Juan Mayorga: "Es injusto que la literatura dramática esté más arrinconada que libros de viajes o gastronomía"
- El dramaturgo español más representado en el mundo recoge mañana el Premio Princesa de las Letras
- Princesa de Asturias, en directo, viernes 28 de octubre a las 18:30 h. en La1 y RTVE Play
En Juan Mayorga (Madrid, 1965) confluyen el matemático, el filósofo y el poeta, aunque esencialmente sea dramaturgo. El autor español vivo más representado en el mundo dice los días previos a los Premios Princesa de Asturias que tanta exposición “no es para él”. Aunque sinceramente modesto, reclama con orgullo el valor de su disciplina y defiende que el teatro "es el arte del futuro".
Tiene muy presente que cuando pronuncie su discurso como Premio Princesa de la Letras en el Teatro Campoamor de Oviedo estará pisando el mismo escenario en el que Núria Espert declamó Doña Rosita la soltera en 2016 al recoger su premio Princesa de las Artes: la misma actriz y la misma obra que despertaron su vocación teatral en 1981.
PREGUNTA.: De tu discurso de ingreso en la RAE salió una obra de teatro, Silencio
RESPUESTA.: No, no. Cuando estaba escribiendo aquel discurso intuía que iba a haber una obra de teatro y buscaba una teatralidad en su fondo y forma. Ahora son unas circunstancias distintas: es una pieza que tiene que tener una duración de cinco minutos, que en todo caso daría para una pieza de teatro para minutos. Pero es verdad que al género del discurso le corresonde una teatralidad, es decir, cuando uno lo escribe sabe que no es palabra para ser leída en soledad, sino para ser pronunciada.
P.: ¿Y, como en la RAE, vas a destacar algo concreto del hecho teatral?
R.: Me importa el hecho de que el premio se llame Premio de las Letras. He partido de un recuerdo por suerte no muy lejano: cuando mis tres hijos, Miguel, Beatriz y Raquel, descubrieron las letras. Eran como elementos mágicos de cuya combinación podían salir mundos. Esa vinculación entre las letras, el juego y el milagro, esa capacidad que tienen los niños para, juntando unas letras, formar frases extraordinarias, nos dice algo sobre el poder de las letras y su poder en un escenario.
P.: Es menos frecuente que los premios de literatura reconozcan a dramaturgos, como también sucede con los poetas ¿Crees que la dramaturgia está perdiendo relevancia?
R.: En lo que se refiere al lugar de los poetas en la sociedad, precisamente uno los focos que hemos abierto en Teatro de la Abadía (donde ejerce de director artístico) es una línea que llamamos Poetas en la Abadía, que hemos abierto el otro día con Luis García Montero. De algún modo lo que hacemos es entregar al poeta el escenario para que solo o en compañía de otros nos presente su poesía y la poesía que ama y en la que se ha formado.
Para mí es muy relevante el que se me haya dado el Premio de las Letras, no el de las Artes. Entiendo que, señalándome a mí con un premio que en todo caso me excede, se está señalando la autoría teatral, la literatura dramática, que tan importante históricamente es en el país de Lope, Calderón, Valle-Inclán o García Lorca. Y es verdad que está arrinconada. Basta que leamos esas listas de los libros más relevantes del siglo, las recomendaciones para el verano o Navidad. La hegemonía de la narrativa es tremenda, e incluso se atiende a obras de otros géneros, como libros de viajes o de gastronomía antes que al libro teatral. Lo considero injusto porque se está escribiendo muy buen teatro en este país y en nuestra lengua. En cuanto al teatro, yo soy muy optimista y digo que el teatro es el arte del futuro. ¿Por qué? Porque es el arte de la reunión y de la imaginación. Y creo que mucha gente lo ha redescubierto. Se está haciendo un teatro importante en España. Y es también notable el hecho de que la dramaturgia española está siendo reconocida y está llegando a escenarios extranjeros.
“Soy muy optimista con el teatro y digo es el arte del futuro“
P: ¿El teatro es un lugar donde se dicen cosas que no se pueden decir en productos audiovisuales?
R.: Sigue siendo verdad que el teatro es unas tablas, dos actores y una pasión. El teatro es el reino de la convención. Es el lugar del encuentro conflictivo entre un actor y un espectador que presta su complicidad. Cuando se produce ese pacto de fingimientos y el espectador acepta que ese actor es Segismundo, Basilio o doña Rosita, la soltera, el teatro no tiene límites y puede recoger cualquier ámbito de la experiencia humana. Por eso es extraordinariamente poderoso y libre. Y su ambición ha de estar a la altura de su libertad. El teatro exige un espectador activo, creador él mismo. Pero esa es una oferta fascinante, ¿no es cierto?
P.: En 2022 también se cumplen 10 años desde que también diriges teatro. ¿Cómo ha afectado a tu escritura?
R.: Es verdad. Fue en 2012 cuando puse por primera vez en escena La lengua en pedazos, en tierra asturiana precisamente, en Avilés. He puesto en escena también Reikiavik, El cartógrafo, El mago, Intensamente azules y Silencio recientemente. Creo que ha afectado: probablemente cuando escribo se me hacen más sensibles los fantasmas de los actores.
“La ambición del teatro ha de estar a la altura de su libertad“
P.: ¿Y enseñar teatro?
R.: He sido profesor de matemáticas, también lo he sido de filosofía y soy docente de teatro. La experiencia de encontrarse con creadores más jóvenes que están buscando su voz es fascinante. Me obligan a pensar en lo que nunca había pensado y a repensar de otro modo lo que había pensado. A estar atento a asuntos y a formas en las que probablemente yo no habría reparado. Mi trabajo como docente ha de ser acompañar a personas que tienen menos experiencia, pero que por otro lado también tienen la mirada menos cansada, de forma que mi experiencia les acompañe y no les asfixie. Recuerdo siempre dos ideas: una de Walter Benjamin, según la cual la escuela no debería ser el lugar de dominio de una generación sobre otra, sino el lugar de encuentro de dos generaciones. Y otra de María Zambrano conforme a la cual un maestro es, ante todo, alguien ante el que hacerse preguntas, no a quien preguntar, De forma que carecer de maestro es carecer de alguien ante el que preguntarse. Esa idea de María Zambrano me importa y la tengo en cuenta.