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Cine

'Plan 75' o la autodestrucción social de los ancianos en Japón: "Si no son útiles permanecen invisibles"

  • En la cinta, el Gobierno ofrece eutanasia por el envejecimiento de la población
  • Una distopía humanista que denuncia el individualismo del modelo japonés

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Michi es una anciana sin recursos que se apunta al plan
Michi es una anciana sin recursos que se apunta al plan

El Gobierno japonés arranca un ambicioso programa para que los mayores a partir de 75 años pueden someterse a suicidio asistido de forma voluntaria, ante la presión de los gastos crecientes para mantener a una población cada vez más envejecida

Un sistema sin gravamen económico para los ancianos y con todas las facilidades como una suerte de vacaciones de lujo. Un proyecto impoluto a ojos de los burócratas, pero que orilla cualquier resquicio de humana empatía.

Estos son los inquietantes mimbres de Plan 75, la excelente ópera prima de la directora japonesa Chie Hayakawa, que gestó la idea a raíz de un suceso.

En el verano de 2016, un hombre asesinó a tiros a 19 personas discapacitadas en una residencia en Sagamihara. Alegó que no eran útiles en una sociedad hipertecnificada y consagrada a la cultura del trabajo y que se les debía aplicar la eutanasia.

“Quería mostrar la poca preocupación del Gobierno hacia las personas socialmente más débiles, no solo los ancianos sino también discapacitados o las personas sin recursos económicos. Simplemente son invisibles porque no son productivos y no se les presta ayuda”, explica la realizadora desde el Festival de Cine de Sevilla donde se ha presentado esta cinta coproducida con Francia y Filipinas.

Los mayores de 65 años constituyen ya el 30% de la población total en Japón

Hayakawa explica que la película destapa las miserias de un modelo en el que se fomenta a toda costa valerse por sí mismo y un individualismo feroz que permea toda la sociedad (Los mayores de 65 años constituyen ya el 30% de la población total en Japón). Las cargas de profundidad son muchas en este cuento elegante, impregnado de una extraña melancolía donde se palpa la soledad.

“Existe una fuerte noción entre los japoneses, especialmente entre los ancianos, de que no hay que molestar a nadie. También hay una presión social invisible que les da la sensación de ser una carga para la sociedad, la familia o sus amigos y por eso no piden ayuda a los servicios sociales porque les da vergüenza”, apunta la directora sobre otro de los puntuales de la película, que también aborda el edadismo y el deseo de que nos recuerden después de morir.

De la obediencia ciega a la solidaridad

En Plan 75 aparecen tres historias conectadas: la de Michi, una anciana con dificultades económicas pero con muchas ganas de vivir que se apunta al proyecto como unica salida, la empleada de una residencia que prioriza sus necesidades frente a los fallecidos, y la de un joven funcionario del Gobierno que fluctúa de la muy japonesa eficiencia a la culpabilidad cuando encuentra que su tío septuagenario rellena la solicitud para el suicidio asistido.

“El giro se produce cuando este joven que al principio no tiene conciencia de nada, de repente, despierta y se da cuenta de que detrás de todo lo que está haciendo hay personas de verdad. Abre la puerta a la solidaridad”, afirma.

“Esto es muy típico de los jóvenes japoneses de hoy en día. Trabajar sin pensar en nada sin cuestionarse nada. Y es algo que debe cambiar”, redondea.

Chie Hayakawa sitúa la acción en un futuro próximo en el que se han escamoteado las trazas de ciencia ficción para encajar en una realidad ¿posible? Y debajo de la asepsia: el terror.

“Todos los empleados que trabajan para el plan son extremadamente amables, educados, adorables y encantadores. Quería resaltarlo así para que diera aún más miedo”. Plan 75 recibió el Premio Caméra d'Or a la Mención Especial en el Festival de Cannes y es una de las aspirantes a representar a Japón en los Oscar.