Ralf König homenajea a Mary Shelley con un Frankenstein gay
- El cómic cuenta la historia de un científico que crea su propio monstruo, similar al de Shelley
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Durante décadas Ralf König (Soest, Alemania, 1960) ha sido el autor de cómics gay más famoso de Europa gracias a títulos como El condón asesino, Lisístrata o El hombre deseado (que también han sido llevados al cine). Pero estos últimos años ha dado un giro a su carrera con títulos como el imprescindible Lucky Luke. Choco-Boys (Kraken), donde rodeaba al vaquero de un ambiente gay, y el que acaba de publicar en España: Frankenstein (Ediciones Obelisco), en el que homenajea a Mary Shelley con un Frankenstein gay.
No es la primera vez que vemos a un monstruo similar (todos recordamos al Frankenstein queer de The Rocky Horror Picture Show), pero esta vez es el científico el que es gay, en una versión totalmente libre de la novela.
El cómic está protagonizado por un científico contemporáneo de Mary Shelley que decide escribir una carta a la escritora tras leer la novela Frankenstein o el moderno Prometeo (1818). En esa misiva le cuenta su propia experiencia con experimentos para devolver la vida a los muertos y como consigue resucitar a un cadáver y hacerlo casi perfecto, de forma que no puede evitar enamorarse de su propia creción.
Pero, como os podéis imaginar, la desgracia perseguirá a este científico que se atreve a jugar a ser dios.
El cómic más serio de König
Conocido por sus divertidos cómics paródicos protagonizados por homosexuales, basados en su propia vida o la de sus amigos, lo primero que hay que destacar es que, probablemente, este sea el cómic más serio de König, pero no por ello menos interesante. Y que está dirigido a todos los públicos, independientemente de su orientación sexual.
Un cómic en el que a los temas de la novela de Shelley, como lo de jugar a ser dios o la búsqueda del conocimiento, el amor y la belleza... añade otros como la búsqueda de la propia identidad, la lucha contra nuestro propio cuerpo y el aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos.
Otro de los mensajes es que no nos dejemos arrastrar por aquellos que consideran que todo lo que no es como ellos es una monstruosidad, ya sea en las preferencias sexuales, la religión, la política...
Y un libro que, como el original, también nos demuestra que, al final, los monstruos siempre somos los humanos, y no nuestras creaciones.
Una pequeña joya
Para contarnos la historia, König modifica su estilo. Primero, eligiendo el pequeño formato, similar a una novela, para acentuar el parecido del cómic con un libro. Eso da como resultado un máximo de tres viñetas por página, lo que hace muy ágil su lectura.
Lo segundo más destacado del cómic es la elección del verde como único color del cómic, lo que nos remite a la tonalidad del maquillaje de Boris Karloff en la mítica versión dirigida por James Whale para la Universal, en 1931. Aunque la película fuera en blanco y negro, el famoso maquillaje de Jack Pierce, era de color verde grisáceo. Ese color verde también contribuye a que el cómic tenga un aspecto anticuado, como de ese lejano 1818 en que Shelley publicó la novela.
Destacar también el dibujo de König, la cuidada ambientación y el original aparato con el que el centífico loco devuelve la vida a su criatura.
Una nueva e interesante versión del clásico fundacional de la ciencia ficción.