Los datos del 'Prestige', 20 años después: de las 63.000 toneladas de chapapote a la deuda multimillonaria
- DatosRTVE repasa algunas de las cifras de la tragedia del 'Prestige' 20 años después
El 31 de octubre de 2002, el Prestige salió de San Petersburgo (Rusia) con destino a Gibraltar. Días después hizo una última parada de carga de combustible en Ventspils (Letonia), en las orillas del Mar Báltico. El 13 de noviembre, mientras continuaba su travesía, “la tripulación del buque oyó un fuerte ruido, parecido a una explosión” y las máquinas se pararon de forma automática.
El 19 de noviembre, tras varios intentos de remolque infructuosos, el petrolero se partió en dos tras recorrer 450 kilómetros a la deriva durante casi una semana. Repasamos los datos de la tragedia 20 años después.
63.000 toneladas de fuel derramadas al mar
El Prestige transportaba cerca de 77.000 toneladas de fuelóleo pesado, de las que unas 63.000 acabaron en el mar, dañando gravemente el norte de España, especialmente Galicia, y parte de Francia y Portugal, según consta en la sentencia de noviembre de 2013 de la Audiencia Provincial de A Coruña.
Unas 15.000 toneladas de fuel se quedaron en los dos pecios del barco –la proa, hundida a 3.500 metros de profundidad; la popa, a 3.800 metros–. El dictamen judicial también señala que el buque sobrepasó en más de 2.000 toneladas los límites recomendados para una navegación segura.
Un informe de la Federación Internacional de Contaminación de Propietarios de Petrolero (ITOPF, por sus siglas en inglés) pone en contexto la magnitud del desastre: el Prestige es el incidente número 21 por cantidad vertida desde 1967. Con todo, el derrame del buque español está muy alejado de otros como el del Atlantic Empress (1979), ABT Summer (1991), Castillo de Bellver (1983) o Amoco Cadiz (1978), con más de 200.000 toneladas derramadas.
Entre 1970 y 2021 se vertieron cerca de seis millones de toneladas de fuel como consecuencia de derrames en todo el mundo, según los datos de ITOPF. Sin embargo, destaca la reducción en el volumen de derramamientos de hidrocarburos en las últimas décadas, que entre los años 2000 y 2010 fue de un 16%, pasando de 196.000 toneladas a 164.000. Con todo, la mayor bajada se materializó entre 1990 y 2000, con un descenso del 83% (se pasó de más de un millón de toneladas a 196.000).
Pese a ello, la plataforma gallega Nunca Máis asegura que a día de hoy siguen transitando por las costas gallegas buques con mercancías peligrosas. El jefe del Centro de Control de Tráfico y Salvamento Marítimo de Fisterra, Manuel Capeáns, explicaba a EFE que desde 2002 se han registrado 500 incidencias graves en la navegación. En esos 20 años se han monitorizado 700.000 buques mercantes, “un tercio de ellos cargando más de 4.000 millones de toneladas de mercancías peligrosas”. Sería, de media, unos 11.600 buques por año. Entre enero y septiembre de 2022, el número de naves con mercancías peligrosas registradas por Salvamento Marítimo asciende a 9.112.
3.000 kilómetros de costa afectados
Como consecuencia del vertido, las costas españolas, especialmente las gallegas, sufrieron de primera mano los daños. Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), cuyos resultados recoge la sentencia, calcula que se vieron afectados 2.980 kilómetros de litoral costero –especialmente en la zona norte y noroeste españolas y en la región oeste francesa– y 1.137 playas quedaron contaminadas; el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) rebaja la cifra de arenales afectados hasta los 786.
El dictamen judicial también habla de lagunas y espacios naturales damnificados como el de las Islas Atlánticas gallegas –Ons, Cíes, Sálvora y Cortegada–, así como otros espacios de Asturias y País Vasco. En total, 450.000 metros cuadrados de superficie rocosa acabaron impregnados de chapapote y más de 500 toneladas de fuel quedaron en los fondos marinos cercanos a las costas españolas.
Alrededor de 200.000 aves marinas muertas
Ante los graves daños que sufrieron las costas, los fondos marinos y los entornos naturales, la fauna de la zona también se vio afectada enormemente. La ONG medioambiental Greenpeace califica al Prestige como “uno de los peores vertidos a nivel mundial en relación a la mortalidad de aves, similar al del Exxon Valdez o el Erika”. Calcula que se recogieron cerca de 23.000 ejemplares de aves muertas –más de la mitad, en Galicia–, aunque estima que el total estuvo en torno a las 200.000.
La Audiencia Provincial de A Coruña hablaba de una mortalidad estimada de entre 115.000 y 230.000 aves marinas, con todos los ecosistemas acuáticos afectados, en línea con las estimaciones.
Hasta el 16 de enero de 2003, dos meses después del desastre, se atendieron en los centros de rescate a más de 2.000 aves. De ellas, solo 200 –tres de cada cuatro en España– pudieron volver a su hábitat natural. Sin embargo, los perjuicios medioambientales tuvieron especial impacto en las zonas de especial protección para las aves (ZEPA).
Las especies marinas también sufrieron los daños del vertido, tanto directa –reducción de ejemplares por asfixia, hipotermia, intoxicación, etc.– como indirectamente –alteraciones fisiológicas, menor capacidad de reproducción–. Los más afectados fueron los moluscos (mejillón, lapas, almejas y coquinas), los equinodermos (erizos de mar) y los crustáceos (percebes, cigalas, camarones).
400 horas de juicio, 2.500 millones de euros de daños y una indemnización pendiente
El juicio del Prestige se alargó durante 400 horas en 89 sesiones. La sentencia de la Audiencia provincial de A Coruña se saldó en 2013 sin culpables. Y la factura de los daños –que un informe de la Universidad de Santiago de Compostela presentado por la Fiscalía estimaba en más de 4.000 millones de euros– quedó sin pagar.
Cinco años más tarde, en diciembre 2018 y tras los recursos de la Fiscalía, la Abogacía del Estado y del Estado francés, entre otros, el Tribunal Supremo fijó en más de 1.500 millones de euros las indemnizaciones definitivas, una cantidad que debía repartirse entre los damnificados, incluyendo España, la Xunta de Galicia, Francia y otros 269 afectados (particulares, empresas, mancomunidades, ayuntamientos y sociedades). A la Audiencia Provincial de A Coruña le correspondió después tasar los intereses de demora, los costes procesales, el IVA y otros costes derivados.
Finalmente, la ejecución total ascendía a cerca de 2.500 millones de euros, repartidos en 1.400 millones por las indemnizaciones principales para todas las partes implicadas, 390 millones por los intereses moratorios, 87 millones por los procesales y 573 millones por gastos de ejecución.
No obstante, la póliza de la aseguradora del barco, The London Steam Ship Owners Mutual Insurance Association (The London P&I Club), cubría un límite máximo de 1.000 millones de dólares que España continúa reclamando. Una cantidad que, de cobrarse hoy, serían alrededor de 1.000 millones de euros, menos de la mitad de los costes establecidos.
115 horas desde la llamada de rescate hasta la partición del buque
La sentencia de 2013 de la Audiencia Provincial de A Coruña detalla que en un primer momento el capitán del Prestige, Apostolos Ioannis Mangouras, se negó en varias ocasiones a ser remolcado para alejar el barco de la costa.
No fue hasta tres horas después cuando se aceptó la instrucción. Para entonces, el remolque de emergencias en popa –la parte trasera– no funcionó y el de proa –la delantera– fue infructuoso por “las condiciones alteradas del mar y la dificultad propia de la maniobra”, que terminó en la rotura de varias cuerdas y con el buque a la deriva.
Con todo, pasaron 115 horas, casi cinco días, desde que se realizó la llamada de rescate para ser remolcados hasta que el Prestige se partió en dos. Los magistrados de la Audiencia Provincial precisan que en ese período el barco recibió entre 37.600 y 46.000 golpes de mar.
Más de seis meses de parón en la actividad pesquera y marisquera
La economía también sufrió el impacto del Prestige. Los informes judiciales recogen que “oficialmente se suspendió forzosamente en Galicia la actividad pesquera y marisquera hasta el 17 de mayo de 2003”, lo que derivó en un cese de las labores marítimas durante ocho meses.
La propia Xunta de Galicia reconocía en su Anuario de la Producción Pesquera de 2003 que la zona noroeste de la comunidad fue la que más se vio afectada por el parón de la actividad, cifrando la disminución de las descargas en un 28,4% y la disminución de los ingresos en un 38,7%.
Las cifras actualizadas del Instituto Gallego de Estadística arrojan que las lonjas gallegas pasaron de vender casi 143 millones de kilos de productos pesqueros en 2001 a 128 millones en 2002, lo que supone una bajada del 10% y cerca de 26 millones de euros menos de ingresos. La producción siguió cayendo en 2003, hasta los 124 millones de kilos, y fue a partir de 2004 cuando el sector pesquero volvió a crecer.
Una ‘marea blanca’ de voluntarios: más de 300.000 personas contra el chapapote
El Prestige transportaba uno de los derivados del petróleo menos biodegradable que existe, ya que no es viable su eliminación por evaporación y no cuenta con apenas capacidad para disolverse. La Audiencia Provincial de A Coruña calculaba que el vertido generó más de 170.000 toneladas de residuos, de las que más de 90.000 fueron arena y crudo recogidos entre 2002 y 2003.
Frente a una costa española que cada día se teñía más y más de negro, las imágenes de miles de personas ataviadas con trajes blancos limpiando el chapapote son sin duda unas de las más icónicas de la tragedia. Algunas fuentes apuntan a que la ‘marea blanca’ concentró a más de 300.000 voluntarios entre noviembre de 2002 y julio de 2003, muchos de ellos civiles de otros puntos del país. El Miteco estimó que esas labores equivalían 1.382.000 jornadas de trabajo, de las que el 73% se efectuaron en Galicia.
Los voluntarios recibieron un homenaje de la Xunta cinco años después del hundimiento del buque, el 13 de noviembre de 2007.
Muchos de ellos sufrieron las consecuencias del vertido en su propio cuerpo. Greenpeace recuerda que hasta el 29 de noviembre las autoridades no recomendaron a los voluntarios equiparse adecuadamente para limpiar las costas.
El Servicio Gallego de Salud (SERGAS) hizo público un resumen con las patologías atendidas a casi 1.500 voluntarios hasta julio de 2003, muchos de ellos con irritación ocular, faríngea o respiratoria, además de dolor de cabeza, náuseas, vómitos o traumatismos. Estudios como el publicado en la revista Annals of Internal Medicine en 2010 advertían de que los efectos respiratorios de quienes participaron en las tareas de limpieza seguían vigentes incluso pasados dos años.
Decenas de miles de personas movilizadas tras la tragedia
La descoordinación para reducir la magnitud del hundimiento, la lentitud en la toma de decisiones y la falta de información durante y tras el desastre llevaron a que buena parte de la población española tomara las calles y se manifestara.
La plataforma gallega Nunca Máis, que se creó el 21 de noviembre de 2002, consiguió reunir a 300.000 personas al mismo tiempo en distintos puntos del país y concentró el 1 de diciembre en Santiago de Compostela a más de 200.000 personas. Las protestas llegaron incluso a Londres, donde varias personas se presentaron ante la sede de la Organización Marítima Internacional (OMI) en Londres para reclamar medidas que previeran siniestros como el del Prestige.
El 23 de febrero de 2003, 100 días después de la declaración del desastre, el movimiento gallego aterriza en Madrid. Los organizadores hablaban de un millón y medio de personas, mientras que desde la Delegación de Gobierno rebajaron la cifra a unas 100.000.