Las 'Sinsombrero', las mujeres artistas y rebeldes de la Generación del 27
- Un cómic homenajea a estas grandes féminas que convivieron con Lorca, Dalí o Alberti
- Sus autoras son: Carolina Corvillo, Jen Del Pozo, Noelia F., Irene Gala, Irina Hirondelle y Mercedes Palacios
Federico García Lorca, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti… todos recordamos a los intelectuales que formaron la Generación del 27. Pero junto a ellos hubo una generación de mujeres artistas e intelectuales que crearon y triunfaron en una época en la que la sociedad no se lo permitía. Y que convirtieron en todo un símbolo el hecho de quitarse el sombrero. Eran mujeres como la pintora Maruja Mallo, las poetas Ernestina de Champourcin y Josefina de la Torre, la bailarina Tórtola Valencia y la escultora e ilustradora Marga Gil.
Tras la Guerra Civil la historia las olvidó casi por completo, hasta que estos últimos años otras mujeres están rescatando su memoria, como las autoras del cómic Ellas iban sin sombrero (Ponent Mon); cinco historias escritas por Carolina Corvillo e ilustradas por Jen Del Pozo, Noelia F., Irene Gala, Irina Hirondelle y Mercedes Palacios.
Hemos hablado con la guionista, a la que empezamos preguntando ¿qué fue el 'sinsombrerismo'? y ¿qué importancia tuvo en su momento? “El sinsombrerismo no era un movimiento ideológico ni exigía militancia alguna. Podría decirse incluso que era de todo menos “ismo”. Acuñado por Ramón Gómez de la Serna en la década de los veinte, se trataba de una actitud vital, desenfadada, vanguardista y surrealista que tenía que ver con romper las reglas sociales, intelectuales y estéticas más académicas y conservadoras. Quitarse el sombrero se convirtió así en signo de rebeldía y desafío, ya que las buenas costumbres y la decencia exigían que los transeúntes llevaran sombrero. En palabras del literato: «El fenómeno del sinsombrerismo es más amplio y significativo de lo que parece. Es final de una época, como lo fue el lanzar por la borda las pelucas. Quiere decir presteza en comprender y en decidirse, afinidad con los horizontes que se atalayan, ansia de nuevas leyes y nuevos permisos, entrada en la nueva cinemática de la vida, no dejar nunca en el perchero la cabeza, no apagar luces del aceptar, ir con rumbo bravo por los caminos de la vida, desenmascararse, ser un poco surrealistas (…)»”.
“Apelaba a todo aquel que se atreviera a ejercer el libre pensamiento a través de la expresión artística y tuvo mucho significado en una época en la que una cuestión tan básica como es la libertad de prensa no existía –añade Carolina-. Casi cien años más tarde, la directora, guionista y escritora Tània Balló Colell recogió este término para definir a un grupo de mujeres artistas e intelectuales que en la época de la generación del 27, con esta actitud vital definida por Ramón Gómez de la Serna, dejaron en el mundo obra que merece la pena ser disfrutada y recordada”.
Un gesto de rebeldía de Maruja Mallo, Margarita Manso, Dalí y Lorca
Pero… ¿Cómo nació el 'sinsombrerismo'? “El nombre de “las Sinsombrero” para referirse a estas mujeres viene de una anécdota que cuenta la pintora Maruja Mallo en varias entrevistas –explica Carolina-. Cuenta que estaban Federico, Dalí, Margarita Manso y ella dando una vuelta por la plaza del Sol cuando decidieron quitarse los sombreros en un acto de gamberrismo vanguardista. Según ella, la gente empezó a tirarles piedras por la osada afrenta, incluso les llamaron maricones, a lo que Dalí contestó que sí, que maricones a mucha honra”.
En cuanto a su relación con la Generación del 27, Carolina asegura: “No todas las Sinsombrero tuvieron relación con miembros de la generación del 27, pero desde luego que la Residencia, el Lyceum Club Femenino y las diferentes revistas en las que algunas de ellas publicaron fueron un punto de encuentro crucial”.
“Hay quienes critican el hecho de que cuando se habla de estas mujeres se hable de ellas como “novia de”, “esposa de”, “sobrina de”… Entiendo que a lo que apuntan es a la importancia de su obra y comparto ese interés, pero a mí me parece que analizar su contexto interpersonal da muchas pistas acerca de una parte importante de lo que las conformó como artistas. No creo que el hecho de mencionar que hubo hombres que amaron, que las influenciaron o que fueron influenciados por ellas equivalga a restarle valor a su obra”.
“Maruja Mallo –añade Carolina-. tuvo una relación con Alberti durante cinco años, relación en la que hubo un intercambio intelectual clarísimo cuando se analizan las obras que los dos gestaron en esa época. Luego Alberti se casaría con la escritora María Teresa León. Maruja Mallo y Concha Méndez salían de vez en cuando con los chicos de la residencia entre los que se encontraban Lorca, Dalí, Buñuel... Josefina de la Torre elaboró un poema tristísimo llamado Mis amigos de entonces en el que menciona a todos sus antiguos compañeros de letras, entre los que se encuentran muy probablemente (ya que en el poema menciona nombres y no apellidos) Lorca, Alberti y Pedro Salinas, entre otros. Ernestina de Champourcin, casada con el poeta Juan Domenchina, fue una de las únicas mujeres que defendieron la actuación rompedora y controvertida de Alberti en el Lyceum Femenino. Tanto Ernestina de Champurcin como Josefina de la Torre fueron las dos únicas mujeres recogidas en la famosa antología poética de Gerardo Diego. Y esto es solo mencionar algunos ejemplos que me vienen a la cabeza”.
“Lo que los artistas expresaban se creó en un caldo de cultivo social y ser conscientes de ello nos da una idea más clara de quiénes fueron y de por qué y cómo hicieron lo que hicieron. Y esto es lo que quise reflejar cuando escribí el guion del cómic Ellas iban sin sombrero. Me interesa mucho la relación de la obra con la biografía. No quería hacer biografías al uso o catálogos de las obras de ellas. He intentado, a través de la chispa que solo puede dar la ficción, destilar la esencia de lo que me transmitió cada una de ellas con su obra y sus hechos” –concluye Carolina-.
Las cinco elegidas
Preguntamos a Carolina cuáles de estas Sinsombrero han elegido y por qué: “El elenco es amplio y de una calidad tremenda, pero preferimos centrarnos solo en cinco para empezar y, de esa manera, profundizar un poco más en cada una. Las elegí de manera bastante intuitiva, por la afinidad que sentía con su obra y también procurando que cada una de ellas representara una disciplina diferente. Maruja Mallo era “marúnicamente” inevitable, por su impresionante obra y su personalidad arrolladora. Fue la primera de ellas a la que conocí gracias a la representación de la actriz Ana Moreno Pérez en una visita guiada por la Residencia de Estudiantes. Ana, encarnando a la mismísima Maruja, sembró en mí la curiosidad por estas artistas”.
“A Marga Gil la incluí porque me enamoré de sus ilustraciones y esculturas –añade-. Era una muchacha-genio. A Tórtola Valencia, que no pertenece a la nómina oficial, la agregué por el amor que siento por la danza. Me gustaba mucho la idea de tener una representante de las artes escénicas en este homenaje-mosaico y me permití ser un poco sinsombrerista”.
“A Ernestina de Champourcin, poeta y traductora, la escogí porque me encanta su poesía y por su novela La casa de enfrente, que me cautivó –continúa Carolina-. A Josefina de la Torre, poeta, cantante y actriz la elegí por su versatilidad y el eco vibrante y fresco de canción pop de sus poemas”.
Preguntamos a Carolina hasta qué punto cree que la historia las ha olvidado: “En cuanto a si las hemos olvidado, diría que no. Pienso que, efectivamente, no se las recuerda como merecerían. El exilio en tiempos de guerra y la dictadura fueron una grave losa para muchos artistas e intelectuales, pero ahora las estamos recuperando: Carmen Conde, María Teresa León, Ángeles Santos, Concha Méndez, Rosa Chacel… Hay muchos nombres que rescatar, también masculinos, como Álvaro Retama, Juan Domenchina, José Bergamín y Antonio de Hoyos y Vinent, por ejemplo.”
“Tal vez el hecho de que las Sinsombrero no salgan en los libros de texto obligatorios nos ha dado la oportunidad de descubrirlas con otra perspectiva. El mundo ofrece ahora mil ventanas para despertar genuina curiosidad y dar a conocer a estos talentos en forma de experiencias literarias, visuales y audiovisuales. Hay cultura más allá de las aulas, y quien diga la contrario no es sinsombrerista”.
Maruja Mallo, una pintora pionera
El cómic empieza con la historia de la pintora Maruja Mallo. “Maruja es mucha Maruja –asegura Carolina-. Fue una de las pocas mujeres admitidas en la escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde conoció a Dalí, que, según ella misma, se entusiasmó tanto con sus conversaciones que enseguida le presentó a sus amigos de la “resi”. Era una apasionada del arte y las ciencias, libre pensadora por definición, y su obra, al igual que ella, siempre estuvo en proceso constante de crecimiento y mutación. Al estallar la guerra se exilió en Argentina y las Américas tiñeron sus creaciones. Volvió a España en su vejez”.
“Su vida social fue intensa –continúa Carolina-. Tuvo relación con Neruda, con el grupo de surrealistas de París (Bretón compró su cuadro El espantapájaros), con la Escuela de Vallecas, movimiento pictórico fundado por Benjamín Palencia, así como con multitud de miembros y no miembros en torno a la generación del 27. Ortega y Gasset, fascinado por el latido de lo popular en consonancia con lo vanguardista en su serie de las verbenas, acogió su primera exposición individual en la sede de la revista Occidente en 1928. Maruja, sensibilidad enérgica y dinámica, parecía nutrirse de una intensa vida social, pero también tenía momentos de soledad y retraimiento gobernados por la gestación creativa”.
Antes de hablar del dibujo de Mercedes Palacios, preguntamos a Carolina cómo han asignado cada personaje a las dibujantes: “Ya conocía a Irina Hirondelle y a Irene Gala y me alegró mucho que se unieran al barco en cuanto les propuse el proyecto. Por otro lado, era admiradora del trabajo de Mercedes Palacios y Jen Del Pozo, así que tuve el atrevimiento de contactarlas por Instagram. A Noelia F, que fue todo un descubrimiento para mí, la conocí a través de un foro de dibujantes en el que puse un anuncio. El proceso de asignación fue muy natural, cada una terminó eligiendo a la artista con la que sentía más cómoda. Creo que esa afinidad se nota al leer el cómic”.
“En cuanto al dibujo de Mercedes Palacios -nos cuenta Carolina-, me parece increíble cómo en un número tan limitado de páginas ha conseguido plasmar la evolución de la obra de Maruja, marcada por grandes contrastes, de una forma tan fluida. Su interpretación de los distintos personajes que aparecieron en la vida de Maruja y de la misma Maruja es exquisita porque guardan un parecido mágico con sus referentes reales, pero no pierden en ningún momento el toque que solo el arte de Mercedes puede darles. Este dibujo transporta y eleva, te hace respirar aromas de antaño”.
Marga Gil, una escultora e ilustradora que… ¿Inspiró El Principito?
Marga Gil fue una niña prodigio, algo inusual para su época, como nos cuenta Carolina: “Marga Gil fue una talentosa escultora e ilustradora que mostró su potencial desde niña. En 1920, con tan solo doce años, publicó El niño de oro, cuento infantil escrito por su hermana Consuelo e ilustrado por ella. Ya se nota una madurez excepcional en este trabajo y un mundo interior muy rico sembrado de luces y tinieblas. Luego se pasó a la escultura y tampoco le costó trabajo dominarla”.
“Cuando me documenté sobre ella –añade Carolina- no encontré ninguna prueba contundente de que Marga hubiera conocido en persona a Saint-Exupéry, si bien se dice que él se inspiró en sus dibujos para sus ilustraciones de El Principito. En cuanto a Juan Ramón Jiménez, la historia cobra un matiz trágico. Marga tenía muy buena relación con el literato y su mujer, Zenobia Camprubí (traductora de Tagore) y, desafortunadamente, no consiguió gestionar su amor no correspondido por el escritor de Platero y yo, lo que la llevó al suicidio a la edad de 24 años.
El suicidio es un tema muy delicado por la conjunción complejísima de causas (algunas imposibles de dilucidar) y por la incomprensión misma de un hecho que resulta antinatural. Fue un reto plasmar esta historia en un número tan limitado de páginas y fue de gran ayuda el diario que Marga escribió unas semanas antes de irse de este mundo, así como Amarga Luz, el libro que su sobrina, la maravillosa poeta y fotógrafa Marga Clark, escribiría muchos años después”.
“En cuanto a dónde habría llegado si no hubiera muerto de forma tan prematura, no lo sé, aunque estoy bastante segura de que nunca habría dejado de crear maravillas. Es una pena pensar en toda la obra de ella que nunca abandonará el mundo inmaterial de las ideas” –asegura Carolina-.
Preguntamos a Carolina qué destaca de los dibujos de Jen del Pozo: “El cromatismo, el universo onírico tan sobrecogedor que genera, el poder que tiene para ir a la esencia alterando la superficie, que es, además, lo que intentaba hacer Marga a través de sus creaciones, “trabajar desde dentro hacia afuera”. Jen buscó reflejarla a través de su propio prisma, con su propio estilo y con un respeto inmenso a la hora de “volver a crear” lo que Marga creó, sin perder en el camino su propia voz. La Marga representada por Jen parece sacada de un tiempo futuro y así se marca esa ruptura progresiva con su entorno, rasgo que también caracteriza a los personajes que ella creaba”.
Carmen Tórtola Valencia, una bailarina y coreógrafa que triunfó en toda Europa
Sobre la bailarina y coreógrafa Carmen Tórtola Valencia, Carolina nos comenta: “Nació en España y se crió en Londres, donde siendo adolescente debutaría con danzas españolas que aprendió de forma intuitiva y que iría desarrollando, estilizando y fusionando con danzas de todas las partes del mundo. Fue una artista de talla internacional, musa de poetas e intelectuales, muy consciente de que una actuación era mucho más que la ejecución de una serie de pasos de baile. Para ella eran muy importante todos los detalles: el vestuario, la selección de la música, cómo aparecer ante el público, la tensión dramática, la danza, los silencios, el sentimiento impreso en cada movimiento, la improvisación. Posiblemente influenciada por Isadora Duncan y Loie Fuller (por citar los referentes más conocidos), pero con un estilo personal único, Tórtola abrazó la performance sobre el escenario y como modo de vida. En “La última actuación de Tórtola” abordamos este concepto a través de su arte y su relación con Ángeles Magret-Vilá, el amor de su vida”.
Destacar los dibujos de Irina Hirondelle. “Irina tiene un mundo estético único -afirma Carolina-. Destacaría la bellísima fantasía con la que refleja las ensoñaciones de Tórtola, la particular anatomía de los personajes, el cuidado con el que todos los detalles están reflejados y distribuidos, haciendo que la narrativa fluya y envuelva, transportándonos en unas pocas páginas al estallido de danzas y de mezcla de culturas que fue Tórtola sobre las tablas. Fue además todo un reto porque, aunque hay una cantidad ingente de fotografías de ella con su vestuario de escenario, de Tórtola Valencia solo se conserva una danza en un vídeo en el que tampoco puede apreciársela en todo su esplendor. Recrear los movimientos, dotarlos de sentido y continuidad es algo que Irina ha hecho maravillosamente componiendo el puzle con referencias actuales y una gran dosis de imaginación”.
Ernestina de Champourcin, poeta y novelista
“Ernestina Champourcin fue poeta y traductora –nos explica Carolina-. Escribió una novela, La casa de enfrente y otra inconclusa sobre su experiencia durante la guerra civil. Ernestina era particularmente crítica, no solo con la obra de otros, sino con la suya propia, lo que la llevó a renegar de su única novela escrita años después a pesar de la buena crítica recibida. No obstante, creo que en esa pieza palpitaban varios de los temas que aparecerían en su poesía durante toda su vida: el amor divino, el amor humano, la relación del individuo y la otredad. Ernestina se exilió en México y no sería hasta ser anciana que volvería a su España natal, convertida en “la casa de enfrente”, aquello que nos resulta familiar pero profundamente extraño. Este concepto vertebra la historia que en el cómic contamos sobre ella”.
Irene Gala se encarga de ilustrar esta historia. “Tiene un estilo muy gráfico y contundente –afirma Carolina-. Me encanta cómo a través de un trazo limpio y seguro y la combinación de color ha conseguido captar la esencia de Ernestina: profusión de emociones que palpitan bajo una superficie gobernada por la sobriedad y la elegancia. Cada viñeta de Irene se convierte en una pieza visual indispensable para narrar la historia, creando páginas profundamente expresivas gracias a un manejo brillante de la composición. Me encanta el diseño de personaje de Ernestina, sencillo y lleno de fuerza. Hace que no puedas apartar la mirada de ella en toda la historia”.
Josefina de la Torre, actriz y pionera del doblaje
Josefina de la Torre es otra de esas mujeres que destacó en varios campos, como nos recuerda Carolina: “Fue una cantante, poeta, y actriz de teatro, doblaje y cine de Canarias que dedicó la mayor parte de su vida al teatro. Josefina desprende en sus versos esa sabiduría popular en perfecta consonancia con sus propios sentimientos y experiencias y expresa a través de composiciones sencillas una paleta muy rica de emociones, transformando los lugares comunes en brisas marítimas refrescantes”.
Josefina de la Torre doblaba a Marlene Dietrich cuando conoció a Luis Buñel, junto al que doblaría una película. “En cuanto a su relación con Buñuel –explica Carolina-, hay claroscuros en la historia, huecos que nos hemos permitido llenar con ficción sin lanzarnos al vacío de los despropósitos. Se sabe que se conocieron, que trabajaron juntos en el doblaje de la película Un secuestro sensacional. Ella misma menciona su relación romántica con él en una entrevista que le hizo Edith Checa. En la historia El muro de Josefina hemos utilizado esta información para establecer un enlace directo entre Josefina y sus temas principales: el amor, el desamor, la infancia y el anhelo”.
La encargada de ilustrar esta historia es Noelia F. “El estilo del dibujo de Noelia casa a la perfección con los versos de Josefina -afirma Carolina-. Es etéreo, fluido, aparentemente naíf por el aspecto, pero maduro en cuanto a la progresión emocional del personaje y la elección para nada azarosa de los elementos visuales. La historia de El muro de Josefina fue interpretada por Noelia desde el primer momento como si se tratara de un poema contado en viñetas y ese trabajo de destilación y lírica puede observarse a través de sus trazos, las composiciones, las actitudes de los personajes y el uso del color, que marca un vivo contraste entre su infancia y su vida como adulta. Noelia transmite una espontaneidad, que, sin embargo, está asentada sobre cimientos diseñados concienzudamente”.