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Primer aniversario volcán La Palma

La Palma, año uno: la isla que renace de las cenizas del volcán

  • Miles de habitantes del Valle de Aridane luchan por sobreponerse cuando se cumple el primer aniversario de la erupción
  • Los principales problemas a los que se enfrentan son las dificultades para recibir ayudas y la falta de vivienda

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El cono del nuevo volcán emerge sobre la vertiente occidental de La Palma.
El cono del nuevo volcán emerge sobre la vertiente occidental de La Palma.

A fuerza de convivir durante millones de años con los volcanes, el pino canario ha desarrollado una resistencia al fuego extraordinaria. Este árbol tiene grabada en sus genes una tenacidad indestructible, lo que le permite crecer en pedregales y terrenos áridos, donde la vida apenas puede abrirse paso. Lugares como las inmediaciones del nuevo volcán de La Palma, que llegaron a convertirse en un infierno de lava, gases y ceniza. Solo han pasado nueve meses desde el final de la erupción, y centenares de estas coníferas, que quedaron reducidas a astillas, ya han rebrotado en las faldas del volcán.

El pino canario es el símbolo natural de La Palma, y su capacidad de regeneración ha teñido de esperanza el paisaje lunar creado alrededor de la inmensa cicatriz que ahora recorre el Valle de Aridane. Pero este árbol es también el reflejo del espíritu de los palmeros que luchan por resurgir de sus cenizas, después de que hace ahora justo un año el suelo de la isla reventase como una olla a presión y lo cambiase todo para siempre.

"Durante mis consultas, yo siempre felicito a estas personas por cómo se han tomado la erupción, por su resistencia", asegura Félix González, jefe de servicio de Psiquiatría del Hospital de La Palma, quien durante los últimos meses ha prestado apoyo profesional a los afectados. Este médico se muestra sorprendido por la entereza con la que la mayor parte de ellos ha afrontado el duro golpe que les ha asestado la naturaleza. "A la población palmera la historia le ha hecho muy resiliente. Después del volcán de 1949, hubo gente que emigró a América, hizo dinero y regresó para construir sus viviendas, muchas de las cuales son las que ahora se ha llevado este volcán. Y ellos, sin dudarlo, vuelven a pensar otra vez en vivir ahí", manifiesta, recalcando esa firme obstinación de los habitantes del Valle de Aridane por no abandonar la tierra que los ha visto nacer.

En una isla donde las historias de volcanes han corrido de boca en boca durante siglos, las erupciones representan una posibilidad con la que hay que aprender a convivir. Aunque quizá las nuevas generaciones aún no habían tenido tiempo para asimilarla. "Nuestros abuelos y nuestros padres han vivido volcanes, pero ser joven no te da esa historia, y los jóvenes no tienen esa memoria colectiva tan instaurada", afirma González, quien explica que "parecería que los jóvenes tendrían que aguantar más, pero lo han hecho de forma distinta, y han sido más vulnerables al volcán".

Imagen de un pino canario brotando en una zona cercana al volcán de La Palma.

Imagen de un pino canario brotando en una zona cercana al volcán de La Palma. EFE / M. NOGALES

"Lo perdí todo"

En Tajuya, muy cerca del imponente cono que emerge aún humeante sobre la vertiente occidental de la isla, se encuentra Juan Jesús García, a quien todo el mundo conoce como Suso. Vive en un pequeño apartamento de alquiler, a 400 metros de la que fue su casa, aunque acaba de recibir una llamada en la que le han comunicado que por fin le han concedido una de las viviendas modulares instaladas en la localidad de Los Llanos de Aridane.

Suso ha impreso unas fotografías a gran tamaño de su antigua vivienda, y las ha pegado a la pared. Cuando alguien entra en su apartamento, es lo primero que ve. "Lo perdí todo: la casa, la finca, la bodega y dos terrenos", describe con una serenidad pasmosa, y admite que a pesar de todo "está bien" y que "no tiene quejas". "Para lo que oigo por ahí a la gente, a mí me han atendido bien y me han ayudado a pagar los alquileres", manifiesta. Su madre y su hermana, que vivían junto a él, también perdieron sus respectivas viviendas, pero cuenta que ellas lo están llevando peor.

"Yo ya no puedo aspirar a tener algo más. No puedo trabajar, porque me faltan los dos pies, y estoy dializándome. Mi idea más adelante es intentar comprar un pisito pequeño para instalarme en Los Llanos, en El Paso o en Tazacorte, cualquiera de los tres sitios me vale", confiesa.

Aún más cerca del volcán vive Santiago, a quien el médico le ha recomendado caminar después de una intervención quirúrgica reciente. La mañana es espléndida y él aprovecha para ir y venir por la carretera, en la que solo está permitido el tránsito de los vecinos y agricultores de la zona. A diferencia de Suso, no ha perdido su casa, ya que la lava se detuvo en la entrada de la parcela. "El volcán lo ha cambiado todo, pero yo lo que más echo en falta es a mis vecinos, porque a mí me ha quitado a los vecinos", dice.

Santiago vive con su esposa, y cuenta que de vez en cuando reciben la visita de algún amigo y de sus hijas, que residen en Tenerife. "La lava es fea, pero no me molesta. Yo sigo haciendo mi vida normal, más o menos como antes, aunque sientes la tristeza de que estás solo", expresa, sin poder evitar que se le quiebre la voz por la nostalgia.

El Valle de Aridane, partido en dos

Ladera abajo, siguiendo el curso petrificado de las coladas, se encuentra La Laguna. El volcán ha partido en dos al Valle de Aridane, y es quizá en esta población donde el desgarro se hace más evidente. La Laguna ha quedado a medio devorar, suspendida en el límite entre la vida y la destrucción. La lava sepultó gran parte de sus casas, pero se frenó a escasos metros de la iglesia y, aunque llegó a rodearla, no la dañó. Ahora, el templo se ha convertido en un espacio de encuentro no solo para los laguneros, sino también para los vecinos de Todoque, el barrio que se llevó la peor parte de la erupción.

Al frente de la iglesia está Alberto Hernández, sacerdote en La Laguna, Todoque, Las Manchas y Puerto Naos. Este párroco pudo reabrir el templo el pasado 15 de mayo, después de llevar a cabo labores de acondicionamiento, y se ha encargado de que allí también esté representado Todoque, añadiendo símbolos e imágenes como la de su patrón, San Pío. "El espacio geográfico es difícilmente recuperable, y por ello los vecinos de Todoque se aferran mucho a su identidad como comunidad. Saben que cada vez que se reúnen, allí está Todoque", declara.

Sobre la situación anímica general, Hernández reconoce que las heridas siguen abiertas, aunque cree que en algunos casos ya han comenzado a cerrarse. "El paso de un año comienza a arrojar algo de luz en muchas situaciones, aunque no en todas", asegura, y cuenta cómo "muchas personas tienen ya su vida un poco orientada". "Unos han comprado un suelo para poder construir, e incluso están ya construyendo, mientras que otros viven en las casas que ha entregado la Administración, o tienen la promesa de que en las próximas semanas les van a entregar una vivienda provisional… Cada uno, según sus posibilidades, está buscando soluciones", explica.

Imagen de las coladas, con el volcán al fondo, desde Las Norias.

Imagen de las coladas, con el volcán al fondo, desde Las Norias. RTVE.es

La iglesia de La Laguna no es el único punto de encuentro para la población de Todoque. El bar Las Tejas, en Los Llanos de Aridane, también se ha convertido en un refugio donde los todoqueros acuden para reencontrarse con una parte de ese pasado engullido por el volcán. El bar ya existía en Todoque, pero fue destruido por la lava el pasado 20 de octubre. Después de buscar un nuevo emplazamiento durante meses, sus dueños consiguieron reabrirlo el pasado mayo, "siguiendo la misma línea que tenía". "No es igual a lo que había allí, pero al menos es algo parecido, con la misma comida, la misma gente… Así que a nuestros clientes se les hace más llevadero. Aquí se han encontrado vecinos que no se veían desde la erupción", cuenta Jorge, quien regenta el negocio junto con sus padres.

Las paredes del establecimiento están llenas de fotografías de Todoque. Entre ellas, destaca la de la iglesia con su torre, cuyo derrumbe, capturado en directo por las cámaras y después repetido en las pantallas de medio mundo hasta la saturación, se convirtió en una de las imágenes más representativas del desastre de La Palma. "Hay mucha resignación, porque el volcán se lo llevó todo y hay que comenzar de nuevo, aunque a casi todos les veo con ánimo de empezar otra vez. Pero la cosa está muy difícil aquí en la isla por el tema de los precios, porque no hay vivienda", se lamenta Jorge.

De todos los afectados por la erupción volcánica, las aproximadamente 2.000 personas que han perdido su hogar son las que se encuentran en peor situación. Entre los obstáculos a los que se están enfrentando, destacan dos: las dificultades a la hora de recibir las ayudas prometidas y una falta de viviendas en la isla que ya existía antes de la erupción, pero que se ha agudizado hasta extremos escandalosos, lo que ha derivado en una burbuja especulativa que ha puesto los precios por las nubes, disparando no solo los alquileres, sino también la compra de suelo rústico, después del decreto del Gobierno de Canarias que autoriza a construir en este tipo de terrenos, precisamente para tratar de paliar la escasez de viviendas.

Una carretera sobre las coladas

Regresamos a la iglesia de La Laguna, ya que frente a ella parte la nueva carretera abierta por encima de las coladas, que llega hasta Las Norias y ha restablecido la comunicación entre el norte y el sur del Valle de Aridane. La pista, que tiene una longitud de tres kilómetros, es poco más que un camino de cabras, y atravesarla supone sumergirse de lleno en la devastación vomitada por el volcán. Las montañas de La Laguna y Todoque sobresalen del paisaje uniforme y sirven como referencia para ubicar las poblaciones que ahora yacen bajo millones de toneladas de lava. En algunos tramos, la conducción se convierte en un doloroso ejercicio de arqueología, ya que el corte llevado a cabo por las excavadoras para abrirse paso ha dejado al descubierto algunas viviendas que aparecen estratificadas, como el vestigio más crudo de la tragedia de la isla.

Carretera abierta sobre las coladas que enlaza La Laguna con Las Norias.

Carretera abierta sobre las coladas que enlaza La Laguna con Las Norias. D. MARTIN / AFP

Ya en Las Norias, subiendo por el camino La Majada, se encuentra un grupo de viviendas que milagrosamente han sobrevivido a la erupción, convertidas en una isla de vida dentro del océano apagado que la rodea. José Luis y Eloísa trabajan en un jardín, terminando de limpiar uno de los dos apartamentos que tienen allí, y que alquilan para temporadas largas. "Cuando llegamos por primera vez, esto parecía un infierno. Todo estaba negro, pero poco a poco lo hemos ido acondicionando", recuerda José Luis, y confiesa que el desaliento inicial se ha ido transformando en esperanza, ya que "cada día que pasa, viene uno con mayor ilusión, con más ganas de echar esto a andar".

Junto a sus apartamentos, la lava ha sepultado parcialmente el jardín de la casa de Canu, y se ha amontonado sobre las paredes laterales, dañando la estructura del edificio. A ella le ha sucedido algo similar que a sus vecinos. Cuando le dejaron entrar en la vivienda por primera vez después de la erupción se le cayó el alma a los pies, pero ahora la ve con mejores ojos. "Desde los primeros días que vine hasta ahora ha cambiado, y me he vuelto a ilusionar, sobre todo desde que el aparejador me dijo que la casa era recuperable, y también después de estar un año sin encontrar otra vivienda en la isla, porque ahora mismo es imposible", reconoce. "Después de superar ese bache emocional, ahora me doy cuenta de que soy afortunada, porque voy a poder recuperar el lugar donde vivía", declara.

Ese "bache emocional" al que se refiere Canu es un proceso que los habitantes del Valle de Aridane, en mayor o menor medida, han tenido que afrontar durante el último año. Félix González, jefe de servicio de Psiquiatría del Hospital de La Palma, considera que la erupción "ha sido como un duelo masivo" para los isleños. "Ahora la incertidumbre está en si les va a pagar la Administración o no, cuánto les van a pagar, dónde van a vivir... Se han sucedido dos incertidumbres: primero si el volcán se iba a llevar su casa y ahora esta. Aunque yo a la gente la veo muy bien para todo lo que ha pasado", manifiesta.

Lava amontonada sobre una de las paredes de la casa de Canu, en Las Norias.

Lava amontonada sobre una de las paredes de la casa de Canu, en Las Norias. RTVE.es

Este psiquiatra se muestra convencido de que la mayoría de los afectados "van a superar esto, porque es algo que ya ha pasado en otros momentos de la historia, en otros países y en otras catástrofes", aunque matiza que "a una parte pequeña le va a costar más, y a una parte aún más pequeña le va a costar mucho más".

Como el pino canario que ha salpicado de verde la oscura cicatriz que ahora recorre la superficie de La Palma, los habitantes de esta isla comienzan a resurgir de las cenizas del volcán con una obstinación que parecen llevar inscrita en los genes. Igual que ellos, lo han hecho sus antepasados durante siglos, en este rincón del Atlántico donde el fuego que surge de las entrañas de la tierra les da la vida y al mismo tiempo se la arrebata.