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El día que Gabo fue a conocer el hielo: "Era como la novela 'Cien años de soledad'"

  • Hace 40 años que la Academia Sueca anunció el Nobel de Literatura al escritor colombiano
  • Más de un centenar de compatriotas viajaron con García Márquez a las gélidas tierras suecas

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El Nobel de Literatura de García Márquez cumple 40 años

Aquella mañana de octubre del 82, Gabo, que había llegado a México exiliado un año antes, recibía en su casa la llamada de la Academia Sueca. Su primera reacción de euforia dio paso a cierta sensación de miedo por sus creencias supersticiosas.

"Él creía mucho en la superchería y decía: seguro que ahora que me dieron el Nobel me voy a morir". El escritor Gonzalo Mallarino Flórez recoge esta anécdota en su último libro El día que Gabo ganó el Nobel (Planeta, septiembre de 2022).

Mallarino, hijo del también escritor Gonzalo Mallarino Botero -uno de los mejores amigos de García Márquez-, tuvo la suerte de acompañar a la delegación colombiana que se trasladó a Suecia.

"El gobierno y el pueblo colombiano sentían que había ganado la copa mundo de fútbol y que había que ir a celebrarlo. Entonces prestaron ese avión en Avianca y Gabo lo llenó de sus amigos y allá nos fuimos, como si de un paseo a tierra caliente se tratara" cuenta Gonzalo.

La celebración pasó a la historia por su rotundo éxito

Ignorando las críticas de quienes no veían con buenos ojos a Gabriel García Márquez y que consideraban que el escritor iba a hacer el ridículo con semejante despliegue en Estocolmo, más de cien personas fletaron el avión en dirección a Europa.

Como si se tratara de una fábula, Gabo, que odiaba el frío, buscó el calor en sus amigos del Caribe, a los que llevó también a conocer el hielo. "Era como la novela Cien años de soledad. Allá llegamos y nos desparramos por toda la ciudad. Todos los bailarines, los cantantes con sus pasamontañas y sus guantes. Además, la mayoría de ellos eran negros que no habían estado nunca en un invierno boreal de esos ni conocían la nieve" reflexiona Mallarino.

Ni los ritmos caribeños que sonaron durante la ceremonia, ni la presencia de Gabriel García Márquez rompiendo el protocolo con su impoluto liquiliqui (traje tradicional costeño) fueron motivo de desaprobación. Todo lo contrario, la celebración pasó a la historia por su rotundo éxito. "La prensa sueca nos daba las gracias por haberles enseñado a celebrar un Nobel" confiesa el escritor Gonzalo Mallarino Flórez.

Ocho años después de su muerte, su legado está presente en muchos rincones de Colombia. Pero a día de hoy también hay algunos sectores que, a pesar de los éxitos cosechados, siguen rechazando al de Aracataca; lo hacen motivados por las ideas que profesaba y las amistades que tenía.

En los pasillos del diario El Espectador, donde Gabo hizo sus primeros pinitos como periodista en los años 40, se respira ese cariño. Su manera de trabajar todavía permanece en el ADN del periódico. "Cuando recibimos periodistas nuevos, siempre nos gusta que tengan un lado narrativo, que sean buenos lectores, que sean buenos narradores y para eso siempre hay que estar conectados con la literatura" revela Nelson Freddy Padilla, editor de El Espectador.

Las anotaciones del puño y letra del Nobel

El rigor, la exigencia y el detalle con el que desempeñaba el periodismo se aprecian en sus correcciones. La periodista Patricia Lara conserva en su archivo de la revista Cambio, las anotaciones del puño y letra del Nobel. Las páginas aparecen plagadas de sugerencias hechas a mano en los borradores y en las ediciones ya publicadas.

La pasión con la que García Márquez ejercía la profesión dio lugar a los premios que llevan su nombre y que estos días se entregan en Bogotá. Coincidiendo con los 40 años del anuncio del Nobel, se celebra la décima edición del Festival Gabo, donde serán galardonados los mejores trabajos de investigación periodística de Iberoamérica.

Pero muchos años antes de que ganara el Nobel, Gabriel García Márquez ya era un escritor reconocido. En 1967 la publicación de Cien años de soledadlo consagró entre los Grandes de la Literatura. Pero no fueron tiempos fáciles.

"El día que lo terminé nos fuimos al correo Merces (la mujer de Gabo) y yo. Eran 700 páginas y entonces lo pesaron y dijeron que costaba 83 pesos de México a Argentina. Y Mercedes me dijo: no tengo sino 45" desvelaba el propio Gabo al periodista Germán Castro en una entrevista para RTI en 1976. La historia no termina ahí.

Como la pareja no tenía suficiente dinero, envió solo la mitad de la obra. Para que la novela saliera a la luz, su mujer, Mercedes Barcha, tuvo que empeñar los últimos objetos que le quedaban. "Y yo me di cuenta, que cuando salimos del correo, estaba verde de encabronamiento. Y me dijo: ahora lo único que falta es que esta novela sea mala (risas)", contaba Gabo en aquella misma entrevista.

Afortunadamente Mercedes estaba equivocada.