Cuando la violencia de género golpea a las más vulnerables
- Tener una discapacidad, ser migrante y residir en el mundo rural son motivos de doble discriminación
- El 016 es el teléfono de atención a víctimas de violencia de género, es gratuito y no deja huella en la factura
Nacer niña es la columna vertebral de una violencia estructural, una violencia arraigada en todas las sociedades del mundo. “Nos matan, nos violan y nos agreden por nuestra condición de género”, denuncia la directora de Fundación Mujeres, Marisa Soleto Ávila. En vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, hace una llamada de atención, “todas las mujeres son vulnerables”. Y subraya que “se trata de una violencia que se basa en la ideología machista, estereotipos de género y una masculinidad tóxica que nos afecta de forma universal, incluso a las que supuestamente estamos más protegidas”.
Cabe señalar que la violencia tiene manifestaciones diferentes en función del contexto de cada mujer y/o sociedad o grupo social. Las agresiones varían en función de si estamos en el entorno rural o urbano, si se trata de mujeres con discapacidad, migrantes, mayores o en otras situaciones de dependencia económica, etc, porque estos son algunos de los perfiles en los que cuesta más diagnosticar, detectar y buscar una puerta de salida a los ataques machistas. Así, Soleto Ávila señala que “si queremos acabar con la violencia de género, tenemos que hacer un esfuerzo adicional para atender a todas estas especificidades en las que se encuentran muchas mujeres. Tenemos que hacerlo por parte de la sociedad y por parte de los servicios públicos”.
“Quién te va a querer si eres una mujer defectuosa”
Según el último informe Mujer, discapacidad y violencia de género el 71% de mujeres con discapacidad ha sufrido algún tipo violencia de género en algún momento de su vida frente al 16,8% que nunca la ha sufrido. “A las mujeres con discapacidad se nos cuestiona constantemente. Se nos infantiliza y se nos relega a ser administrativa y legalmente perpetuamente niñas”, explica Mercedes Serrato. Tiene 37 años, tiene una discapacidad sensorial, es trabajadora social y se dedica a estudiar la esterilización de las mujeres con discapacidad: “Soy mujer, tengo una discapacidad visual y cuando empecé a estudiar en la carrera me di cuenta de que había un vacío, y que teníamos cosas que señalar”.
“Soy mujer, tengo una discapacidad visual y cuando empecé a estudiar en la carrera me di cuenta de que había un vacío, y que teníamos cosas que señalar“
Convencida de que “lo personal es político”, insiste: “No podemos asumir que tener una discapacidad es un motivo para que te violenten, pero nos coloca en una situación de vulnerabilidad; el entorno más cercano te percibe como vulnerable y muchas, cuando deciden denunciar, no tienen credibilidad”. De hecho, el estudio citado anteriormente revela que algunas de las situaciones de violencia y discriminaciones comienzan en el entorno familiar, escolar, laboral y social, incidiendo además en las relaciones de pareja.
En este sentido, advierte Serrato, entra en juego otra variable: “Estate agradecida de que yo estoy contigo, yo al menos me he casado porque ¿a ti quién te va a querer si eres una mujer defectuosa?”. El marido siempre puede quitarle sus ingresos habituales. “Solemos recibir una pensión no contributiva y la violencia económica se da muchísimo en el entorno de pareja, donde la mujer tiene una prestación, pero la pareja se siente con el derecho a utilizar ese dinero”, argumenta la docente, que ejemplifica así uno de los 'chantajes' que muy frecuentemente se producen.
En el campo de la discapacidad queda mucho camino por recorrer, dice la experta, y reclama de las administraciones recursos más accesibles como víctimas de violencia de género y un trato menos pasivo. Por otro lado, lamenta que no se produzcan avances en lo que respeta a la esterilización y los abortos forzosos. Otro dato que no puede pasar desapercibido, y que recoge el informe, es que el 7,74% de las encuestadas han referido que el origen de su discapacidad es debido a una situación de violencia en la pareja, lo que ha mostrado que tienen una discapacidad sobrevenida por la violencia de género.
“Les hacía de traductor su maltratador”
Hodan Suleiman es de origen somalí. Tiene 43 años y lleva desde los seis años en España cuando huyó de la violencia en su país de origen junto a su madre. Actualmente, es mediadora intercultural en Médicos del Mundo y lleva más de 20 años interviniendo en casos de violencia machista en la comunidad migrante. “Estoy muy revuelta”, dice al comenzar la entrevista con RTVE.es mientras consulta su teléfono. “Tengo un caso de violencia machista muy grave y me tiene muy preocupada desde el lunes”, señala.
“Lo peor es cuando no entienden el idioma. Dos personas del mismo origen discuten y cuando ella lleva menos tiempo en España no tiene las herramientas para denunciar”, argumenta. Siente indignación al explicar que uno de los objetivos del maltratador es que la víctima no se integre en la sociedad. “He tenido casos en los que por falta de profesionales, el que les hacía de traductor era su maltratador”, añade. “¿Cómo puede ser?” Se pregunta. El sistema, denuncia, está fallando mucho y las "mujeres migrantes son las grandes olvidadas”.
Recuerda que se trata de personas que han vivido todo tipo de violencias, sus cuerpos están atravesados por la mutilación genital femenina, matrimonios forzosos, agresiones sexuales... Algunas se han visto atrapadas en redes de trata y prostitución. “Muchas tienen que pagar la deuda de un viaje en el que han contraído enfermedades, se han visto envueltas en embarazos forzosos o abortos agresivos”.
“Muchas tienen que pagar la deuda del viaje en el que han contraído enfermedades, se han visto envueltas en embarazos forzosos y a abortos agresivos“
“¿De dónde venimos? es una pregunta clave. Muchas venimos de sociedades que tienen normalizadas las agresiones machistas, de hecho, hay a quiénes les da vergüenza denunciarlo y no identifican que están siendo víctimas de abusos". Hodan reclama en el país de acogida, dice, una respuesta adecuada. “Necesitamos un soporte público que pueda hacer, y acompañar de forma adecuada a las mujeres migrantes víctimas de violencia de género”. “Cuando llegas muy dañada buscas algo para reconfortar el alma y que te ayuden. No pueden acabar en unos Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE)”, denuncia.
"Un tema tabú muy escondido" en el mundo rural
Muchas mujeres migrantes precisamente terminan viviendo en la España rural, dónde no hay servicio de atención especializado. Estas mujeres no denuncian, pero lo mismo ocurre con las mujeres con discapacidad y con todas las víctimas de violencia de género en general. “Hay muchísimas limitaciones que complican todo esto”, explica Marta Torres Herrero, técnica de violencia de género en FADEMUR, una federación de asociaciones por la igualdad y el progreso de las mujeres en el mundo rural.
La organización, en 2020, presentó el primer informe en España sobre la violencia de género en municipios de menos de 20.000 habitantes. Entrevistaron a 23 mujeres que habían sido víctimas de violencia de género y que habían acudido en algún momento de sus vidas a solicitar ayuda. “Habían verbalizado, denunciado, pero la media de tiempo que esperaron hasta denunciar o verbalizar fue de 20 años, toda una vida”, explica Torres. Esta circunstancia refleja la situación de las mujeres en los entornos rurales.
Las mujeres tienen pocos o escasos recursos en el ámbito rural. Pone el ejemplo de un pueblo de unos 3.000 habitantes en donde poner una denuncia de violencia de género resulta mucho más 'violento' al conocerse todos entre sí “Esto genera mucha desconfianza”, dice. Torres coincide con el resto de entrevistadas en la falta de recursos especializados, la falta de información y formación en este sentido de las víctimas y de los profesionales. Además, recuerda que en su mayoría son mujeres mayores que siguen viendo la violencia de género como un "tema tabú muy escondido en casa".
Sufren discriminación múltiple en todos los sentidos. De ahí, que desde FADEMUR, reclamen una voluntad política para implementar políticas públicas que tengan en cuenta la situación del mundo rural. “No es suficiente el reparto del dinero a través del pacto de Estado se necesita cooperación, apoyo y formación”. No hay igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
La dependencia económica, una forma de dominación
Hay un dato que es transversal y que también es común en los tres supuestos expuestos: la dependencia económica. “La falta de oportunidades laborales, la falta de formación o la falta de trabajo hace que muchas mujeres sean totalmente dependientes económicamente de sus parejas. Entonces tienden a normalizar la violencia”, dice Torres.
La dependencia económica es una forma de dominación sobre las mujeres. “Las anula y hace que ella tenga que estar pendiente y dependiendo de esa subsistencia económica de alguien que ejerce violencia sobre ella”, explica Melina Caballero Campos, Técnica de proyectos de cooperación internacional, Fundación Taller de Solidaridad. Si además tienen hijos, su dependencia se agudiza por el instituto de supervivencia, lo que hace prácticamente imposible que denuncien.
“Las anula y hace que ella tenga que estar pendiente y dependiendo de esa subsistencia económica de alguien que ejerce violencia sobre ella“
La violencia económica, define Caballero Campos, es una agresión sutil. Es originaria de Paraguay, tiene 45 años y lleva muchos años formando a mujeres en España y en América Latina. Asegura que a los dos lados del charco, incluso la educación se convierte en una decisión de la pareja.
En su organización hacen formaciones que tienen impacto en su proceso personal y profesional. De hecho, las que logran salir de la espiral de la violencia, intentan rehacer su vida, pero muchas veces, “el maltratador las persigue porque no acepta esa liberación”, resalta. Desde Fundación Taller de Solidaridad reclaman más apoyo al emprendimiento femenino y protección para las mujeres: “Cuando ven que pueden, se animan a salir adelante, ofrecen servicios y productos y solo necesitan apoyo y ser escuchada”, concluye.
Según los datos de la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019, una de cada tres mujeres asegura haber sufrido maltrato por parte de su pareja o expareja en nuestro país. Esto equivale a 6,6 millones de mujeres, entre las cuales un 14,2 % reconoce haber sufrido violencia física y/o sexual, y casi un 32% violencia psicológica. Las mujeres víctimas de violencia machista han aumentado un 10,89% en el segundo trimestre de 2022 con respecto al mismo período del año anterior, según los datos del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).