Las otras colas de Londres, las del hambre: "Antes venía una vez a la semana. Ahora vengo a diario"
- La inflación y el coste de la energía han disparado la pobreza en la capital británica
- Directo: última hora sobre la muerte de la reina | Especial: muere Isabel II
Las históricas colas para velar a la reina Isabel II en el Palacio de Westminster son la imagen de Londres de los últimos días. Miles de personas esperan día y noche, de pie y bajo el frío durante hasta 20 horas para atender la capilla ardiente de la monarca. En los alrededores, ya hay gente que ha empezado a acampar para pasar dos noches con tal de estar en primera fila en el funeral del lunes.
Pero a solo tres kilómetros, mezclado en el bullicio de turistas y londinenses que pasean por los alrededores de la Plaza de Trafalgar aparece otra cola que poco tiene que ver con la reina: la cola del hambre. Aquí decenas de personas esperan su turno para recoger la comida y bebida caliente que les ofrece la organización religiosa Light and life missions. No hay banderas que valgan, ni ambiente festivo. Solo hambre, sed y resignación.
“Sobrevivimos, pero no sabemos cómo vamos a calentarnos en invierno“
Dennis, de 47 años, sorbe el café caliente que acaba de conseguir mientras fuma un cigarro. Le acompaña su pareja, que prefiere no atender a este medio. Los dos han trabajado durante años, pero por "circunstancias de la vida", dicen, ahora se ven obligados a recurrir a la caridad para sobrevivir. "Antes venía una vez a la semana, ahora vengo todos los días", lamenta. Lo hace, dice, sobre todo por su novia, que está teniendo más dificultades que él. "Los dos vivimos en nuestro piso, pero es que simplemente no nos llega. Ahora, con la crisis energética, no sabemos cómo vamos a calentarnos en invierno. Tenemos una ayuda de 400 libras al mes que se descuenta automáticamente de la factura energética, pero no nos alcanza para calentar la casa todos los días", denuncia.
Una fila para sobrevivir
En esta cola, muchos son viejos conocidos. Charlan entre ellos, se ponen al día, comentan la actualidad y comparten sus historias. "Aquí hay de todo, hasta el idiota ocasional", bromea Dennis cuando se acerca un hombre que carga con carrito de la compra donde guarda sus pertenencias.
Lucas, un treintañero de nacionalidad polaca, también guarda fila. "No tengo más remedio, soy un vagabundo", se lamenta. No quiere hablar más, como tampoco lo desea la mujer detrás de él. "Espero que tengas muy buen día, pero no estoy aquí para atenderte", afirma seria. Dennis, Lucas y la mujer tienen algo en común: lo único que les preocupa es cómo buscarse la vida.
Inevitablemente, los preparativos a pocos metros para el funeral de Isabel II aparecen en la conversación. "Adoro a la reina, es una pena lo que ha pasado", afirma Dennis. Estos días, todos han sido testigos de los pomposos desfiles monárquicos en la capital británica, decorada en cada esquina en honor a la reina. "No tengo nada que reprochar a la monarquía, al final, ellos gastan el dinero porque lo tienen", comenta Dennis.
Un hombre negro con acento africano saluda afablemente a uno de los organizadores de la caridad. "Me llamo Lucy y soy ruso", dice con sorna al atender a este medio. Pero tras una larga conversación 'Ray of Light' (rayo de luz), tal y como se presenta, se abre a contar su historia. Trabajó durante años en distintos oficios, escribió artículos en revistas científicas donde estudió los beneficios psicológicos que tienen los perros en los humanos. Ahora, pasa la noche en refugios o en la calle.
Salir y volver a la calle durante años
"No estoy aquí por necesidad, realmente he estado caminando dos horas de aquí para allá buscando otra asociación y me he animado a tomarme un café aquí", bromea. 'Rayo' no acepta comida, pero conoce a todos los compañeros de la fila. A su lado, un voluntario reparte una bandeja llena de galletas. "Cogedlas o irán a la basura", recuerda. "Solo quiero una, soy un hombre mayo [tendrá unos 60 años], él lo necesita más que yo", dice, mientras señala a un joven inglés con gafas que se lleva en una bolsa todo lo que puede.
"Puede que los políticos tengan la culpa de esto, pero no la reina. No hay más que ver: Liz Truss, la primera ministra que era liberal demócrata y abogaba por la abolición de la monarquía, juró el cargo ante la reina un martes y dos días después apareció muerta. No quiero decir nada, pero el dato está ahí", ironiza.
'Rayo' lleva años "entrando y saliendo de la calle", y cree que el problema se remonta a la política de vivienda de Margaret Thatcher. "Ella permitió que su entorno comprase viviendas: incluso su ministro de Vivienda llegó a ser propietario de 40 casas", lee de sus apuntes del teléfono móvil. Lleva tiempo dándole vueltas al asunto, pero también cree que Thatcher acertaba cuando advertía del peligro de expandir la OTAN al este de Europa. "Si lo decía sería por algo, mira ahora". Se refiere a la guerra en Ucrania, desatada en parte por la negativa de la Alianza atlántica a no ampliar su presencia en el este de Europa como exigía el dirigente ruso, Vladímir Putin. "Por culpa de cosas como estas el precio de la energía no deja de subir".
La inflación en Reino Unido se sitúa en el 8,6%, la libra ha caído a su valor más bajo en 30 años y los británicos perciben el coste de vida como una de sus principales preocupaciones. Las colas del hambre, presentes en la ciudad desde hace años, se han multiplicado en los últimos meses. Primero, por la pandemia. Después, por las consecuencias económicas que la guerra ha provocado en un país que ya no está bajo el paraguas de la Unión Europea.
La inflación y la crisis energéticas disparan las colas del hambre
Según la asociación Trussell Trust, hasta el 40% de beneficiarios de ayudas gubernamentales tienen que recurrir a bancos de alimentos para sobrevivir. De hecho, el 21% de los británicos no pudo cocinar alimentos calientes en verano porque no se podían permitir el uso de los fogones, mientras que el 23% no pueden desplazarse al trabajo o servicios básicos porque no podían permitirse el alto precio del transporte. Los datos de esta organización ponen de relieve la incipiente demanda de los bancos de alimentos, comedores sociales y refugios instalados por la capital que cada día reciben a más personas que jamás pensaron que necesitarían esta ayuda.
Mushy Smith es un voluntario de Light and life missions, dedicada a atender a las personas sin hogar o aquellos que lo necesitan a través de la fe. Según explica, su objetivo no es solo repartir perritos calientes y cafés, sino recordar a los más desfavorecidos "que Dios vela por ellos". Desde hace 20 años, esta organización se instala los sábados alternos por la tarde en una plaza de la zona de Strand, el mismo punto donde acuden otras organizaciones cada día. "Nos quedamos aquí hasta que ellos se llenan o se nos termina la comida que nos donan. Y cuando vemos que apenas queda gente, les insistimos para que se lleven todo lo que tenemos", explica.
Tanto él como su compañero, Jesse, han visto cómo la demanda de este tipo de ayuda ha subido en los últimos meses. "La subida de los precios ha encarecido la vida, y las colas no dejan de aumentar", señala Jesse. Según cuentan, aquí viene gente de todo tipo: personas que trabajaron durante años en negocios, vagabundos, drogadictos y ciudadanos corrientes que perdieron todo de un día a otro.
“Si uno tiene que escoger entre esperar 24 horas para ver a la reina o hacerlo para comer, seguro que escogerá lo segundo“
Los clientes de esta cola del hambre tienen algo en común con los visitantes de 'La cola de la reina': la fe en la monarca. Es una cuestión de patriotismo británico, nadie habla mal de ella, consideran que ejerció un papel impecable en su reinado. Sin embargo, la diferencia salta a la legua, según comenta Jesse. "Si ellos tuvieran que elegir entre hacer fila durante 24 horas para ver el ataúd de la reina o hacer fila el mismo tiempo para comer, estoy seguro de que cualquiera que lo necesite escogería el alimento", afirma.
"Nosotros ofrecemos mantas, productos sanitarios y ropa para todos y, por mucho que respeten a Isabel II, siempre van a buscar sobrevivir", añade. De hecho, aunque la vida se ha paralizado en Reino Unido durante diez días, no ha ocurrido lo mismo con la búsqueda de supervivencia de los más necesitados.