El espeleobuceador atrapado más de siete horas en una cueva de Mallorca: "Me hice a la idea de esperar días"
- Miquel Perelló, de 57 años, se separó de sus dos compañeros y no pudo salir de la cueva de Sa Gleda, en Manacor
- Consiguió resistir porque se resguardó en una cámara de aire hasta que sus compañeros lo rescataron
El pasado domingo, el espeleobuceador, Miquel Àngel Perelló, permaneció atrapado siete horas y media en una cueva subacuática de Manacor, Mallorca. El hombre de 57 años consiguió resistir porque se resguardó en una cámara de aire hasta que sus compañeros lo encontraron. "Cuando pasaron tantas horas, empecé a hacerme a la idea de esperar días. Nunca perdí la esperanza, en esta aventura lo pasaron peor lo que estaban fuera", relata en 'La Hora de la 1'.
En el dispositivo de rescate intervinieron guardias civiles, incluidos expertos del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), bomberos de Mallorca, voluntarios de Protección Civil y Policías. Además, un grupo de especialistas en rescates en cuevas de la Guardia Civil se desplazó a Mallorca desde Madrid para sumarse al dispositivo, aunque finalmente fue necesaria su actuación.
¿Cómo sucedió todo?
El experimentado espeleobuceador se separó de sus dos compañeros y no pudo salir de la cueva de Sa Gleda, una red de galerías subacuáticas de 13 kilómetros situada en la zona de Calas de Mallorca. "Me quede atrapado y cobijado, es un sitio planeado para los fines de investigación que estamos llevando en esta zona, conocida como el sector lejano. Mis dos compañeros y yo teníamos que ir a tomar unas muestras y hacer un seguimiento sobre la corrosión de la roca. Había un tramo de la cueva cortito de unos 60 metros para llegar a esta bóveda", relata Miquel.
Sin embargo, el plan no salió tal como estaba establecido debido a las malas condiciones de visibilidad y a un problema en el hilo guía: "Se complicó la cosa porque el hilo que usamos para conocer el camino de ida y vuelta, aunque estaba en buen estado, se había desanclado. Entonces es una situación muy complicada: teníamos una mano ocupada y además, el hilo estaba mal", explica.
"Pasé yo primero y me dediqué a tensarlo, pero claro, entre tensar el hilo, pasar todo el material en una zona que es superbaja, con más de dos palmos de sedimento en el fondo, en los techos, en las paredes, era muy complicado. Además, se puso una neblina que no veías a un palmo", recuerda el espeleolobuceador.
Mantener la calma y controlar el frío corporal
Fue entonces cuando Miquel siguió nadando y encontró una zona con aire en la que esperar hasta que llegasen sus rescatadores: "Pasé siete horas y media de espera. Me recogí en esa bóveda, al principio tenía frío, estaba preocupado por ese tema. Lo bueno es que el aire era respirable, el agua tenía la justa, pero el agua de la parte de arriba es potable. A continuación, conseguí regular mi temperatura corporal, llevaba buen traje de neopreno, así que tema de hipotermia estaba controlado", recuerda el hombre.
Lo siguiente que hizo fue mantener la calma y buscar un lugar en el que permanecer tranquilo: "Encontré un sitio para tumbarme, a pesar de que allí no había ningún sitio cómodo, y esperar. El tema de la visibilidad se puso tan complicado que era imposible volver por el mismo lado".
Tras siete horas y media, el equipo de rescate logró llegar hasta él: "Ellos sabían, en teoría, donde estaba. Conozco Sa Gleda, pero hasta cierto punto. Es una cueva muy grande y este sector en concreto no me lo conocía. Cuando me encontraron les dije qué por qué habían tardado tanto, en plan irónico", concluye su relato Miquel Perelló.
Para abandonar la cueva, los rescatadores comprobaron que el espelobuceador contaba con suficiente aire en su bombona de oxígeno para alcanzar la salida de la cueva y le guiaron hasta el exterior.