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Elecciones en Brasil

Inflación, pobreza y crispación: los retos de Lula da Silva como presidente de Brasil

  • El presidente electo hereda un país que atraviesa una situación marcada por la crisis económica y la polarización
  • Lula da Silva logra un histórico tercer mandato tras derrotar a Bolsonaro por la mínima

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El expresidente de Brasil y líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva
El expresidente de Brasil y líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva

La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil ha otorgado la victoria al expresidente Luis Ignacio Lula da Silva, que regresa al poder después de haber dirigido el país entre 2003 y 2011. Al igual que en su primera legislatura, el líder del Partido de los Trabajadores hereda un país que atraviesa una situación complicada, marcada por la crisis económica derivada del impacto de la pandemia y una profunda división tanto en las Cámaras, como en las calles.

Estos son algunos de los retos a los que tendrá que hacer frente el futuro presidente en la próxima legislatura.

El desafío económico

Estas eran las primeras elecciones que celebraba Brasil tras la pandemia de Covid-19, en la que murieron más de 680.000 personas y que causó graves estragos en la economía del gigante sudaméricano, de los que todavía se recupera.

Pese a que en septiembre la tasa de inflación bajó hasta el 7,17% desde su pico máximo en abril, con el 12,5%, los ciudadanos siguen sufriendo los altos precios. Los expertos coinciden en el que el desafío económico será crucial en esta legislatura, más aún con un Congreso muy fragentado que no van a poner fácil la aprobación de medidas y reformas de un Gobierno que no tiene mayoría.

"No sabemos cuál es el tamaño del desafío porque Bolsonaro no tiene unas cuentas claras y transparentes, pero el próximo presidente va a heredar un brasil con cuentas desequilibradas, que no crece de forma potente hace años y que arrastra una gran precarización del sistema de trabajo", expone a RTVE.es la doctora en Ciencias Sociales y profesora en la Universidad Federal de Sao Paulo, Esther Solano.

La actividad económica ha crecido en los últimos meses, en parte por la reactivación del sector servicios tras la pandemia, pero también gracias a las medidas de gasto público impulsadas por Bolsonaro con su plan 'Auxilio Brasil', destinado a aumentar sus posibilidades de reelección. Sin embargo, está por ver si el país puede mantener ese ritmo de recuperación en un contexto global cada vez más incierto.

Como apunta el analista de Inteligencia Cualitativa en el Centro de Prospección e Inteligencia de FGV, Leonardo Paz, su gobierno ha tomado "medidas poco ortodoxas con los presupuestos" que van a hacer que los presupuestos de 2023 se conviertan "en una cuestión crítica" para la próxima legislatura.

El profesor de la Escuela de Ciencias Sociales de la Fundación Getulio Vargas, Sérgio Rodrigo Marchiori, señala que el gasto de Bolsonaro para intentar su reelección tiene que ser "compensado" y que el próximo gobierno tendrá mucho menos dinero para gastar. "Será difícil convencer a la población de que hay que recortar gastos que ya se están recortando, y que, desgraciadamente, son necesarios".

La lucha contra el hambre y la pobreza

El PIB brasileño creció un 1,2% en el segundo trimestre de 2022, superando todas las estimaciones, pero la pobreza y el hambre continúan azotando a gran parte de la población. Según la Red Brasileña de Investigación en Soberanía y Seguridad Alimentaria, el número de brasileños que pasa hambre ha pasado de 19 millones en 2020 a más de 33 millones en 2022. El país ha vuelto a entrar en el mapa del hambre de la ONU, del que salió en 2014.

"Cualquier aumento del PIB en este momento no es lo suficientemente alto, porque nos movemos desde una cifra mucho más baja. No es que aumente el PIB en una circunstancia normal", expone Paz, que no cree que Brasil vaya a volver todavía a los niveles previos a la crisis de 2015.

Una de las causas es el desempleo. Brasil tiene más de 11 millones de desempleados y, en lo que va de año ha creado un 14,4% menos de empleos formales que en el mismo periodo de 2021. El 47% de la población trabaja en empleos informales.

Como explica Brancoli, Bolsonaro ha defendido que los datos "maquillados" no reflejan la situación real. "Cuando admitió que podría haber un aumento de la pobreza, lo ha relacionado con el bloqueo por la pandemia y ha defendido que desaparecerá al abrir la economía", expone. Lula, por su parte, dice que las políticas de Bolsonaro han empujado a los ciudadanos a empleos precarios y quiere una gran reforma en la ley de empleo.

Para Solano, mientras que Bolsonaro no tiene planes más allá de 'Auxilio Brasil', al que define como "puramente electoral", Lula está más capacitado para llevar a cabo un combate activo, seguramente repitiendo su misma estrategia de reducir la miseria promoviendo el crédito y la formalización de las relaciones de trabajo. "También proveyendo lo que llama la conciliación de clases, de tal forma que no haya ruptura social, incluyendo al pobre en el presupuesto, pero sin sacar al rico".

La coyuntura internacional

Brasil también se enfrenta a retos a nivel internacional, marcados por los desafíos que se presentan en el exterior. La guerra en Ucrania y el empeoramiento de las relaciones entre China y Estados Unidos, que son los principales países de destino de sus exportaciones, afectan a la principal economía de Sudamérica.

Tal y como explica Brancoli, Brasil ha intentado mantenerse en medio de China y EE.UU, intentando beneficiarse de ambos, pero en los últimos años ambas potencias han presionado para que de un paso y se decante por uno de ellos.

“El mayor reto ahora mismo es la combinación entre una clase política interna completamente errática, con todos los retos que va a presentar el contexto internacional, y no tenemos ni idea, para ser honestos, de cómo hacer todo esto”, expone el profesor. De hecho, en su discurso como presidente electo, Lula ha afirmado que "Brasil ha vuelto" a la esfera internacional.

La deforestación de la selva amazónica

En 2022 la deforestación de la selva amazónica ha batido récords. En septiembre afectó a la mayor área registrada en ese mes desde que se tienen registros y según las estadísticas anuales, el nivel de deforestación ha alcanzado con Bolsonaro su nivel más alto en 15 años.

El ultraderechista ha impulsado políticas económicas para monetizar la zona y solo entre enero y junio de este año la selva tropical más extensa del planeta había perdido 3.987 kilómetros de vegetación.

Los expertos coinciden en que Bolsonaro ve el Amazonas como un medio de producción. Poniendo como excusa el desarrollo económico de la región y la lucha contra la pobreza, ha impulsado más la minería y la agricultura comercial y ha debilitado las agencias de protección medioambiental a través de recortes de presupuestos y personal.

Como expone Leonardo Paz, el Gobierno de Bolsonaro ha mostrado "cierto desprecio" por las políticas medioambientales en general, ya que no cree en la narrativa del cambio climático. "Cree que los recursos naturales deben ser explotados, como solía hacerse en el siglo pasado. Esa es su política".

Bolsonaro ha defendido sus acciones alegando que el Amazonas es de los brasileños y ha llegado a calificar de "falacia" decir que es patrimonio de la humanidad. Según el exmandatario, cualquier iniciativa para su protección, debe respetar la soberanía del país.

Para Brancoli, no se trata de una falta de competencia en la materia, sino de una decisión "específica y estricta" basada en que quiere apoyar el negocio del ‘agrobusiness’ en Brasil. Sin embargo, también supone un gran desafío para Lula, que sí se ha comprometido con la preservación de la zona, ya que la agroindustria brasileña "supone una gran parte del PIB brasileño", por lo que tendrá que encontrar un "punto intermedio" entre la protección del medio ambiente y el apoyo al negocio agrícola.

Un país polarizado y dividido

Estas elecciones han puesto de manifiesto la profunda división de un país que decidía entre dos candidatos situados a lados opuestos del espectro ideológico. La campaña ha estado marcada por una crispación que también se ha trasladado a las calles, sin embargo, ha descendido el miedo a posibles episodios violentos como los que se produjeron antes de la primera vuelta, que incluyeron asesinatos de varios simpatizantes de Lula a manos de seguidores de Bolsonaro.

Parte del argumento sobre un posible fraude electoral perdió fuerza cuando un gran número de bolsonaristas en las Cámaras y como gobernadores, sin embargo, los expertos no descartan que se sucedan episodios de violencia entre sus seguidores. Como apunta Paz, puede que algunos "se sientan frustrados". Sobre todo, porque el rendimiento de su mandato ha sido mejor de lo esperado y tenían esperanza en una victoria. "Creerán que las elecciones están amañadas y es posible que Bolsonaro intente impulsarlos a hacer algo".

"Para el bolsonarismo no hay adversarios políticos, hay enemigos que exterminar y Bolsonaro incide mucho en la idea de mover el odio y el resentimiento contra la parte de la población que acepta el proyecto lulista", expone Esther Solano. Por ello, se ha instaurado un clima de malestar social que hace difícil retomar una convivencia "mínimamente pacífica y estable tanto en las pequeñas relaciones sociales como en las macro relaciones".

La división tambien se refleja en las Cámaras, con un congreso en el que conviven distintas fuerzas políticas. En la Cámara de los Diputados la mayor bancada pertenece al Partido Liberal, la formación de Bolsonaro, que convive con el lulismo y el Centrao, un grupo de partidos políticos sin una ideología definida que, como explica Solano, están "vendidos al mejor postor". "Es muy difícil gobernar con ellos sin caer en las viejas prácticas de la corrupción", dice.

"En la primera vuelta vimos un crecimiento de diputados y senadores comprometidos con Bolsonaro. Lula tiene su base, pero los bolsonaristas se han hecho muy fuertes tras las últimas elecciones y harán la vida de Lula más difícil de lo que esperábamos", defiende Paz, que cree que en el 2023 e incluso los años siguientes, "no tendremos días muy tranquilos en Brasil".

Brancoli apunta al intento de Lula de reducir esa división consiguiendo apoyos de derecha e izquierda y a través de maniobras como la elección de Geraldo Alckim, el que fuera su adversario, como candidato a vicepresidente. "Ya le han apoyado políticos de derecha durante la campaña, pero es muy difícil sobre todo porque los bolsonaristas más duros entienden la realidad de una manera muy polarizada y ven a la izquierda como el enemigo".