El desciframiento de la piedra Rosetta y los 200 años de disputa entre Egipto, Francia y Reino Unido
- El 27 de septiembre de 1822, Jean-François Champollion anunciaba su descubrimiento de la lectura jeroglífica
Fue la epifanía absoluta de la egiptología. El 27 de septiembre de 1822, Jean-François Champollion (1790-1832) entró en la Academia de Inscripciones de París con la llave de un mundo arcano. Entre sus papeles, una carta con esta inscripción: Carta para M. Dacier relativa al alfabeto fonético jeroglífico utilizado por los egipcios. Champollion no había tenido acceso a la auténtica piedra Rosetta, pero a través de una réplica pudo estudiar durante años la equivalencia entre jeroglíficos, escritura demótica y griego inscritas en 196 a. C. , y descifrar así la comprensión del fascinante antiguo egipcio.
Champollion resolvió el misterio, pero la pugna por el patrimonio no ha cesado en 200 años. Mientras la piedra Rosetta original sigue siendo uno de los grandes orgullos del Museo Británico en Londres, el aniversario tiene distintos enfoques en Egipto, Francia y Reino Unido.
Francia celebra al héroe nacional de la egiptología con distintas muestras, la más importante en la Biblioteca Nacional Francesa. En la misma orilla del Sena, en el Collège de France, otra exposición recuerda a quien ostentó la primera cátedra de egiptología, y en el patio luce la imponente estatua de Champollion erigida por el escultor Bartholdi en 1875 para una exposición universal.
¿Qué habría pensado el propio egiptólogo, fallecido en 1832, de su estatua? Es una pregunta sin respuesta, pero como muchas representaciones del pasado son chocantes en la actualidad. Champollion aparece reflexivo, apoyando su codo sobre su muslo, mientras pisa la estatua caída de un faraón.
En 2013 ya habían saltado las primeras protestas, cuando un grupo de influyentes arqueólogos e intelectuales egipcios presentaron una petición al Ministerio de Cultura egipcio en la que calificaban de "vergonzosa" y "degradante para la civilización egipcia" la estatua. Un debate reavivado en durante el verano del blacklivesmatter de 2020, cuando muchas representaciones del colonialismo francés cayeron, literalmente, de su pedestal. El egiptólogo Bassam el-Shammaa solicitó a la UNESCO que Francia retirase la estatua por “expresar el racismo” y comparándola con el policía que pisaba a George Floyd.
Pero toda esa polémica atañe a la estatua y nada tiene que ver con Champollion, que no solo fue un hijo de la revolución que creía en la meritocracia, sino que tuvo una conciencia crítica con el colonialismo de occidente. En una carta de 1828, detallaba cómo unas mujeres de la alta sociedad se burlaban de unas nativas norteamericanas de la tribu osage en París. “Nuestras bellas parisinas se reían… ¿Quién, te pregunto, merecía el nombre y atuendo de salvaje?”.
Champollion vs. Young, dos imperios tras Rosetta
El desciframiento de Rosetta es un éxito francés, aunque la piedra no llegó a los dos años de custodia en manos de las tropas napoleónicas que la encontraron enterrada en el desierto en 1799. En 1801 las tropas británicas llegaron a Egipto derrotando a los franceses y en 1802 ya lucía en el Museo Británico, donde ha estado expuesta salvo cuando fue trasladada a un túnel en la Primera Guerra Mundial.
Pero a los estudiosos franceses les había dado tiempo a elaborar impresiones de la piedra, que circularon por todas sus instituciones académicas. Aunque de origen humilde, Jean-François Champollion fue un niño prodigio que los 13 años ya dominaba seis lenguas antiguas. En 1804, con apenas 14 años, tiene su primer contacto con las impresiones de la piedra y se consagra a su desciframiento.
Paralelamente, el británico Thomas Young, médico que descubrió el astigmatismo, asumió en 1814 el reto de comprender la piedra, a la que tenía acceso directo en Londres. Young, otro prodigio, era un científico eminente y durante años estableció con Champollion cierta amistad y mucha rivalidad. Young descubrió en Rosetta varias referencias a Ptolomeo, dato capital usado por Champollion, y en un primer momento desconfió de la revelación del francés.
Pronto quedó de manifiesto que solo Champollion podía leer jeroglíficos, sin embargo, la rivalidad nacionalista no acaba nunca. Richard Parkinson, conservador de la colección egipcia del Museo Británico entre 1991 y 2013, señalaba que los visitantes franceses se quejaban de que el retrato de Champollion en el museo era más pequeño que el de Young. Y que igualmente algunos ingleses se quejaban de lo contrario.
Disputa del símbolo
El museo de El Cairo exhibe una réplica de la piedra mientras en Londres, bajo el vidrio protector, queda la piedra como uno de los mayores símbolos de la gloria o expolio británico.
Zahi Hawass, el egiptólogo y divulgador más célebre de la actualidad, lanzaba en The national news la petición de la devolución de los tres grandes símbolos egipcios: la Piedra Rosetta, un techo del zodiaco en el Louvre en París y un busto de la reina Nefertiti, en el Museo Nuevo de Berlín.
“La Piedra de Rosetta es el icono de la identidad egipcia. El Museo Británico no tiene derecho a mostrar este artefacto al público”, afirmaba. En eso, llegamos a un punto muerto, ya que la postura del museo es conocida: su colección es gratuita y no hay mejor lugar para que se pueda acceder a un vasto panorama de la antigüedad. El 13 de octubre inaugura su ambiciosa muestra del bicentenario, que contará con más de 240 objetos, incluidos préstamos de colecciones nacionales e internacionales.