Acampadas, peregrinación y horas de espera: el fervor por despedir a la reina Isabel II llega a su punto álgido
- Miles de británicos se preparan para dar su último adiós a la monarca en la capital del Reino Unido
- Directo: última hora sobre la reina | Especial: muere la reina Isabel II
El trasiego de personas no cesa en Southwark Park, en la orilla sur del Támesis. Ancianos, adultos, niños…hay gente de todas las edades y culturas. Todos caminan con prisa, como víctimas de una persecución policial de película. A la entrada del último punto de acceso en 'la cola de la reina', el cartel informa: desde aquí tienen por delante al menos 14 horas de espera. Son las cinco de la tarde, así que lo que les persigue es el tiempo: quedan 13 horas y media para poder acceder a la capilla ardiente de la reina Isabel II. Les separan casi siete kilómetros del Palacio de Westminster donde reposa su féretro. Y algunos no llegarán.
Pero no se desesperan. "¡Lo conseguiremos, estoy segura! ¡Podemos hacerlo!", exclaman Lindsay y Claire, dos mujeres londinenses vestidas de riguroso negro que se han animado a velar a su reina a pesar de las advertencias de que quizá no lo logren.
Los británicos llevan ya nueve días homenajeando a la soberana que les acompañó durante sus 70 años en el trono. Los carteles recordando su muerte están por toda la ciudad, en el metro, en los comercios que anuncian el cierre por el funeral, hasta en los baños. Nueve días en los que han llorado, reído, contemplado procesiones reales y recordado la figura de Isabel II.
Locura o patriotismo: así es el duelo colectivo
Las televisiones, radios y portadas de periódicos han servido de recordatorio de un detallado proceso diseñado durante años por el Palacio de Buckingham. La despedida a Isabel II se está celebrando por todo lo alto. Es una función con pequeñas píldoras de la realeza día a día, con apariciones repentinas de la familia real en público y con la unidad nacional en torno a una sociedad monárquica como símbolo de la Gran Bretaña actual.
Según el sociólogo Eric Gordy de la UCL, todo forma parte de un cambio de era. "Se ha cuidado mucho la imagen que proyecta la familia real, con banderas, mensajes de condolencias y todo tipo de simbolismo, todo diseñado para dar la impresión de una unidad nacional en torno a la monarquía. El mundo en 1952, cuando la reina accedió al trono, no tiene nada que ver con el de ahora. Además de los cambios sociopolíticos, ha habido más transformación: Gran Bretaña ya no es un imperio global, y la población británica es multicultural y ha perdido a esa minoría sumisa y silenciosa", señala.
“Cada uno hace el duelo de forma distinta, pero detrás están la ansiedad por la incertidumbre y el momento histórico“
Desde el punto de vista sociológico, las razones de los ingleses para esta exhibición pública del duelo son incontables. La mayoría se despide de un tiempo marcado por la estabilidad de Isabel II, otros recuerdan a los familiares que han perdido por el camino. "Hay muchas diferencias entre el llamado luto nacional oficial y las prácticas sociales colectivas. Todo gira en torno a la muerte de la reina, pero las razones de los ciudadanos varían: cada uno hace el duelo de forma distinta, pero por ejemplo, la ansiedad colectiva por la incertidumbre política es uno de los motivos. También el punto de vista histórico", señala la doctora Deborah Madden de la Universidad de Brighton.
Este fervor monárquico culminará este lunes con el funeral de Estado, que paralizará la nación durante horas como colofón final al cierre de la era Queen Elizabeth II.
Buckingham, epicentro de la 'fiebre real'
La 'royal fever' se extiende a una y otra orilla del río Támesis. En el Palacio de Buckingham, miles de personas siguen llegando para depositar flores en la zona habilitada para los tributos reales. "Gracias por inspirarnos", coinciden las tarjetas firmadas por los súbditos. Las flores se apilan en coloridos mantos donde también hay fotografías de la reina, murales con purpurina y muchas banderas de la Union Jack. Permanecerán aquí al menos hasta el 26 de septiembre, luego se utilizarán para hacer compostaje, según explican a RTVE.es los voluntarios. "Es increíble, impresiona", comenta Hannah, una mujer de 65 años.
Al fondo, destaca el mensaje de una pancarta que invita a la reflexión: "El duelo es el precio que pagamos por el amor".
Un amor que miles de personas profesan en Londres, una pasión exaltada por lo más alto. Natasha es una vecina de la capital que ha traído a su hijo a "mostrar su respeto" a la reina. "Hemos venido por él, para que forme parte de este acontecimiento histórico", dice. Ella resume el testimonio de los ingleses entrevistados por este medio: Isabel II era una reina todopoderosa, que dio todo por su país, símbolo de la diplomacia mundial que siempre encontraba la ocasión para reírse y bromear. Uno de los recuerdos favoritos de sus súbditos es el vídeo que grabó junto al oso de Paddington para el Jubileo de Platino celebrado en junio. En el vídeo, la reina aparecía junto al peluche tomando un té con sándwiches. Y tal es el fervor, que las autoridades han tenido que pedir a los ingleses que dejaran de traer osos y sándwiches a las zonas de tributos.
Acampados para el último adiós: "Es lo mínimo que podemos hacer"
A mediodía, la avenida The Mall que termina en la puerta del Palacio de Buckingham es todo un hervidero de gente devota. En las vallas que cortan el acceso a la carretera, decenas de personas han levantado tiendas de campaña para vivir el funeral en primera fila. Algunos han pasado cuatro noches durmiendo a la intemperie, sorteando el frío, el viento y el aburrimiento. Otros han aprovechado el fin de semana para levantar su particular campamento. Traen mantas, termos, colchones, sillas de camping y tiendas de campaña. Todo vale para vivir un momento histórico, un acontecimiento real nunca visto en medio siglo en el mundo.
Jane, una enfermera de la Royal Navy, acampó el sábado a mediodía en The Mall junto a su amiga Alice. Les acompaña su marido, que duerme en un hotel para cuidar de los perros. El jueves, después de nueve horas y media caminando por la capital, visitaron la capilla ardiente de Isabel II. Jane y Alice acumulan experiencia en eventos reales: asistieron a la boda del rey Carlos III y Diana Spencer, al funeral de Lady Di en 1997, al funeral de la reina Madre, al Jubileo de Oro en 2002 y al Jubileo de Platino en junio. Jane llora al recordar que esa sería la última vez que vería a Isabel II. "La reina es nuestra jefa de Estado, ha reinado con gran dignidad. Era la madre y la abuela de una nación. Es el mejor ejemplo de un liderazgo sólido y estable, en tiempos de guerra y paz. Dios salve a la reina", solloza la mujer. "Esto es una peregrinación, perdérselo sería todo un error. Es como si un fan del fútbol se perdiera la final de su equipo", dice.
Para Jane, dormir a la intemperie dos noches representa mucho más que la devoción monárquica, pues rinde un particular homenaje a su abuelo, un infante de la Marina que desfiló en la procesión fúnebre de la reina Victoria. "Él tenía 17 años cuando lo hizo, igual que los militares que participarán mañana en el desfile", dice. "La reina estaba por encima de la política, de algún modo, era un personaje etéreo que, aunque diminuta, iluminaba cualquier habitación en la que entraba". A lo largo de la conversación, las dos amigas se sorprenden cuando descubren que la reacción ante la muerte de un monarca en España no sería como esta.
De repente, la atención en The Mall se desvía a la carretera: viene alguien famoso. Ni más ni menos que el rey Carlos III, que llega al palacio en su coche real. Los gritos y silbidos arrinconan el luto, como si fuera un concierto de quinceañeras. "¡El rey, el rey, qué ilusión!", exclama la multitud emocionada.
“Esto es una peregrinación, perdérselo sería todo un error“
A pocos metros, Shirley, Paulie, Charlotte y Carol custodian sus campamentos. Son dos parejas de amigas –dos señoras de 50 y dos treintañeras- que vienen de Chesire y Stratford upon Avon, y se han instalado a las 6 de la mañana del domingo. También esperaron durante siete horas para entrar en la capilla ardiente. "Nunca habrá nadie como ella en la historia. Es la reina del mundo", comenta Paulie. "Acampar aquí una noche no es nada comparado con lo que ella consiguió en su vida. Es lo menos que podemos hacer", dice Charlotte. "Seguro que estaría orgullosa de ver este nivel de dedicación de su pueblo", añade. Las cuatro alaban la "dedicación" de la monarca: "Solo hay que ver que dos días antes de su muerte allí estaba, recibiendo a la nueva primera ministra".
The Mall acaba en Whitehall, a pocos metros del número 10 de Downing Street. Caminar por esta céntrica calle, a menudo concurrida, es una suerte de obstáculos humanos: súbditos, turistas, guardias, policías, voluntarios. En una orilla, Kate y su nieto EJ se resguardan en su tienda de campaña. Llegaron el sábado por la tarde y se instalaron en la salida del metro de Westminster, pero la Policía les ha obligado a trasladarse. Por la noche, contaron a este medio que habían venido para saludar a una "reina inigualable". Dieciocho horas después, solo un comentario resume su situación: "¡Qué frío!".
Los penúltimos de 'La cola'
La capilla ardiente de la reina se ha retransmitido de forma ininterrumpida desde que abrió el miércoles por la tarde. Famosos como David Beckham han acompañado a los ciudadanos anónimos, políticos, líderes internacionales y ciudadanos han asistido continuamente. La imagen en directo del interior solo se interrumpió el viernes por la noche, cuando un hombre empujó a una niña de siete años para agarrar la bandera que envuelve el féretro de la reina.
Avanza la tarde en Southwark Park y con ella los últimos peregrinos de 'The Queue', 'La cola' de la reina. A todos les acompañan la fe y la prisa. Nieves, Miguel y Alejandro, españoles, también quiere llegar al Palacio de Westminster. "Es algo histórico. Que nos vean en casa", afirman orgullosos. Al rato, los voluntarios informan de que el próximo punto de cierre de la cola se traslada al Puente de Londres. Allí llegan los últimos asistentes a este pedazo de la historia, como Carly y su hijo Louie, de siete años. "Será decepcionante si no lo conseguimos, pero mantenemos la esperanza. Y si no lo logramos, intentaremos ver a la reina mañana en la procesión fúnebre", afirma con resignación la madre.
Finalmente, las autoridades han cerrado la gran cola pasadas las 22:30 de la noche, porque estimaban que los visitantes que se acercaran ya no llegarían.
Hoy la ciudad está llena de pantallas habilitadas para retransmitir el funeral, que también podrá verse en un centenar de cines por todo el país. Aun así, miles de personas quieren vivirlo en primera persona. Representan ese sentimiento monárquico que pervive en pleno siglo XXI, pero no representan a toda la sociedad, como señalan los sociólogos consultados por este medio.
Frío, lluvia, viento, cansancio, incluso problemas de salud -unas 200 personas han necesitado atención médica en los cuatro días que ha durado la cola de la reina-, son los sacrificios que los ingleses han escogido hacer por la reina, bien acampando o esperando durante horas.
"Una forma de arrodillarse ante la monarquía. Es el efecto de la realeza en la población, el de inculcar obediencia. Por eso no sorprende que quien se ha criado con la reina se arrodille ante su muerte", subraya el sociólogo Chris Rojek.
Sea como fuere, lo cierto es que Isabel II y sus súbditos centran todas las miradas en la capital.