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20 aniversario Prestige

Solidaridad frente a la marea negra del Prestige: las dos caras de una misma catástrofe

  • El vertido generó la mayor oleada de solidaridad nunca vista en España y ayudó al despertar de una conciencia ambiental
  • El abandono institucional que sintió buena parte de la población se tradujo en la creación del movimiento Nunca Máis

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Imagen de archivo de un grupo de voluntarios retirando chapapote de una playa.
Imagen de archivo de un grupo de voluntarios retirando chapapote de una playa.

El hundimiento del Prestige provocó una de las mayores catástrofes ecológicas de la historia, aunque al mismo tiempo generó la mayor oleada de solidaridad nunca antes vista en España. Más de 300.000 voluntarios llegaron a las costas gallegas procedentes de todos los puntos de la geografía española, y también de numerosos países extranjeros, para retirar el chapapote con sus propias manos. Aquella oleada fue conocida como la "marea blanca", en contraste con la marea negra de fuel que cubrió 2.000 kilómetros de costa y que abarcó desde Portugal hasta Francia, aunque fue Galicia la que se llevó la peor parte, con prácticamente todo su litoral contaminado.

El vertido de fuel llegó a tierra por primera vez tan solo dos días después de que el petrolero malherido emitiese la señal de auxilio, cuando se abrió una brecha en su costado el 13 de noviembre. A partir de entonces, mientras era remolcado de manera errática bajo las fuertes tormentas de la Costa da Morte, aquel barco no dejó de soltar su ponzoña en ningún momento, ni siquiera después de hundirse, cuando yacía en el fondo del océano partido en dos. Se calcula que en total liberó unas 63.000 de las 77.000 toneladas de fuel que transportaba.

Durante aquellos primeros días, la reacción del Gobierno central y autonómico, ambos dirigidos por el Partido Popular, fue la de transmitir una aparente normalidad que contrastaba con la inmensa mancha flotante que se movía al antojo de las corrientes y que comenzaba a llegar a la costa cada vez con mayor intensidad. En la memoria y en las hemerotecas han quedado los famosos "hilitos de plastilina" del entonces portavoz del Gobierno Mariano Rajoy, cuando el buque ya estaba hundido; o las palabras del ministro de Agricultura y Pesca, Miguel Arias Cañete, quien aseguró que "la rápida actuación de las autoridades españolas hace que no temamos por una catástrofe ecológica", cuando el fuel ya había llegado a Muxía; o las del ministro de Defensa, Federico Trillo, proclamando que las playas estaban "esplendorosas"; o los anuncios de que el peligro había pasado por parte del presidente de la Xunta gallega, Manuel Fraga, y de su conselleiro de Pesca, Enrique López Veiga.

Esta pasividad política se tradujo en una alarmante falta de recursos a la hora de hacer frente a la marea negra que se cernía sobre la costa gallega. Los pescadores y mariscadoras, que veían con sus propios ojos cómo el chapapote ya lo manchaba todo, se lanzaron a defender su principal medio de vida, levantando barreras en las rías y saliendo al mar para recoger el fuel. En mayor o menor medida, y ante el vacío de las autoridades, toda la población de la costa gallega intentó dar respuesta a una catástrofe que suponía para ellos la mayor amenaza a la que se habían enfrentado. No tardaron en verse respaldados por cientos de miles de voluntarios.

"Muchos voluntarios, pero poca organización"

Uno de ellos fue Sven Schwebsch, un alemán que se encontraba en Vigo cuando se produjo el naufragio del Prestige, y que aprovechó las vacaciones de Navidad para desplazarse a Carnota, “el lugar con más fuel de toda Galicia”. Cuando llegó, se encontró con que "había muchos voluntarios, pero poca organización", por lo que centró sus esfuerzos en coordinar a las miles de personas que, como él, habían acudido para trabajar de manera desinteresada.

Aunque en un primer momento la llegada de voluntarios se produjo de manera espontánea, pronto la Xunta comenzó a gestionar aquel flujo que amenazaba con desbordar las pequeñas poblaciones de la costa gallega. Pero este respaldo duró apenas unos meses, hasta julio de 2003, cuando el Gobierno gallego dio por concluido el voluntariado oficial. Entonces, Sven decidió seguir en Carnota, porque "aún quedaba mucho chapapote por limpiar", trabajando con grupos de entre 5 y 35 personas que se hacían llamar “voluntariado libre”. Según cuenta, se autofinanciaban con "pequeñas donaciones de la gente", que les permitía pagar el alquiler de la casa en la que dormían, la electricidad, el agua, la comida... "Solo teníamos gastos, ningún ingreso, ni antes ni ahora. He dejado miles de euros en esto. Para mí es importante, porque si entra dinero, se ensucia todo", expresa.

Sven Schwebsch, voluntario: Cuando ves algo así, automáticamente sabes que tienes que hacer algo

Según continúa describiendo Schwebsch, en aquellos grupos nunca hubo voluntarios de la zona, sino que venían de otras partes de Galicia, del resto de España y de más de 25 países, como Canadá, Suecia o Italia. Siguieron limpiando las playas hasta finales de 2005, a pesar de que las autoridades "intentaban dificultar" su trabajo, ya que "echaron a voluntarios de varios pueblos porque no querían que se viesen muchos monos blancos". "El Estado quería esconder el problema del chapapote", denuncia.

Preguntado que por qué hizo todo aquello, Sven Schwebsch no duda a la hora de responder que "no hace falta motivación cuando ves algo así. Automáticamente, sabes que tienes que hacer algo". Después de 2005, este alemán se marchó de Carnota, pero regresó más tarde para instalarse definitivamente en esta población. En la actualidad, sigue limpiando sus playas, pero ahora de plásticos, ya que "el Prestige no es un tema cerrado, y está representado por nuestra dependencia de los productos derivados del petróleo".

Nunca Máis

Además de impulsar la mayor oleada de solidaridad conocida en España, el abandono institucional que sintió buena parte de la población propició que surgiese otro de los actores llamado a tener un protagonismo decisivo tras el vertido del Prestige, hasta el punto de pasar a formar parte de la historia de Galicia: el movimiento Nunca Máis.

"Por la costa gallega pasan 35.000 barcos mercantes todos los años, de los que más de 12.000 llevan cargas peligrosas", cuantifica Xosé Manuel Pereiro, exdecano del Colexio de Xornalistas de Galicia. "Es normal que haya accidentes, pero lo que levantó a la gente e hizo que la protesta fuese un auténtico fenómeno social transversal fue el sentimiento de engaño, de no ser atendidos", explica este periodista.

Xosé Manuel Pereiro: Nunca Máis fue un chute de autoestima para el pueblo gallego

"Nunca Máis fue un chute de autoestima para el pueblo gallego, un sentimiento generalizado", califica Pereiro, quien cuenta cómo aún hoy, veinte años después del hundimiento del petrolero, se siguen viendo pegatinas en los coches y en las calles, banderas, toallas, parasoles… "Fue una organización multiforme, y por eso su capacidad de convocatoria era asombrosa, cuando no había redes sociales y se hacía por SMS", rememora, y apunta a que su éxito se debió a que "la primera manifestación que hicieron no tuvo un carácter sindical de afectados, sino que fue una manifestación nacional de toda la sociedad, porque era toda la sociedad la que sentía que estaba siendo engañada", lo que provocó que "en vez de aparecer las 5.000 personas que habitualmente acuden a las manifestaciones sindicales, aparecieran 200.000".

El movimiento Nunca Máis nació tras el vertido del Prestige.

El movimiento Nunca Máis nació tras el vertido del Prestige. EFE

La cultura gallega tuvo un papel especialmente destacado dentro de la transversalidad que caracterizó a este movimiento, lo que impregnó a sus movilizaciones de una originalidad pocas veces vista. "Nunca Máis significó una forma nueva de protesta, que podría considerarse como el modelo gallego de manifestación; con cultura y con creatividad", opina Xurxo Souto, quien fue portavoz de la organización.

Xurxo Souto: Nunca Máis es el mayor movimiento social de la historia de Galicia

No hubo protesta sin su dosis de creatividad y en las movilizaciones que se sucedieron durante aquellos meses se pudieron ver maletas, barcos navegando por las calles de Madrid, ejércitos de gaiteros, conciertos simultáneos en cientos de localidades gallegas... "Cada manifestación era una gran performance en la que había música, teatro… Y gracias a Nunca Máis, además de protestar contra esa desgracia colectiva provocada por las malas decisiones del Gobierno, creo que toda España y buena parte de Europa descubrió el poder de la cultura gallega, y fue una sorpresa", declara Souto.

Este músico y escritor define a Nunca Máis como "el mayor movimiento social de la historia de Galicia", que permitió que "por primera vez, toda la población, en todos los sectores y de todas las edades, se unieran para defender el mar". Ante esas acusaciones de politización que se repitieron constantemente, Souto responde que, en efecto, el movimiento "estaba totalmente politizado". "Fue una protesta política, contra unos responsables políticos", porque "los ciudadanos tenemos derecho a estar politizados y a estar contra un gobierno que tomó decisiones deleznables".

Aunque el protagonismo de Nunca Máis fue decayendo con el paso del tiempo, especialmente después del juicio por el vertido del Prestige, que se celebró una década después del accidente, Souto considera que la impronta del movimiento permanece muy viva dentro de la sociedad gallega, a pesar de "la campaña de silencio que existe desde los grandes medios".

"Si en la actualidad un barco volviese a emitir una alerta con posibilidad de marea negra, el presidente de la Xunta no se iría de cacería", asegura, en referencia a las acusaciones lanzadas contra Manuel Fraga de haberse marchado de caza a Aranjuez el fin de semana posterior a la señal de alarma del Prestige, mientras el buque se mantenía a flote a duras penas y la marea negra ya había alcanzado la costa de Galicia. "Ahora existe una conciencia social absoluta, y el mar se sigue sintiendo como algo colectivo", expresa este artista.

El despertar de una conciencia ambiental

El vertido del Prestige supuso también una bofetada que ponía en evidencia la fragilidad del medio ambiente, en un país que apenas cuatro años antes había visto cómo una balsa minera reventaba y su vertido tóxico amenazaba Doñana, no solo uno de los mayores tesoros naturales de España, sino de todo el continente europeo.

Greenpeace: La sociedad civil transformó una catástrofe ambiental en el mayor acto de amor colectivo en defensa de la naturaleza

Manoel Santos, delegado de Galicia de Greenpeace, reconoce que, dos décadas después del Prestige, "no sabemos si hubo un antes y un después desde el punto de vista medioambiental, aunque queremos creer que sí". Sin embargo, no tiene ninguna duda de que el accidente "despertó la conciencia ambiental en mucha gente", y eso es algo que "queda ahí para siempre". "La sociedad civil transformó una catástrofe ambiental como nunca antes se había conocido en el mayor acto de amor colectivo en defensa de la naturaleza que hubo en la historia de este país, y no conocemos nada semejante", considera.

"El Prestige fue una crisis ecológica, pero que también derivó en una crisis social y en una crisis política. Y a estas tres crisis se les dio respuesta desde la sociedad civil, porque los gobiernos no lo hacían, y un país entero quedó a la intemperie", agrega Manoel Santos, quien recalca que "se produjo una respuesta de la sociedad civil no solo gallega, sino tambien española y de muchas partes del mundo".

Las imágenes de las aves cubiertas por el chapapote dieron la vuelta al mundo.

Las imágenes de las aves cubiertas por el chapapote dieron la vuelta al mundo. MARCOU / AFP

Para Raúl García, coordinador de pesquerías de WWF, "sí que podemos hablar de un antes y un después del Prestige", ya que "ha sido políticamente la marea que más repercusión ha tenido, incluso más que el Exxon Valdez". "Mi percepción personal, mi experiencia después de tantos años en el ecologismo es que la catástrofe del Prestige impulsó la conciencia medioambiental en España, clarísimamente. Tanto Aznalcollar en Doñana marcó un antes y un después, ya que fue la mayor catástrofe en tierra que hemos tenido, como el Prestige, que se convirtió en un problema gestionar la cantidad de ciudadanos que venían a ayudar".

WWF: El Prestige ha sido políticamente la marea que más repercusión ha tenido, incluso más que el Exxon Valdez

"A nivel social, nosotros lo notamos en socios, en apoyo a los grupos que tenemos; lo notamos en las empresas, políticamente… Se nos empezó a considerar muchísimo más", añade.

Finalmente, Cristóbal López, portavoz de Ecologistas en Acción, define la marea negra provocada por el accidente del Prestige como un "punto de inflexión". "No solo los activistas, sino la población dio un paso al frente y se dio cuenta de que no puede esperar, de que a veces el Estado falla, está ausente, y es necesario que solucione las cosas con sus propias manos", afirma.

"Quiero pensar que esta tragedia ha ayudado a aumentar la concienciación ecológica", expresa, aunque matiza que se trata solo de "una palanca sobre la que se pueden cambiar cosas", ya que "hay que cambiar muchos aspectos del sistema, de la industria, de las leyes, que no están hechos para proteger la naturaleza".

Ecologistas en Acción: En cualquier momento podría suceder algo parecido a lo que ocurrió en 2002

"A pesar de que hay más concienciación, es difícil dar el salto de ahí a medidas concretas para limitar el peligro. Por Galicia pasan al año miles de buques con petróleo y con otras sustancias químicas mucho más peligrosas, y en cualquier momento podría suceder algo parecido a lo que ocurrió en 2002", advierte este ecologista.