Huir de Zaporiyia: "Los rusos son como monos jugando con granadas, nadie sabe qué pueden hacer"
- Los combates y bombardeos se producen de manera sistemática en la zona
- Directo: guerra Rusia - Ucrania
En marzo, miles de personas salieron a las calles de Energordar para impedir con palos y barricadas que las tropas rusas tomaran la central de Zaporiyia, la mayor de Europa, pero de poco sirvió. Los rusos ocuparon la planta nuclear y la ciudad donde se encuentra, Energordar, de poco más de 50.000 habitantes. Desde entonces, más de la mitad han huido y muchos de los que quedan siguen intentando escapar.
"Los empleados que siguen en la central son auténticos héroes", cuenta a TVE, Valentín, un vecino de la ciudad. "Los rusos son como monos jugando con granadas. No se sabe lo que pueden hacer", añade antes de montarse al coche en el que huye de allí.
Desde antes de que la central fuese tomada por las fuerzas rusas, los combates y bombardeos se producen de manera sistemática en la zona.
Valentín ha logrado escapar de la zona más cercana a los bombardeos, pero su hijo sigue allí porque es empleado de la planta nuclear y su padre asegura que lo tienen como prisionero dentro de las instalaciones.
Mientras tanto, muchos refugiados pasan por el centro de acogida de la ciudad, que está situado en unas carpas justo al lado de un centro comercial de la localidad.
Pastillas de yodo por una posible radiación
Actualmente, es uno de los más grandes del país. Por allí han pasado más de 50.000 personas desde el inicio de la invasión desde todas las partes del país.
Algunos han perdido sus casas, han dejado a sus familias, han visto caer misiles. Vienen también muchos de ellos de las zonas ocupadas por los rusos y muchos de la propia localidad Energordar, donde se encuentra la central atómica, a tan solo 50 kilómetros de aquí.
"Estoy aquí de milagro", dice Alexander tras seis meses viviendo bajo la ocupación rusa y con el miedo a una fuga radioactiva. Su esposa está enferma y dice que pidió a los rusos de rodillas que le dejaran salir.
"Nos repartieron pastillas de yodo como medida preventiva ante una posible radiación", cuenta.
La mayoría de los relatos que se escuchan bajo las carpas blancas del centro de acogida son similares. Casi todos, hombres y mujeres que han huido de una ciudad nuclear convertida en un campo de batalla.
La central atómica ahora está parada, pero a su alrededor continúan los ataques y nada parece más peligroso que una planta nuclear en medio de una zona de guerra.