Vermeer, más allá de 'La joven de la perla'
- El Rijksmuseum reúne por primera vez 28 obras de su limitada producción
- La histórica exposición cuenta con préstamos excepcionales de EE.UU.
Proust calificó la pintura de Johannes Vermeer (1632-1675) como la más bella del mundo, aunque paradójicamente el creador del siglo de oro holandés es un ejemplo de enigma, abandono y redescubrimiento en la historia del arte.
Su huella se esfumó en el aire durante 200 años: no existían documentos ni diarios ni autorretratos fiables, hasta que el crítico francés Thoré-Bürguer cayó rendido a la mística sostenida del paisaje Vista de Delf en 1866 y se autoimpuso seguir su rastro de calidad excepcional.
Este punto de ruptura marcó la gloria. Vermeer comenzó a ser encumbrado a la cúspide de la gran cultura a pesar de su limitadísima producción, ya que se le atribuyen apenas 37 lienzos. Una cifra ínfima frente a los centenares que pintó su contemporáneo Rembrandt más incontables grabados, una circunstancia que tampoco ha suavizado la recomposición del puzle Vermeer.
A esta traba se suma una dispersión de obra fuera de las fronteras holandesas. La mayor parte de los “vermeer” se encuentran en manos de museos estadounidenses como la National Gallery de Washington o el Metropolitan. Los millonarios mecenas norteamericanos adquirieron con buen olfato numerosas pinturas a principios del siglo XX.
Por la suma de estas razones, la exposición del Rijksmuseum de Ámsterdam que abre sus puertas en febrero de 2023 es una excepción dentro de una excepción. La pinacoteca ha conseguido reunir 28 obras de Vermeer, un número altísimo, entre ellas, La lección de música interrumpida, (1659–61), Militar y muchacha riendo (1657-58) y Señora y doncella (1665–67), procedentes de la Colección Frick de Nueva York.
Los lienzos saldrán por primera vez del país y podrán contemplarse juntos. Los herederos del magnate del acero estadounidense Henry Frick habían prohibido legalmente que las obras se movieran, pero el cierre por reformas del museo en Manhattan ha obrado un milagro que no se repetirá.
Por primera vez, casi todo Vermeer
Más otro hito temporal para el Rijksmuseum que solo cuenta en sus fondos con tres obras del artista. La muestra holandesa es la primera que dedica al pintor en su historia y comenzó a gestarse paso a paso en 2015. También adiciona préstamos del Louvre como La encajera o la maravilla estética Mujer leyendo una carta, que aterriza por primera vez en los Países Bajos desde el Museo Gemaldegalerie de Dresde. Y no descartan sumar alguna obra maestra más.
“Ha sido complicadísimo, aunque hace 30 años no se prestaba nada y ahora todo es mucho más solidario incluso el Louvre presta. Los pintores tienen que estar vivos si no desaparecen y es una oportunidad única para que las nuevas generaciones se acerquen a Vermeer. Jamás se había visto gran parte de su obra junta”, explica con entusiasmo Friso Lammertse, comisario de Pintura Holandesa del siglo XVII del Rijksmuseum en la presentación de la exposición en España.
El museo de Ámsterdam espera recibir a 50.000 visitantes con esta muestra, a una media diaria de entre 2.500 y 3.000 personas.
Búsqueda intencionada del misterio
La pinacoteca tampoco ha dejado escapar la ventana abierta a la disección de las entrañas técnicas de las joyas del pintor del Delft, en una investigación histórica que ha asomado nuevas pistas.
Aplicando el mapeo de pigmentos y un escáner avanzado, utilizado en la restauración de Ronda de Noche de Rembrandt, han florecido elementos ocultos en el cuadro de La lechera (1657) como un colgador de cántaros y una cesta brasero. Una aparente simplicidad que oculta un ensayo error a capas en una búsqueda intencionada del misterio.
“Busca la sobriedad pero a su vez intenta que la composición sea interesante, el resultado es de una perfección casi absoluta. Lo que hemos descubierto es que cambia muchos elementos, duda, y eso lo hace más humano. Muchos cuadros los simplifica y los hace más enigmáticos. Por eso nos gusta tanto hoy en día, porque el arte bueno tiene muchas interpretaciones. Él buscaba la poesía en la vida diaria y si das muchos detalles, la poesía se desvanece”, explica el experto en una entrevista para RTVE.es.
“Se observa cómo hace sombreados con los bordes al estilo sfumato de Leonardo da Vinci y utiliza una pincelada muy libre. También era un maestro del puntillismo, parece que lo hacía en media hora pero tardaba medio año”, refiere el comisario sobre la proverbial lentitud a la hora crear de Vermeer con una media de dos lienzos al año, casi siempre de pequeño formato.
Una morosidad que los especialistas achacan al auspicio de un mecenas que le sostenía económicamente, aunque Johannes Vermeer murió en la pobreza y acuciado por las deudas. En el siglo XVI Holanda se encontraba en bancarrota por la guerra contra Francia y Vermeer, que mantenía a una prole de 11 hijos, dejó de pintar. Como prueba de este descenso a la irrelevancia, su obra maestra La joven de la perla fue vendida en una subasta en 1881 por unos treinta centavos.
En su redescubrimiento, al artista se le ha etiquetado como “el pintor de la serenidad” por la quietud contemplativa que emanan sus lienzos envueltos en una luz excepcional. Son retratos de atmósferas íntimas de la vida cotidiana en los que las mujeres son protagonistas.
Las damas de la alta burguesía holandesa se muestran leyendo, cosiendo o tocando instrumentos, enmarcadas en amarillos y “azules ultramar” que subrayan su estética cristalina, en una estilización totalmente opuesta al barroquismo.
"Vermeer no es ópera como Tiziano o Rubens, es música de cámara -relata-; es la vida diaria de las personas, es poesía y sin duda es brillante", insiste Friso Lammertse.
Muchos interrogantes aún sobrevuelan el cosmos del autor que firmó sus creaciones pero no las dató y del que se desconoce siquiera si trabajó en un taller con discípulos. Un rompecabezas que se vuelve algo más nítido en esta muestra “Vermeer total” que refresca en el presente su genialidad atemporal.