'Saint Omer', juicio y redención a las herederas de Medea
- La película es el primer largometraje de ficción de la documentalista Alice Diop
- Un drama judicial basado en un caso real, seguido al detalle por la prensa francesa
En 2015 una universitaria senegalesa migrante dejó morir ahogada a su bebé en una playa cerca de Calais. Cuando fue detenida alegó brujería. La prensa francesa escudriñó al milímetro el suceso y siguió con un gran despliegue el juicio celebrado en la localidad de Saint Omer. Fabienne Kabou fue condenada a 20 años de cárcel.
Entre el público presente en la sala del tribunal se encontraba la cineasta parisina de origen senegalés Alice Diop (Nous, 2021). Recaló en el pueblo “obsesionada” con el caso y removida por la “suma de proyecciones” con la que los medios bosquejaban la figura de la imperturbable Kabou: les extrañaba que una doctoranda se expresara en un “francés exquisito” o que su tesis versara sobre el filósofo alemán Wittgenstein.
Para Diop, suponía una visión unidimensional de una mujer joven, negra, culta y estudiante con honores. La realizadora decidió aflorar la complejidad de la acusada en Saint Omer, su primer largometraje de ficción tras casi dos décadas consagrada al documental con una sólida trayectoria (Les Sénégalaises et la Sénégauloise, 2007, La mort de Danto, 2011).
La elección es pura lógica: la obra de Alice Diop gravita sobre la universalidad de las vidas de hombres y mujeres de diferentes razas y tambalea la identidad cultural: un drama judicial era un material con un encaje fílmico y existencial inapelable para la directora en su mirada más social.
Reconstrucción cronológica del caso
En Saint Omer muestra con momentos de tensión insoportable el trasunto del caso con una precisión casi quirúrgica en la reconstrucción judicial, pero con nombres ficticios. Diop bebe directa de fuentes literarias como A sangre fría de Truman Capote o El adversario de Emmanuelle Carrère.
La estudiante Laurence Coly, una inquietante Guslagie Malanda, es un monstruo a ojos de la sociedad y el jurado, pero su declaración va decapando una realidad cruda: la huida y supuestas peleas constantes con una madre opresiva, la invisibilidad social, la huella colonial, el aislamiento y las trazas de locura en una medida ambigüedad.
“Las mujeres somos la mitad de la humanidad pero seguimos siendo invisibles en muchos aspectos. Luego está el tema de esta chica que tiene ambiciones, que ha llegado para existir y al final solo acaba existiendo a través de este gesto que la entierra en la oscuridad”, explica la actriz Guslagie Malanda desde Sevilla donde la cinta es una de las perlas maestras que compite en sección oficial.
En Saint Omer casi la totalidad del metraje se desarrolla en el interior de la sala/escenario en una composición netamente teatral y estilizadamente austera. Con planos fijos sobre la figura de Malanda, que mimetiza en su cuerpo un calculado estatismo.
La intérprete recuerda cómo rodaron cronológicamente y siguiendo las actas judiciales por lo que “revivieron el juicio por entero”, con vecinos reales de la localidad en un tour de force interpretativo.
“Los ensayos han durado un año, realmente estábamos trabajando durante el casting y rodar cronológicamente ha permitido crear una fuerza y una conmoción que no hubiera sido posible sin un rodaje tan estricto”, señala.
“En la parte física, Alice (Diop) me dijo que me mantuviera muy recta que apenas moviera la cabeza, y tuve que recurrir a un instructor de artes marciales para controlar la respiración porque yo estaba cada día en el tribunal, sentía ira o cansancio como si lo viviera”.
La cadena entre madres e hijas
El contrapunto de ficción lo ofrece la historia de Rama (Kayije Kagame), una joven novelista parisina, que cubre el juicio para escribir un libro bajo el titular de una moderna Medea que asesina a sus hijos. La escritora está embarazada, y como Laurence, niega la existencia del bebé por temor a causarle daño, traumada por la fría relación con una progenitora depresiva que emigró a Francia desde Senegal.
Una cadena maldita en la que madres e hijas se encuentran engarzadas, en una conexión mitológica presente en el emotivo alegato final de la abogada defensora. El tono documental vira totalmente en la odisea personal de Rama. Un espejo de similitudes que rompe en una escena final que abre la puerta a la empatía y finalmente a la redención.
“Te contaré una anécdota, después de la proyección en el Festival de Venecia muchas mujeres de diferente extracción social y edad pero que eran madres, nos dijeron que habían contado su maternidad desde la libertad y la intimidad. Lo importante es que Alice ha encontrado una ficción poderosa para hablar sobre cómo nos reconciliamos las mujeres cómo nos perdonamos”, afirma con emoción Guslagie Malanda.
El impacto narrativo de Diop y su militancia entronca con la voz potente de las directoras en el buen momento actual del cine europeo de autor. Saint Omer es la candidata de Francia a los Oscar 2022 y se ha alzado con el Gran Premio del Jurado y a la Mejor Ópera prima en Venecia. La cinta es una firme aspirante a continuar brillando en la temporada de premios, incluido el Festival de Sevilla.