Los mapas de las sequías en España: la meteorológica, la de los embalses y la del campo
- La sequía prolongada afecta al menos al 38,5% de la superficie peninsular, y la escasez es grave o severa en el 37,2%
España atraviesa un período de sequía extensa y prolongada. Es un hecho que avalan los datos y que evidencia una mirada al cielo, a los ríos y a los campos. No es un fenómeno limitado a nuestro país, forma parte del calentamiento global del planeta, pero en ocasiones nos damos cuenta tarde, cuando sus efectos impactan en nuestro día a día: restricciones, cortes de agua y pobres cosechas que hacen aumentar los precios de los alimentos.
El tercer año más seco en España desde que hay registros
El año hidrológico 2021-2022 ha sido el tercero más seco desde que se tienen registros, en los últimos 61 años. Las precipitaciones acumuladas en España desde el 1 de octubre de 2021 hasta el pasado 30 de septiembre fueron un 25% menores de lo normal. Y eso es el promedio, porque hay amplias zonas donde el déficit de precipitaciones rondó o superó el 50%.
Como se ve en el mapa, en los tercios oeste y sur de la península es donde menos precipitaciones hubo respecto a lo esperado, mientras que en el Levante, desde el sur de Almería y hasta el delta del Ebro, y en parte de la cornisa cantábrica, ha llovido más de lo habitual.
Otra manera de representar este escenario es ver la evolución de la sequía en los últimos meses, con la evolución del SPEI (Índice de Precipitación Evaporación Estandarizada) en una escala temporal de 12 meses a lo largo de los trimestres del pasado año hidrológico.
Este indicador, que se obtiene con los datos de precipitación y los de demanda de agua de la atmósfera, da fe de cómo menguó el agua disponible tanto por la falta de lluvias generalizada -salvo en los meses de marzo y abril- como por el exceso de calor durante buena parte del año. Y refleja la evolución, extensión y severidad de la sequía meteorológica.
No obstante, el déficit de precipitaciones de un año concreto no conduce necesariamente a una sequía persistente. Proyectemos el mapa de la sequía sobre los límites de las demarcaciones hidrográficas del país, donde se gestionan las reservas de agua. Con los últimos datos disponibles del Ministerio de Transición Ecológica, a 31 de agosto, el 38,5% de la superficie se encontraba en sequía prolongada, el doble que en la misma fecha del año anterior (19,3%). Son 43 unidades territoriales en esta situación, repartidas en las cuencas del Guadiana, Tajo, Duero, Ebro, Miño-Sil y Galicia Costa.
Las previsiones para el otoño no harán 'reverdecer' este mapa. El nuevo año hidrológico ha comenzado como terminó el anterior, con más calor de lo habitual. Un calor que produce mayor evaporación y que no es compensado por unas lluvias que no se están repartiendo de manera homogénea por el territorio.
Según la Agencia Española de Meteorología (Aemet), hay un 40% de probabilidades de que los meses de octubre, noviembre y diciembre sean más cálidos de lo normal en la península, porcentaje que se eleva al 50% en Baleares, mientras que para Canarias no hay una tendencia clara. Por consiguiente, se deduce una mayor tensión sobre las reservas de agua acumulada en España.
Sequía hidrológica, resultado de la gestión de un bien escaso
Los embalses españoles se encuentran en niveles mínimos en las últimas tres décadas. Con las reservas de agua embalsada al 31,9% de su capacidad, no se veía un nivel medio tan bajo desde 1995, año que marcó un hito histórico de sequía.
En la actualidad, el 15,7% del territorio está en un escenario de emergencia por escasez grave de agua, tres veces más que el año anterior; además, el 21,5% se encuentra en alerta y otro tanto en prealerta, es decir, en situación de escasez moderada. Como se ve en los mapas anteriores, a lo largo del pasado año hidrológico la situación ha empeorado en todas las cuencas hidrográficas de las que se dispone información, salvo en las del Júcar y el Segura.
Con la información actualizada a 30 de septiembre, en la cuenca del Guadalquivir -la que está en peor situación-, todas sus demarcaciones se encuentran en alerta o emergencia por escasez, con la única excepción de Ceuta. Y, sin embargo, pese a la falta de lluvias en el último año, no se encuentra en alerta atendiendo a los indicadores de sequía prolongada. El fenómeno se repite en la parte manchega de la cuenca del Guadiana, la del Tajo en el norte de Cáceres y la región de Murcia.
Ello nos habla de un problema de tensión entre la demanda y disponibilidad de agua, es decir, de sobreexplotación, de gastar lo que no se tiene. Las perspectivas para el otoño no son halagüeñas para los embalses, por lo que los responsables de varias confederaciones hidrográficas, como las del Duero o Miño-Sil, llaman a los ayuntamientos a hacer un consumo responsable ante una sequía que perdurará a medio plazo.
A medio y largo plazo, la solución pasa por "mejorar la estrategia de infraestructura hidráulica", explica María José Polo, catedrática de Ingeniería Hidráulica en la Universidad de Córdoba. Pero eso no significa construir más embalses "para seguir manteniendo un nivel de consumo que ya es excesivo". "Es como si para solucionar mi exceso de gasto me abro más cuentas, o pido más tarjetas y voy jugando con el crédito", compara en declaraciones a DatosRTVE. Podríamos construir más embalses, añade, pero estarían semivacíos.
Sequía agrícola: el suelo en Europa, cada vez más seco
Puede haber sequía meteorológica y que no afecte a la agricultura, porque el suelo aún mantiene suficiente humedad para nutrir a las plantas. Pero cuando la situación se prolonga y el suelo se seca, disminuye el rendimiento de los cultivos, con importantes consecuencias socioeconómicas.
El siguiente mapa muestra las áreas de Europa que están afectadas o pueden verse afectadas por la sequía agrícola en la segunda decena de este septiembre, según el Indicador Combinado de Sequía (CDI) que proporciona el Observatorio Europeo de la Sequía gracias al satélite Copernicus.
Se trata de un índice que combina la observación de las precipitaciones con la humedad del suelo y la respuesta de la vegetación. Las áreas en amarillo están "en vigilancia", lo que indica que la precipitación ha sido menor de lo normal; las naranjas representan las zonas en "alerta" por déficit de humedad en el suelo, mientras que las rojas señalan "alerta" al presentar la vegetación anomalías negativas en su crecimiento.
En ese sentido, la situación en España es peor en la mitad norte, donde la vegetación sufre más estrés por la falta de lluvias, que en el sur, donde proliferan cultivos leñosos de secano, como el olivo, que, pese a tener la peor cosecha en años, son más resistentes al calor por naturaleza. Más al norte, en amplias zonas de Francia, Inglaterra y el centro y este de Europa, un año extraordinariamente cálido ha puesto en peligro a los campos y bosques de países poco acostumbrados a períodos tan secos.
No es la foto fija de un año en particular. Los registros indican que Europa nunca ha estado tan seca como en estas últimas décadas. Un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad de Salamanca analizaba la evolución de la humedad del suelo en Europa en los últimos 30 años y llegaba a la conclusión de que el suelo tiene cada vez menos agua, en cualquiera de los climas del continente, pero en especial en el centro y este de Europa.
Europa sufre sequías más frecuentes, intensas y duraderas, que ponen en riesgo las cosechas presentes y dificultan la recuperación para años posteriores. En el caso de España, otro estudio muestra un aumento de la sequía agrícola entre mayo y octubre, lo que afecta a los períodos de crecimiento de importantes cultivos, como los cereales y la uva.
Se cierne así una amenaza sobre alimentos de nuestro día a día. En un titular llamativo, la sequía podría dejarnos sin leche y hasta sin cerveza, según señalaba en TVE esta semana Fernando Valladares, profesor de investigación del CSIC.
Las sequías no son extrañas en nuestro clima mediterráneo, y, aunque es grave que en un solo año las precipitaciones hayan sido un 25% menores de lo normal, sus efectos los empeora la explotación descontrolada de un recurso menguado. "Estamos sobrepasando todas las líneas rojas del derroche. El agua que gastamos, los regadíos desproporcionados que no paran de crecer o los pozos ilegales que sustraen un agua que necesitamos todos son lo que al final está determinando todo", afirma Valladares, especializado en Biogeografía y Cambio Global.
Repensar el sistema de gestión del agua
El futuro apunta a repetir una secuencia ya advertida por los científicos: con el cambio climático, las temperaturas suben y las sequías se hacen más frecuentes y severas. La menor cantidad de lluvias y la mayor evaporación y transpiración por el calor reducen el agua disponible para el consumo humano; y si no se controla la demanda, que sigue creciendo, la escasez coyuntural se hará crónica.
Con este escenario, urge adoptar medidas para adaptar la gestión de los recursos hídricos y de su uso en la agricultura al cambio climático. Un trabajo que conviene acometer en los años de bonanza y no cuando la necesidad acucia, recuerda la profesora María José Polo, y que implica una reconversión de modelo, adaptar una nueva mentalidad de que España no puede mantener todos sus regadíos.
"Ha habido reconversiones de industrias en este país: la siderurgia, el sector pesquero... Han tenido un coste social, claro que sí, pero se han hecho porque la situación llega a un estado que es insostenible y creo que estamos en ese momento en que hay que repensar este sistema", concluye.