La huida de las juezas afganas del infierno talibán. "Me amenazaban de muerte durante los juicios"
- Tres magistradas afganas cuentan su lucha contra la violencia de los talibanes y su nueva vida en España en Objetivo Igualdad
- A las mujeres se les han quitado sus derechos y ahora luchan por acceder a la educación, por trabajar y por la libertad
- 'La lucha de las juezas afganas' en Objetivo Igualdad a las 16.30h en en Canal24h
La jueza Gulalai Hotak pasó de juzgar a talibanes y condenarlos a penas de cárcel a tener que huir de Afganistán para evitar que esos mismos prisioneros la asesinaran. "A todas las juezas, los talibanes nos amenazaron de muerte, tanto si trabajámos en las secciones anterroristas como si no. Luego esa amenaza se hizo realidad. Sobre todo los talibanes perseguían a las mujeres porque, segun ellos, según su interpretación del Islam, las mujeres no pueden ser juezas", asegura Hotak que trabajaba como magistrada del Tribunal Supremo afgano.
“Los talibanes nos amenazon de muerte. Según ellos, las mujeres no pueden ser juezas“
Hotak y otras magistradas afganas juzgaban delitos de terrorismo, asesinatos, violencia de género. "Durante los 30 años que he trabajado en los juzgados de Afganistán como jueza me dedicaba a juzgar casos de terrorismo. La situación era insoportable para los talibanes. Cuando se les juzgaba en los tribunales y veían que era una mujer la que se encargaba de sus casos era insufrible para ellos. Ya me decían que iban a por mí en los mismos juzgados. Me gritaban que sufriría represalias, que se vengarían, que me secuestrarían tanto a mí como a mi familia", asegura Friba Quraishi, que fue jueza en el Tribunal de Casos de Terrorismo y Delitos contra la Seguridad.
“Los hombres a los que las juezas habían encarcelado se vieron en la calle “
Sólo un ejemplo: cuando Quraishi condenó a un hombre talibán por asesinar a una cooperante española en Cruz Roja Afganistán, éste se levantó y le gritó que eso no iba a quedar así, que ella era su enemiga y merecía la muerte. "Las juezas se vieron amenazadas desde el momento en que muchos hombres a los que habían encarcelado, bien por delitos de violencia contra las mujeres, bien por delitos de terrorismo, se vieron, de repente, en la calle, excarcelados", explica Gloria Leal, jueza y miembro de la Asociación Juezas de España, que las ayuda en nuestro país.
La huida de Kabul
La amenaza estuvo cerca de hacerse realidad cuando el 15 de agosto de 2021 los talibanes derrocaron el gobierno de Ashraf Ghani y tomaron el poder tras la precipitada retirada del ejército norteamericano. Lo lograron en tan solo una semana. "Tengo recuerdos muy negros. Fueron días durísimos para mi familia y para mí. Jamás nos imaginamos que pasaría esto. Ahora que lo recuerdo se me pone al carne de gallina", cuenta Friba Quraishi, quien trabajó también en la Alta Comisión para Combatir la Violencia contra la Mujer.
Suraya Ahmedayar fue una de los miles de afganos que lucharon por subir a los aviones que salían de Kabul en su aeropuerto internacional, en la huida desesperada por salvar sus vidas. "No lo conseguí. Agradezco al Gobierno español, que organizó mi salida y la de mi familia con destino a España", dice. Ahora Ahmedayar reconoce que tuvo suerte porque consiguió llevarse la documentación que la acreditaba como jueza antes de que cayera en manos del nuevo gobierno. "Los talibanes no pudieron demostrar que era jueza. Eso me salvó", explica.
"En un día perdimos todo lo que habíamos conseguido durante años, durante toda la vida. De repente las juezas nos encontramos en una situación muy difícil en Afganistán", asegura Quraishi. Por su parte, Ahmedayar nos cuenta que los talibanes secuestraron y torturaron a su guardaespaldas: "Bajo tortura, les dio esa información sobre dónde estaba yo, pero cuando llegaron a mi casa ya me había marchado con los papeles que demostraban que era una jueza".
“Los talibanes torturaron a mi guardaespaldas para que les dijera dónde estaba yo“
En total, había 270 mujeres juezas en Afganistán. La Asociación Internacional de Juezas consiguió sacar a 190 de ellas junto con sus familias del país. En España hay seis juezas, cuatro en Madrid, una en Pamblona y otra en Bilbao. "Al hacer desaparecer las embajadas, las juezas se encontraron con muchos problemas para salir de Afganistán. Como al mismo tiempo estaban amenazadas, tuvieron que ser escondidas en pisos francos e irlas cambiando de ubicación para sacarlas a países limitrofes y de ahí a los países de asilo que brindaron su apoyo", añade Leal.
Una nueva vida en España
Friba Quraishi llegó a Madrid tras pasar primero por Grecia, Gulalai Hotak lo hizo por Turquía aunque fue Suraya la que tuvo que enfrentarse a mayores dificultades para alcanzar nuestro país. Permaneció durante siete meses en un campo de refugiados de Abu Dhabi, con su marido y sus tres hijos antes de aterrizar en Madrid. "Cuando llegan a España, en su condición de exiliadas, vienen con muy pocos recursos, tan solo con lo que les cabe en una maleta. Vienen con su familia y se encuentran con un problema cultural, idiomático", explica Gloria Leal.
Sana es la hija de Suraya Ahmadayar, tiene 18 años pero no pudo terminar el Bachillerato en su país. El sueño de su vida es ser médico. Pero, de momento, no ha podido volver a estudiar en España porque entre nuestro país y Afganistán no existe un acuerdo de convalidación. "Las juezas vienen con hijos adolescentes, de entre 18 y 23 años, que o bien estaban a punto de empezar sus carreras universitarias o bien se encontraban en la mitad de ellas. Los menores se escolarizan en España, sin embargo los mayores de edad lo tienen mucho más difícil para estudiar. El caso de Sana me preocupa mucho porque tiene su ilusión de ser médica y cree que va a conseguir ir a la Universidad aquí", afirma Gloria Leal, de Mujeres Juezas de España.
“Me preocupa mucho Sana porque tiene la ilusión de ser médica y cree que va a poder estudiar en la Universidad “
"Los principales problemas que tenemos son la vivienda y los estudios de nuestros hijos. Ya empieza el próximo año escolar y no estoy segura de que nuestros hijos puedan cursar estudios", cuenta Ahmadayar, que era jueza en el Tribunal de Primera Instancia de Menores en Kabul. Es uno de los problemas a los que se enfrentan las tres mujeres.
El sistema estatal de acogida cuenta con un programa que dura entre 18 y 24 meses. En la primera fase (de acogida temporal) las refugiadas viven en pisos gestionados por diferentes ONGs, en su caso, por Cruz Roja. En esta etapa inicial, sólo reciben alojamiento, manutención y atención médica exclusivamente en casos urgentes.
“Se enfrentan a la dura realidad de una vida en el exilio“
En la siguiente fase, a la que están a punto de pasar, ya se pueden preparar para tener cierta autonomía, aunque los cursos, de peluquería, y cocina que les ofrecen no se ajusten a su formación. "Estamos capacitadas y queremos estudiar y trabajar", añade Friba Quraishi. Por otra parte, las tres mujeres valoran que España sea un buen país de acogida, el hecho de que los españoles como los afganos le den importancia a la familia. "Aunque también se enfrentan a la dura realidad de una vida en el exilio. Uno de las principales obstáculos es el idioma, un requisito prioritario para incorporarse al mercado laboral", reconoce Leal.
Un plan de futuro
Las juezas insisten en que las mujeres afganas ya no son las mismas que las de antes. Reconocen que hace 20 años no se hubieran imaginado las manifestaciones de protesta que tienen lugar en su país de origen . "Ahora las mujeres conocen sus derechos y saben que son capaces de hacer las misma cosas que los hombres", asegura Suraya Ahmadayar.
Cuando los talibanes consiguieron regresar al poder prometieron que no iban abanderar las medidas de exclusión de derechos y represión de las mujeres que impusieron en la época anterior a su derrota en 2001. Declararon que demostrarían clemencia hacia los que, segun ellos, eran sus enemigos y aseguraron que las mujeres podrían seguir yendo a clase. Sin embargo sus promesas no se hicieron realidad porque los talibanes volveron como se fueron en su día.
En marzo de 2021, las adolescentes que quisieron retomar sus estudios se encontraron las puertas de los institutos cerradas para ellas. En mayo, el Ministerio para la Propagación de la Virtud ordenó a todas las mujeres cubrirse por completo si salían a la calle aunque se prefería, en realidad, que se quedaran recluidas en casa. "A las mujeres que trabajaban y eran cabeza de familia se las despidió de sus trabajos. Para sobrevivir, algunas familias se han visto obligadas a vender a sus hijos e hijas. Pero no sólo a los niños, sino que también han tenido que vender algunos de sus órganos porque hay un mercado", afirma Friba Quraishi.
"En general las mujeres, sean juezas o no, están en una situación muy mala en Afganistán. Según los últimos informes internacionales publicados, Afganistán es el peor país del mundo para ser mujer", concluye Hotak. Por esa razón, entre otras, estas tres magistradas piden un plan de futuro de la sociedad internacional para su país y que la situación de las mujeres afganas no caiga en el olvido.