Saramago, a través del objetivo
- Se reedita Viaje a Portugal con fotografías inéditas realizadas por José Saramago
- Una exposición muestra al Nobel como fotógrafo ocasional por su centenario
En 1979 un joven José Saramago cruzó a Galicia para arrancar un recorrido por Portugal porque “para viajar por un país siempre será necesario empezar por estar fuera de ese país”, reflexionaba con agudeza mientras le pedía consejo a los peces a ambas orillas del Duero/ Douro.
Durante casi un año el escritor se transformó en cronista de viaje, a su vez fotografió lo que le removía para documentar visualmente su relato. En su mente bullía como referente literario el Viaje a la Alcarria (1946), de Camilo José Cela, de donde toma la figura anónima de “el viajero”.
El periplo del escritor por su tierra natal cristalizó en Viaje a Portugal (1981). Un libro que alumbró con el firme propósito de esquivar el aroma a guía turística pero sí para enlazar con el latido del alma portuguesa, en consonancia con el espíritu reflexivo del resto de su obra.
Con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento este 2022, Alfaguara ha reeditado el título con nuevas imágenes que iluminan a José Saramago como fotógrafo ocasional y que firma junto al lisboeta Duarte Belo.
En muchas de estas estampas inéditas afloran monumentos centenarios como castillos, catedrales, casas solariegas, además de obras maestras de arte sacro que describe detallista en el interior de los edificios arañados por el viento.
“La preocupación por la fotografía no es estética. Fotografiaba un sitio porque le parecía bello pero lo que quería era describir al detalle un objeto o una persona. Usaba las imágenes como método de trabajo y era muy ordenado, detrás de cada una apuntaba el lugar, la fecha y los nombres de las personas que aparecían”, analiza Ricardo Viel, experto de la Fundación José Saramago de Lisboa.
“También usó las fotos como herramienta documental en el libro El año de la muerte de Ricardo Reis donde fotografió la tumba de Pessoa al detalle o del castillo de la parte antigua de la capital en Cerco a Lisboa”, completa.
La segunda vida de Viaje a Portugal
En su itinerario, el escritor arranca desde el norte “dorado” y fronterizo, pasa por las urbanas Lisboa y Coimbra, y se va dirigiendo hacia las áridas tierras del Alentejo donde pueblos castigados languidecen bajo un sol de justicia pero ante un paisaje de belleza inalterable. También se detendrá fugazmente en Azinhaga, la aldea de su infancia, donde sus padres, labradores que apenas sabían leer ni escribir, le transmitieron sus valores vitales.
El viajero Saramago observa con sensibilidad y modestia los recuerdos que conectan lo individual con lo colectivo, el pasado con el presente: congela con su cámara a las mujeres de Miranda do Douro, siempre vestidas de negro y que no recuerdan haber sido jóvenes o capta los rostros erosionados de campesinos y pescadores imbuidos por luchas sociales ancestrales.
“Desde aquí al mar son cincuenta metros en vertical. Las olas baten allí abajo contra los cantiles. Nada se oye. Es como un sueño”, relata cuando se asoma al vértigo infinito del Cabo San Vicente ya en el ocaso del recorrido.
La edición ilustrada de Viaje a Portugal está disfrutando de una relectura y una segunda vida este año: una exposición itinerante por el país se enfoca en las imágenes del camino y el Gobierno luso ha organizado rutas tras los pasos viajeros del Nobel.
“Es un libro muy interesante para entender Portugal porque puedes comparar como era el país hace 40 años y cómo es ahora, con las fotografías eso queda más claro. Es curioso porque en cada pueblito portugués hay citas de lo que escribió sobre ese lugar, se sienten muy orgullosos de que Saramago pasara por ahí”, añade Ricardo Viel que es coautor junto a Alejandro García Schnetzer del álbum biográfico Saramago. Sus nombres (Alfaguara), que suma casi 500 imágenes en la celebración del aniversario.
Los autores espigaron en archivos oficiales y fotografías de amigos para hallar las capturas “más curiosas y representativas”, esquivando las fotos icónicas que dieron la vuelta al mundo cuando Saramago recibió el Nobel en 1998 y su celebridad se multiplicó, también orillaron una narración cronológica.
“Decidimos descartarlo porque cambiaba muy poco físicamente. Desde los 30 años es la misma figura con calvicie, gafas de montura, traje y corbata casi siempre de color azul oscuro o gris”.
Paradójicamente, el escritor de Ensayo de la ceguera pocas veces mostraba sus viajes personales, aunque sí atesoraba con el orden que le regía decenas de retratos familiares, según relata Viel.
En su fotobiografía, los autores rescatan su documento de identidad, tiernas estampas con su esposa Pilar del Río o ángulos inéditos que conectan con la represión que sufrió por su militancia comunista [Ver imagen superior]
“Es una imagen desconocida donde aparece desafiante, fumando y mirando a cámara. La encontramos en los archivos de la policía política del dictador Salazar y no sabemos cómo llegó ahí, pero como mucha gente en la época estaba sometido a vigilancia”, asegura el experto.
El álbum está fusionado con textos del propio Saramago en una estructura viva porque como aseguraba el Nobel portugués “ningún viaje es definitivo”.