Adiós al siglo XX: acaba la segunda era isabelina
El azar ha hecho que en apenas diez días hayan muerto Mijaíl Gorbachov y la reina Isabel II. Al primero ya hacía tiempo que se lo daba por muerto, a la segunda el lema Duty first (el deber, ante todo) hizo que la viéramos ejercer sus deberes constitucionales hasta 48 horas antes del anuncio de su muerte, la doble recepción, despedida del primer ministro Boris Johnson y bienvenida a su sustituta, Liz Truss.
En la foto oficial, la única imagen que trasciende de ese acto, vimos una reina menguada físicamente y con una mano ennegrecida, la típica mano de persona mayor que ha tenido abierta una vía intravenosa hasta poco antes.
Esa foto, el hecho de que se mantuviera en su residencia de verano y no se viera capaz de hacer los 1.600 kilómetros que significan ir y volver de Londres, puso a todas las redacciones y cancillerías en alerta. Ese último acto oficial y su muerte son, menos de dos semanas después, ya historia. Historia del siglo XX.
Fallecidos De Gaulle, Kohl, Mitterrand, Pertini, Delors…y ahora, en apenas diez días, Gorbachov e Isabel II, se cierra el siglo XX occidental político, una o varias generaciones de mandatarios nacidos entre guerras europeas, que sufrieron la Segunda Guerra Mundial y les tocó gestionar la Europa de la segunda mitad del siglo XX.
Queda sólo, en los Estados Unidos, el incombustible Henry Kissinger, que a pesar de su influencia, no llegó a presidente. Sus memorias, publicadas o no, son la historia de Occidente post-segunda guerra mundial.
Luto en el Reino Unido de 2022
Es el titular fácil y oficial, pero si alguna vez la vida cotidiana siguió las pautas oficiales, esa época es ya pasado lejano. Hablemos del Reino Unido de hoy.
Demográficamente, es muy distinto al que era en 1952 cuando Isabel con 25 años accedió al trono. Al coronarla ya no era Emperatriz de la India, pero el Imperio Británico seguía teniendo colonias o protectorados importantes, sobre todo en África. Bajo su reinado se independizaron, por ejemplo, Kenia, Nigeria, Uganda, Sudán, Egipto, Kuwait, Catar, Malta, Chipre o Jamaica.
Bajo su reinado fue el desastre del Canal de Suez, la verdadera puntilla al Imperio Británico. Y, también, Hong-Kong pasó a ser parte de China. Isabel II subió al trono de una sociedad blanca y cristiana, pero poco a poco empezaron a llegar ciudadanos del Imperio procedentes de la India, Pakistán, Jamaica, África…
La población británica, muy en especial la inglesa, y aún más en especial la capital, Londres, y las ciudades industriales (Manchester, Liverpool, Birmingham, Leeds, Sheffield, Newcastle) fue haciéndose además de blanca y cristiana (con sus problemas de discriminación contra los católicos), más morena y musulmana, hindú, animista, agnóstica.
Además, la reina, ha pasado de protagonizar la primera transmisión en directo de televisión, en blanco y negro, a morir en una era en que literalmente cualquiera puede hacer una foto, difundir un gazapo o una mueca, o soltar bulos por doquier.
Podríamos decir que durante esos 70 años de reinado la sociedad en general, no sólo la británica, ha pasado de la credulidad por defecto, a la incredulidad y el desapego.
Lutos, fastos y crisis
Londres tiene, según los últimos datos, casi nueve millones de habitantes que viven distribuidos en distritos que funcionan como una agrupación de pueblos.
Nueve millones de personas, en una de las capitales más cosmopolitas del mundo, junto con Nueva York, convierten en osadía hablar en singular, atribuirle a la ciudad una única categoría y un único sentimiento. Es de cajón. No digamos ya tomar una parte de Londres por el todo del Reino Unido, 67 millones de habitantes, de Greenwich a Cardiff, Glasgow o Derry.
Sin salir del centro turístico y del transporte público, los días inmediatos a la muerte de la reina una veía la ciudad de siempre. Con las obras, bullicio y el ir y venir frenético de quien pierde el último metro o el cercanías. Los teatros,
abiertos y con colas para entrar, los pubs y restaurantes, como siempre, y por el Támesis los barcos-discoteca no dejaron de navegar con los altavoces a tope al caer la tarde.
¿Señales de luto? Sí, también: personas vestidas de negro que, supones, trabajan en organismos públicos o vinculados a la Casa Real; sobrias fotos de la reina con un simple (1926- 2022), principalmente en grandes establecimientos, tiendas de ONGs vinculadas a la Corona o algunos pubs, muy dados a la heráldica real en sus nomenclaturas.
Algunas tiendas de ropa, no todas, sacaron al escaparate vestimentas de luto para quien lo necesitara. ¿Luto o negocio? ¿Por qué no ambas cosas? ¿Respeto a la reina? Sin duda. ¿Fervor monárquico? Menos que décadas atrás. Y los fastos, sean de celebración cuando hay boda real o de luto, en este caso, no pueden ocultar una sociedad en una crisis multidimensional.
Crisis económica empezando por el precio al que se pondrá la energía a partir de octubre, crisis de los servicios públicos, sobre todo, de su querida sanidad pública, crisis identitaria que puede llevar a romper el "Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte".
Ese es el título oficial del país y esa es la preocupación de Carlos III, a juzgar por sus primeras visitas antes de enterrar a la madre: Escocia e Irlanda del Norte.
Anécdotas
Los periodistas tenemos tendencia a convertir la anécdota en categoría y a elevar a los taxistas a politólogos. Mis anécdotas van del camarero con sangre zaireña, cubana y chipriota, que trasnochó para homenajear con música a la reina la noche de su muerte, al conserje, blanco y de mediana edad, que estaba sinceramente desconcertado porque el sábado varios clientes periodistas le pedían un taxi para el palacio de Saint James, lugar en el que se proclamó al nuevo rey.
-"¿Pasa algo hoy en Saint James?"
-"¿Está usted de broma?"- le dije-.
-"No. Se lo pregunto sinceramente".
El sábado, día y medio después del anuncio de la muerte y de emisión ininterrumpida sobre la reina y el rey en todos los medios, no todo el mundo estaba pegado a la televisión.
Por otro lado, el taxista, londinense blanco, que lo primero que exclamó orgulloso fue "¡¿a qué somos los mejores organizando estos ceremoniales?!", me contó en la hora larga de trayecto y atascos que lo que realmente más le preocupa es que quería jubilarse en España y ahora con el 'Brexit' le será más difícil.
Se acabó la libertad de movimiento para británicos en la Unión Europea. Por decisión propia. De los británicos. Sobre este último gran cambio trascendental, la salida de la Unión Europea, también reinó Isabel II al final de sus días.
Un comentario jocoso entre amigos, no muy monárquicos, pero tampoco especialmente republicanos: "Creo que la reina se mantuvo en vida hasta darse el gusto de despedir a Boris Johnson como primer ministro". Anécdotas. No son la realidad, sólo una parte, igual que esa cola kilométrica para ver el féretro cerrado. La realidad suele ser poliédrica. Compleja.