'Scarlet', la fábula sobre el poder de las mujeres y la utopía de Pietro Marcello
- El director italiano presenta su nueva película tras la aclamada Martin Eden
- Marcello sorprende con un cuento de hadas bello y oscuro sobre "la familia extendida"
Con la monumental Martin Eden (2019), el director italiano Pietro Marcello nutrió de abundantes premios y aplausos su caminar artístico. La epopeya inspirada en el libro de Jack London lo sumaba todo: épica, lucha de clases y un antihéroe engullido por la cultura de masas.
El realizador elevó un peldaño la calidad narrativa pescando en diferentes fuentes visuales con la adición de archivo real. Un puzle hermoso donde se rastrea la huella de sus años como documentalista y su formación en Bellas Artes, “el cine es un arte impuro que coge del resto de disciplinas”, remacha desde el Festival de Cine Europeo de Sevilla donde presenta su última película, la muy esperada Scarlet.
Martin Eden, que ganó el Giraldillo de Oro en 2019, emergió un triunfo más. La película situó a Marcello en el radar de la élite de cineastas europeos que dinamitan las normas. La osadía y el compromiso en su ideario son los culpables, “me interesa la imperfección porque la perfección es inalcanzable y no afronto esto como una competición. Solo compito conmigo mismo”, avisa como declaración de principios.
En Scarlet, el realizador demuestra su empecinamiento por una libérrima reinvención. Brinca de registro desde la dialéctica política a un lírico cuento de hadas, utópico y muy femenino, que sobrevuela la extinción del mundo de los artesanos en el periodo de entreguerras.
“Martin Eden era más compleja, leí el libro hace 20 años y ya lo tenía en cabeza. Scarlet la he rodado durante una pandemia mundial de la misma forma que se hacían las películas en las guerras. Leí la novela, escribí el guión y rodé. Todo sobre la marcha. No tiene toda la preparación de una cinta histórica, pero eso aparece a través del cuento de hadas que te permite más libertad”, explica y añade que es una película de “transición” que trabajó a la vez que un documental sobre el cantante Lucio Dalla y Futura, un reportaje sobre los jóvenes.
La familia del futuro
Rodada en el sur de Francia y en francés aunque “espero que no me haya quedado muy francesa”, bromea Marcello, Scarlet se basa libremente en la novela Velas rojas del escritor ruso socialista y antimilitarista Aleksandr Grin, que murió en la extrema pobreza. Al director le fascinó la frescura del texto que narra la evolución libre de una mujer durante dos décadas a principios del siglo XX. Una época de grandiosas utopías y nuevos inventos en un mundo convulso.
Como fábula al uso, Scarlet se divide en varios actos. En la primera parte el prodigioso artesano de nudosas manos Rafael (Raphaël Thiéry), una suerte de hombretón bondadoso, retorna al pueblo tras combatir en la guerra.
Tras la trágica muerte de su mujer, se encuentra con que tiene una hija, Juliette, a la que cuida amorosamente aunque los aldeanos les repudian por ser diferentes en una actualización del mito de la bruja. A pesar de los golpes, mantienen la esperanza como brújula vital formando una comunidad de marginados, junto a una viuda y otra familia. Una burbuja en la que se sostienen unos a otros para no dejarse caer.
“Ellos no son aceptados por parte de la sociedad y del pueblo. El ser humano es malo, se ve también ahora. Ellos escapan en ese corral de los milagros y crean esa pequeña comunidad. Es una película sobre la familia moderna, rehecha, la familia extendida del futuro”.
Juliette va creciendo (interpretada por cuatro actrices diferentes), es una buena estudiante y rabiosamente independiente aunque debe encarar el machismo y la cultura de la violación. La protagonista, encarnada por una maravillosa Juliette Jouan en su juventud, escoge su destino en una estela en la que brilla la fuerza de las mujeres.
“Es una película para todas las hijas del mundo porque yo también soy padre de una hija”, en palabras del realizador, que afirma que tras un filme tan masculino como Martin Eden, la idea consciente de lo femenino empapa la cinta junto a otras cuestiones morales que le remueven y deben anclarse en la narración en imágenes.
“Todo empieza con la educación y es una película que me ha acercado a la didáctica y a la pedagogía. A Juliette la vemos de pequeña y es igual a todos los niños del mundo, todo depende de cómo nos educan. Rafael es una figura positiva como padre que le ayuda a estudiar y le da cariño, no es representativo del patriarcado de esa época”.
La memoria y el mundo que se desvanece
Scarlet avanza desde el crudo realismo de la vida del campesinado hacia un cuento de hadas total, envuelto en música (mucha), versos, una pizca de embrujo y formalmente muy bello.
De nuevo Pietro Marcello ha espigado en archivo real pero solo aparece en dos momentos puntuales: en las imágenes del día del Armisticio en la Bahía del Somme (1918) montadas en paralelo con la vuelta a casa del soldado Rafael; también se introducen con fluidez planos de la vida en la ciudad de la película El paraíso de las damas (1930), de Julien Duvivier, que subraya una sociedad que se desvanece.
“El presente puedo contarlo a través de un documental pero con una película de ficción puedo hablar del pasado en el que es más fácil reconocerse. La memoria es fundamental porque alguien tendrá que explicar a los jóvenes que Europa se estaba quemando a fuego hace 70 años y piensa en lo que pasa hoy. La historia de la humanidad es muy corta”, indica conectando Scarlet con el presente.
Un cuento luminoso y moderno que también vira hacia una zona de sombras, y que ha conquistado el festival donde se cuece la vanguardia del cine europeo.