Return to Monkey Island: una gran historia de aventuras piratas con todo el humor de Guybrush Threepwood
- Ron Gilbert y Dave Grossman vuelven con esta genialidad 30 años después y revitalizan la saga en su sexta entrega
- Los chistes, puzzles de ingenio y una maravilla de personajes copan una aventura gráfica con pocos ‘peros’
Había ganas, muchas, de volver a surcar las aguas del Caribe y regresar a la ‘isla mono’ con el nuevo videojuego de Ron Gilbert y Dave Grossman. Una vez encontrado su famoso ‘secreto’, se puede decir que Return to Monkey Island (de Terrible Toybox y Lucasfilm) es mucho más que un canto a la nostalgia de la era dorada de las aventuras gráficas, es una gran historia de aventuras repleta de humor, ingenio, puzzles y personajes queridos que revitaliza la saga del autoproclamado "gran pirata" Guybrush Threepwood y la hace atractiva también a las nuevas generaciones.
Una vez jugada la versión para PC tras su lanzamiento el pasado 19 de septiembre (está disponible también en Nintendo Switch), intentaremos hacer aquí un análisis tratando de evitar spoilers argumentales, aunque pedimos disculpas de antemano si algún detalle se escapa.
Han transcurrido más de 30 años desde que Gilbert y Grossman abandonaran a Threepwood en un parque de atracciones tras enfrentarse al malvado pirata LeChuck en la segunda entrega de la saga (LeChuck’s Revenge). Aunque en este tiempo Guybrush ha vivido otras tres aventuras, sus creadores originales han vuelto por fin con un juego que deja muy buen sabor de boca y que comienza, precisamente, donde terminó entonces.
Al igual que ellos, Guybrush es ahora más maduro y el mundo en el que sigue queriendo ser un gran pirata ha cambiado. Las modas son distintas, las generaciones nuevas vienen pisando fuerte y ya nadie recuerda su legado (aunque siempre tuvo que esforzarse por ser reconocido). LeChuck tampoco es el temible pirata de antaño y la piratería ya no se rige por las normas impuestas por los tres famosos piratas del Scumm Bar, que están dedicándose, digamos, a otras cuestiones. Pero hay cosas que no cambian, y un archienemigo lo es para toda la vida. Así, durante todo el juego, nuestro protagonista tendrá en mente derrotar de nuevo al pirata zombi hasta conseguir tener en su poder el famoso secreto de Monkey Island.
Una mezcla entre la nostalgia y la originalidad de una historia nueva
Es cierto que el juego tira de nostalgia y muchos guiños al pasado. La estructura del mismo, en cinco actos, es bastante similar al Monkey 2. Aparecen numerosos personajes ya conocidos: Elaine Marley, el imprescindible y estrambótico Stan, el sufrido cartógrafo Wally o la señora del vudú, sin dejar atrás a la calavera demoníaca Murray, el ‘running gag’ de esta entrega como ya fuera en la tercera edición.
Pero la nostalgia no se impone a la originalidad de los creadores ante una historia potente en la que aparecen nuevos escenarios y nuevos personajes, con quienes merece la pena deleitarse agotando todas las posibilidades de conversación ante el humor absurdo propio de Guybrush, que está presente desde el minuto uno. De hecho, esa amplitud conversacional invita a jugarlo por segunda vez.
Entre lo mejor del juego, destaca la entrañable y pintoresca tripulación de LeChuck, así como el cuarto de los cinco actos del juego, que es un verdadero regalo en cuanto a escenarios y puzzles nuevos.
Álbum de recuerdos, un Trivial y un libro de pistas
Para quienes no han jugado las anteriores entregas, o solo algunas, Return to Monkey Island cuenta con un cuaderno de recuerdos con imágenes y objetos en el que poder repasar todas y cada una de las aventuras de Guybrush y poder situar al personaje en el momento actual. Esto es algo que, incluso habiendo jugado a los cinco juegos precedentes, ayuda, ya que muchas cuestiones se pueden haber olvidado. El jugador también se encontrará con una pequeña recopilación de los avances que ha hecho y lo que ha ocurrido cuando vuelva a sumergirse en la aventura.
Otra novedad que tiene esta entrega es un juego de Trivial: Guybrush irá encontrando tarjetas escondidas en los distintos escenarios que recopilará en un álbum. En cada una de ellas, hay una pregunta sobre el videojuego actual. Se trata de un simple extra al juego que no afecta en nada a la historia y que no aporta gran diferencia. Son preguntas, además, muy concretas en algunos casos, como cuántas flores aparecen en los setos de un determinado escenario. Eso sí, se echa en falta el tradicional juego de espadas de las tres primeras entregas, aunque a cambio habrá otro juego en el que Guybrush deberá hacerse diestro (y que no vamos a revelar).
Por otra parte, ante los dos modos que ofrece el juego, es altamente aconsejable jugar en modo difícil para no perderse detalle. De hecho, quizá lo que se echa en falta es un poco más de dificultad en la resolución de las metas. Atrás queda eso de ir probando cada objeto de nuestro inventario a ver si funciona con otro o con un personaje y rezando porque haya suerte, que era parte del encanto de estos videojuegos. Y es que todo cuadra con bastante lógica y es difícil atascarse. Pero, en caso de no saber cómo continuar, el jugador cuenta con dos importantes ayudas: una lista de tareas que sería el orgullo de cualquier profesor de primaria que quisiese enseñar esquemas, y un libro de pistas que saca del atolladero ante cualquier situación.
Y es que muchos no se acuerdan, pero en el pasado era muy posible acabar dedicando horas a probar opciones y recorrer una y otra vez los escenarios en busca de algo nuevo, o preguntar a alguien que se hubiera pasado el videojuego para que nos diera una solución. A partir de los 2000 las guías de internet facilitaban estas cuestiones, pero tenían el peligro de spoiler.
Más fácil de jugar pero con menos opciones para probar locuras
Lo cierto es que en esta facilidad del juego influye bastante la forma en la que los creadores lo han diseñado y que se basa en el point and click (señala y clica), que limita a dos las opciones que nos da el ratón: mirar y actuar. No hay, por tanto, ese recuadro con las múltiples opciones de "hablar", "ir hacia", "coger", "dar", etc. que Gilbert sí empleó, por ejemplo, en Thimbleweed Park, la aventura gráfica que lanzó en 2017 (con estética retro y pixelada). Eso nos impide probar locuras como en anteriores entregas, en las que se podía probar a mezclar objetos o a utilizarlos sin ningún sentido, ante lo que Guybrush solía responder que no quería hacer eso o no tenía sentido.
Mucho se ha hablado precisamente de la estética de Return to Monkey Island, algo poligonal y que no ha estado exenta de críticas. A nuestro parecer el estilo visual, que corre a cargo de Rex Crowle, hace de este un juego bonito de ver y se disfruta bastante. Nada que ver con Escape of Monkey Island y Tales of Monkey Island (la cuarta y quinta entrega), que se disfrutaba mucho menos en la parte artística.
Además de un doblaje sobresaliente, el broche final lo pone la preciosa banda sonora, que corre a cargo de Michael Land, Peter McConnel y Clint Bajakian, quienes ya participaron en los dos primeros juegos.
CONCLUSIÓN
Monkey Island es un videojuego para disfrutar, y mucho, del argumento, de los chistes y de la genialidad de todos y cada uno de los personajes. Hay pocos ‘peros’ a este juego, los anteriormente mencionados, que no hacen sombra a la que es una gran historia de aventura gráfica. Los fans de la saga probablemente acabarán con un buen sabor de boca (si bien, el final del juego puede no gustar a todos), y los ‘neófitos’ en Monkey Island e, incluso, en este tipo de juegos, encontrarán aquí una maravillosa puerta de entrada a todo un universo pirata que ya ha hecho historia en la cultura de los videojuegos. Si no, al menos, aprenderán cómo hacer una buena fregona.