resto de su familia, una imagen de soledad que mostraba el dolor por la pérdida de su compañero inseparable y principal apoyo
Poco antes, los duques de Sussex, el príncipe Enrique y Meghan Markle, denunciaron en una entrevista el racismo de la institución monárquica, unas declaraciones que se produjeron poco después de que anunciaran su decisión de apartarse de la familia real.
A ello se unió el escándalo protagonizado por el príncipe Andrés, acusado de abusos sexuales por una menor en Estados Unidos, un asunto que se zanjó con un acuerdo extrajudicial, pero que tuvo como consecuencia que Isabel II retirara los honores militares a su hijo, que tomó parte como piloto en la Guerra de las Malvinas.
Pese a ello, el futuro de la monarquía parece garantizado, con una línea de sucesión que pasa por el nuevo rey, Carlos III, heredero desde 1952; su hijo Guillermo, duque de Cambridge; y los tres hijos de este con Catalina de Cambridge: Jorge, Carlota y Luis.
Isabel II gozó durante su vida de una salud de hierro y, pese a su longevidad, apenas tuvo episodios médicos destacables. En 2003 fue operada de una "lesión cutánea beningna" en la cara y en la rodilla izquierda, siendo dada de alta al día siguiente. Diez años después, fue tratada por síntomas de gastroenteritis y en 2021 pasó una noche ingresada en el hospital privado King Edward VII de Londres para someterse a "exámenes preliminares".
En los últimos meses, los problemas de movilidad había obligado a la reina a reducir notablemente su agenda, aunque días antes de su fallecimiento recibió en Balmoral a la nueva primera ministra británica, Liz Truss, en la que es la última imagen pública de Isabel II en vida.