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Selma Van de Perre: "Creo que la III Guerra Mundial es una posibilidad"

  • Selma Van de Perre es superviviente del campo de concentración de Ravensbrück, donde llegó como presa política
  • Era miembro de la resistencia de Países Bajos y casi toda su familia, judía, fue asesinada por los nazis

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Recordar asusta pero no recordar es aún más terrible. Pienso en esta frase que un día subrayé en el libro La guerra no tiene nombre de mujer de la Premio Nobel de literatura Svetlana Alexievich mientras trato de leer la profunda mirada azul de Selma Van de Perre, una de las pocas personas (tiene 100 años) que aún hoy pueden hablar en primera persona de la II Guerra Mundial. Escribo, de otra parte, mientras en Estocolmo Annie Ernaux pronuncia el discurso de aceptación del galardón de este año y su idea central —acaba de decir que escribe como una forma de venganza— encaja a la perfección con esta mujer con la que hace un par de días tomé el té.

Selma no es novelista pero escribió sus memorias que, de algún modo, también son una forma de liberación. Ella —dice— no quiere tanto hablar del holocausto del que fue víctima —la mayor parte de su familia fue asesinada por ser judía— sino de la resistencia de la que formó parte. Reivindica su papel y el de tantos otros en la Historia.

Selma Van de Perre, superviviente del campo de concentración de Ravensbrück Sara Alonso / Corresponsal de RNE en Londres

Durante muchos años, décadas, Selma guardó silencio. Ni siquiera su hijo sabía sobre su pasado, nos cuenta en su casa de Londres. Trabajaba como periodista, daba clases de idiomas, cuidaba de su familia y en sus ratos libres tomaba clases de pintura y jugaba al golf en el país que le había acogido al término del conflicto. Hasta que un día recibió una llamada para participar en unos homenajes en su país natal, Países Bajos. Ahí comenzó su misión divulgadora. Hizo memoria para construirla. Al término de su primera charla —ya acumula decenas— le preguntó a su hijo qué le había parecido. Constató que ya sabía porque se había documentado en internet. "Nunca había salido en la conversación, nunca me había hecho preguntas, posiblemente porque le resultaba muy doloroso", comenta. A ella, con una vida no sólo larga sino rica en experiencias le gustaría ser recordada por su actividad contra el nazismo. Sus vivencias en un libro: Mi nombre es Selma.

Mi nombre es Selma

"En ningún otro país europeo fue la persecución de judíos más eficiente y el número de muertos tan alto como en Países Bajos. Tres cuartas partes de los judíos fueron asesinados. Entre ellos, mi padre, mi madre, mi hermana pequeña, mi abuela, mis tías, tíos y primos", reza una solapa que encoge el alma antes de arrancar la lectura.

Selma se enteró de todo esto tras ser liberada del campo de concentración de Ravensbrück en donde ingresó como presa política, no por ser judía ya que nadie sabía que lo era. "Enterré mi identidad para no ser asesinada", nos cuenta. Dejó de ser Selma Velleman, su apellido de soltera, para convertirse en Marga Van de Kuik, la persona, supuestamente aria, que trabajó transportando documentos por todo el país. "Era más fácil siendo mujer porque los alemanes no pensaban que una chica de 18 ó 20 años fuera a estar haciendo lo que yo hacía. Había controles en todas las estaciones pero a una joven rara vez le abrían la maleta", nos dice.

No quería dar a los alemanes la satisfacción de matarla

Fue una traición lo que le llevó a recalar en el único campo de concentración reservado exclusivamente para mujeres, el de Ravensbrück, ubicado a unos 75 kilómetros al norte de Berlín. Un lugar por el que pasaron 132.000 mujeres y en el que se estima, no hay datos exactos, que fallecieron unas 50.000. "Algunas chicas perdían la cabeza. Yo trataba de no pensar. Sólo quería sobrevivir. Vivía el momento y nada más. No pensaba más allá. Claro que era consciente de que podía morir, pero estaba dispuesta a cualquier cosa para evitarlo. No quería darle a los alemanes la satisfacción de matarme", apunta.

 Selma nos habla de sus rutinas en aquellos días, el trabajo esclavo en la factoría de Siemmens, la sensación de hambre, la fortaleza de las amistades establecidas. Aún es capaz de recitar de memoria un poema de Thomas Hood que se repetía una y otra vez entonces: Recuerdo, recuerdo / la casa en donde nací/ la pequeña ventana donde el sol / aparece asomándose en la mañana. Selma ha vuelto a ese lugar varias veces en los últimos años para dar conferencias, para hablar sobre todo a los jóvenes. No ha podido, sin embargo, visitar los campos de Auswitchz y Westerbork donde sus padres y su hermana fueron asesinados.

Durante décadas preservó las fotos que conservaba de ellos encima de un armario porque no era capaz de mirarlas. Superó esa resistencia aunque sigue teniendo otras. No ve películas que tengan que ver con el tema. "No puedo dormir. Tengo pesadillas o insomnio si lo hago". Le preguntamos si odia. "Mi cabeza me dice que no lo haga pero a mi corazón le resulta muy difícil cumplir, no odiar a quienes estuvieron allí y perpetraron esas atrocidades". La siguiente cuestión es sobre el perdón. "¿Perdonar? No. Es muy difícil. Quizá para las personas religiosas sea más fácil pero yo no soy creyente", sentencia.

Cada mañana, Selma escucha las noticas. Deformación profesional de alguien que durante gran parte de su vida ejerció el periodismo. "Pienso mucho en la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial. Claro que puede pasar aunque espero que no. Ucrania no va a ceder, están defendiendo su independencia y Rusia va a seguir. Hasta que diga basta. O quizá quiera ir más allá e invada más países’", comenta sobre la actualidad.

‘Una Tercera Guerra Mundial es posible’

"Los tiempos cambian pero ¿y los humanos? Las repeticiones de la Historia me hacen pensar en la torpeza de la vida", rocojo otro subrayado de Alexievich mientras nuestra conversación avanza hacia el ascenso de los nacionalismos y los populismos en el mundo. "Es preocupante, no parece que aprendamos. Es tremendo. Es una de las razones por las que doy conferencias, por las que escribí el libro. Quiero que la gente sepa lo que sucedió para que no vuelva a pasar", apunta para añadir que ya es mayor para entrar en política pero que le hubiera gustado hacerlo, en defensa de la democracia. "La gente es muy fácilmente influenciable. Por eso más allá de contar me gusta insistir en la necesidad de pensar. Si alguien se sube a una tribuna y te dice algo, piensa. Piensa lo que significa, a dónde puede llevar, lo que puede significar. Hitler no surgió de la nada. La gente le apoyó", asegura.

Éramos gente común que se vio precipitada a circunstancias extraordinarias

Selma cada día da gracias por estar viva. Se lamenta de que está perdiendo la vista y eso le impide revisar el correo electrónico y leer. Sigue haciéndolo gracias a los audiolibros. Escucha ahora uno sobre la vida de Leon Tolstoi. Antes de despedirnos le pedimos una foto y posa coqueta. Se guarda las gafas en su bolso rojo. Se coloca su gorro invernal y ayudada por su bastón nos acompaña hasta la puerta. Sonríe. Hoy ha cumplido con el que hoy es uno de sus motores vitales. Termina su libro y también este reportaje así: "Éramos gente común que se vio precipitada a circunstancias extraordinarias. Este es un testamento sobre nuestra lucha contra la inhumanidad. Las atrocidades de la II Guerra Mundial y los actos de de la gente que las desafío no deben ser olvidadas. Espero que este libro sirva para que su memoria siga viva".