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Javier Marías según Javier Marías: novelista ambicioso, columnista sincero, y un poco gruñón

  • El escritor fallecido afirmaba que convivía con sus personajes de modo “más intenso” que con la gente real
  • "En España es raro ver a un amigo que se alegre de tu éxito: es ahí cuando se ven los verdaderos amigos", opinaba

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Muere el escritor Javier Marías, la voz de la narrativa española del último medio siglo

No debería uno contar nunca nada. La ironía de la primera frase de Fiebre y lanza –a la sazón primera parte las 1.600 páginas de Tu rostro mañana- retrata bien el humor de Javier Marías, que tituló a la recopilación de artículos periodísticos Lo que no vengo a decir. Fue –o es- un escritor ambicioso en el sentido decimonónico: intentaba reflejar, sino el mundo entero, al menos “un mundo”.

Escribía a máquina, rechazaba el móvil, llevaba billetes en el bolsillo fuera de la cartera y prefería descansar sobre el suelo a recostarse en el sofá. Intuía que pertenecía más a otra época, aunque también era esa su fortaleza: un novelista ambicioso en su deseo de retratar la realidad, un formalista que se miraba en rupturistas como William Faulkner, y un narrador puro ajeno a la autoficción. En diversas entrevistas en RTVE, dejó su visión de la literatura y de la vida.

“Las primeras 40 páginas son lo más costoso”

Reconocido por la fuerza de algunas de las primeras frases de sus novelas, Marías creía que su valor se debía más “a la desesperación que a la reflexión”, ya que sufría con el proceso creativo de iniciar una narración.

“Los inicios de la novela son lo peor: no solo el comienzo, sino las primeras 40 paginas, para mí son lo más costoso. La manera de arrancar que tengo, al final, es que sea lo que sea, y suele salir una frase arbitraria que tiene fuerza”.

“Convives con los personajes de manera más intensa que con la gente real”.

Conectaba sus novelas entre ellas, compartiendo personajes y emparentándolas de algún modo. “Puede parecer pueril, pero cuando uno escribe una novela le da lástima abandonar ese mundo y personajes, con los que ha convivido de manera quizá más intensa que con la gente real. Tener la reserva de que vuelvan en otra novela me resulta atractivo”.

“Debo aparecer un poco cascarrabias, un poco gruñón”

“Me doy cuenta de que debo aparecer un poco cascarrabias, un poco gruñón, me voy abarojando. A veces me siento un poco anacrónico, como si esta época no me perteneciera”, expresaba en 2009. “Aunque luego me doy cuenta de que mucha gente espera mis artículos. Lo que quizá me libra de ser un cascarrabias, es que cuando me meto con algo siempre trato que haya un poco de humor”.

Entrevista a Javier Marías (2007)

“El español está amenazado por el mal uso que se hace de la lengua”

Académico de la lengua desde 2006, alertaba de que el mayor riesgo del idioma era su descuido. “Siempre se habla de que el español está en peligro, y no digo que no haya algo de razón en algunas zonas de España, pero sobre todo está amenazado por el mal uso que se hace de la lengua en términos generales”.

También, creía, por lo políticamente correcto, eterno caballo de batalla para Marías. “Intentar que toda la gente hable de manera parecida y que se abstenga de ciertos términos es una manera suicida de andar por la vida: uno de los elementos que tenemos para conocer a las personas inicialmente es ver cómo hablan, qué vocabulario emplean. Eso nos ayuda a acercarnos o apartarnos de las personas. Si todo el mundo hablase de la misma manera neutra andaríamos más indefensos y desprotegidos”.

“Uno debe decir lo que piensa y no tener pelos en la lengua”

Como columnista, recomendaba no hacer ningún cálculo con el impacto de lo escrito y no buscar el halago del lector. “No tiene sentido escribir para decir las cosas que todo el mundo ya piensa o para decir las cosas que uno mismo no piensa. Uno debe decir lo que piensa y no tener pelos en la lengua”.

“El estado no debería conceder premios”

Consecuente con su principio de que “el estado no debería conceder premios”, en 2012 rechazó el premio Nacional de Narrativa que el entonces Ministerio de Educación, Cultura y Deportes le concedió por su obra Los enamoramientos y, sin nombrarlo, se autodescartó para siempre como ganador del Premio Cervantes.

"Deseo ser consecuente: hubiera sido una cierta sinvergonzonería aceptar este premio", declaró el mismo día del anuncio, aunque agradeció “la gentileza y la generosidad" de los miembros del jurado.

“Somos una sociedad pusilánime, que se escaquea de sus responsabilidades”

Otra de las ideas que repetía obsesivamente en sus artículos era su percepción de una sociedad cada vez más infantilizada. “Una de las cosas que más me irrita es que nadie sea responsable nunca de nada. No me refiero a los políticos: si uno mete la pata o comete un delito, inmediatamente hay una búsqueda de otros culpables. A la gente se le avisa de que hay una gran nevada y se echan a la carretera porque piensan que no es para tanto y luego, en lugar de culparse a sí mismos, culpan a las autoridades”.

“En España es raro ver a un amigo que se alegre de tu éxito”

En una entrevista de 2009, citaba –y hacía suya- la observación que una amiga italiana le hizo ver sobre los españoles: “Cuando las cosas van mal, los amigos normalmente acuden y te echan una mano, pero en España es raro ver a un amigo que se alegre de tu éxito: es ahí cuando se ven los verdaderos amigos".

“De los muertos, cuando no se puede hablar bien, conviene no hablar”

No se tenía por un moralista, pero sí creía en la elegancia y en la educación. Recordando sus numerosas polémicas, afirmaba que convenía que no sobrevivieran a los fallecimientos. “He tenido polémicas con muchísima gente y cuando alguien de esas personas muere, prefiero no hablar de ellas, porque ya no están para defenderse de mí diciendo cuatro barbaridades”.