Los migrantes mutilados por 'La Bestia' retoman el paso sin miedo
- Subirse a este tren de mercancías es la forma más barata y la más peligrosa de atravesar México para llegar a EE.UU.
- Cientos de migrantes han sufrido amputaciones y un programa de la Cruz Roja les ofrece rehabilitación y prótesis gratuitas
Noé, hondureño de 24 años, no midió bien los riesgos del viaje clandestino hacia Estados Unidos. Pensaba que lo peor que le podría pasar era que le agarrara "la migra" y le deportaran. Nunca pasó por su cabeza la posibilidad de dejarse una pierna en el intento cuando a mediados de mayo salió de su país, decidido a dar una mejor vida a sus tres hijos: "Para que no sufran lo que yo he sufrido".
Tampoco entraba en sus planes subirse a 'La Bestia', como se conoce a los trenes de mercancías que atraviesan México de norte a sur por varias rutas. Entró desde Guatemala por la zona selvática de Tenosique, donde se juntó con otros migrantes que pensaban viajar de polizones en el tren. "Uno viene arriesgando la vida y dije: ni modo, hay que subirnos a 'La Bestia'".
Los migrantes viajan en el techo del tren, sobre la carga o en los huecos entre vagones. La rama de un árbol, un túnel, un paso en falso o quedarse dormido pueden ser fatales. La mayoría de accidentes también suceden al subirse o bajarse del tren en movimiento.
Con el paso del tiempo han surgido además otros obstáculos. Los constantes retenes policiales y el control criminal de los trenes han hecho que ya no sea tan frecuente ver cientos de siluetas recortadas sobre las moles de acero.
Sólo los más desesperados se suben a lomos de 'La Bestia' y, entre ellos, cada vez hay más venezolanos, exhaustos y sin un peso después de un viaje por tierra a través de una docena de países. México aparece ante ellos como un gigante de dimensiones continentales, y el tren como la única opción viable para atravesarlo. De Tapachula, en el sur, a Tijuana, en el norte, hay 4.000 kilómetros. Es la ruta más larga. La más corta no baja de 1.500 km.
'La Bestia' indomable
"Fue muy duro, pasé mucha hambre y sed", recuerda el hondureño de sus viajes en los ferrocarriles de carga, interrumpidos con frecuencia por los controles migratorios.
"De repente, había un retén y nos teníamos que tirar del tren y correr a escondernos en la selva o atravesar pantanos", cuenta. Entre unas cosas y otras, llegó a coger el tren seis veces. En Veracruz, sufrió un primer percance. "Intenté agarrarla de frente y me hizo volar. Me pegué en la cabeza".
Con la lección aprendida de que antes de subirse "hay que dejarla correr", que te pase por delante, creyó haber domado a 'La Bestia', pero no tardaría en descubrir que no era así. Llegando a Querétaro, en el centro del país, el tren aminoró la marcha. "Veníamos felices, alegres porque nos venían tirando comida, pero, de repente, bajé a las vías y me dispararon".
Tres balazos que no le alcanzaron y dos tipos con machetes de los que logró escapar. Está convencido de que no era un asalto. Buscaban vengarse de alguien y le confundieron con él. Cuando por fin se creía a salvo, ya enganchado a la escalera del tren, se produjo el accidente. "Subí el pie derecho, pero el izquierdo me lo agarró, me lo arremachó. Y así fue como quedé", dice señalando su pierna, cercenada justo por debajo de la rodilla. Una venda cubre el muñón ya completamente cicatrizado.
Con la pierna machacada, todavía logró volverse a subir al tren y avanzar 50 kilómetros hasta Celaya. "Yo traía toda la fuerza. Que yo voy para arriba, decía, pero ya venía botando mucha sangre.Y los compañeros, no, bájate aquí".
A la espera de una prótesis
Han pasado seis meses de la tragedia y Noé acude semanalmente a rehabilitación en el Instituto Guanajuatense de Personas con Discapacidad (INGUDIS) con sede en Silao,Guanajuato.
Es un martes de finales de noviembre y por fin ha llegado el día en que recibirá su prótesis, gracias a un programa del Comité Internacional de la Cruz Roja, que ha beneficiado a más de 500 migrantes en México y Centroamérica desde el año 2019. El CICR paga la prótesis, el INGUDIS la rehabilitación y el albergue ABBA de Celaya les da techo, comida y talleres, además de apoyo legal y psicológico.
"Vienen con un sueño y les explota esta realidad de una amputación y entonces toca reconstruirlos también por dentro", explica Ignacio Martínez Ramírez, director del albergue, además de pastor evangélico y abogado. Lo que dure la rehabilitación dependerá de la gravedad del paciente y el proceso suele tener sus altibajos.
"Algunos creen que es ponérsela y caminar, pero no es tan fácil, lleva su tiempo. Es algo nuevo y hay que adaptarlo a nuestro cuerpo", explica Nelda Torres, fisioterapeuta en el INGUDIS. De su última sesión de rehabilitación, Noé salió con el molde de su prótesis, pero ahora al ir a colocársela no entra bien. No han podido corregirla y tendrán que hacer una nueva.
"Tiene buen pronóstico, su muñón es largo, pero todavía no está al 100% apto para la prótesis, la forma no convence", determina Gibrán Guzmán, responsable del taller de órtesis y prótesis del centro, mientras le enseña a Noé como debe colocarse la venda para que comprima más su piel. Es un mazazo. Apoyado en sus muletas, se marcha en silencio sin poder ocultar su decepción. Significa más tiempo de espera. Ha vivido los últimos seis meses como si fueran años.
El accidente no solo frustra sus expectativas, sino también las de sus familias, que contaban con que mandarían dinero. Además de tener que asimilar su discapacidad, los migrantes cargan con sentimientos de culpa y vergüenza.
"Tuvimos el caso de un migrante amputado al que su familia le dijo: mejor hubieras metido la cabeza bajo el tren porque ahora voy a tener un hijo mocho. Culturalmente la amputación se puede considerar hasta un vergüenza", asegura Ignacio, que ha conocido muchos casos de migrantes que tardan meses en contar a sus familias lo que les ha pasado. "Tenemos que hacerles ver que la discapacidad está en su cabeza y que de esto pueden salir cosas extraordinarias. Esto también es un prótesis", remata mostrando sus gafas.
De vuelta al albergue, Noé esta algo más animado. "Hay que echarle ganas porque no consiguieron quitarnos la vida". Se sienta a charlar con sus "hermanos" Omar, Javier, Darwin y Carlos. A ellos también el tren les jugó una mala pasada. "Calculo que tendré que esperar aquí dos meses más, pero, ni modo, saldré mucho mejor".
Puede que haya perdido una pierna, pero no el rumbo. En cuanto tenga su prótesis y se adapte a ella, piensa continuar el viaje a Estados Unidos. "Miedo a 'La Bestia' no le tengo. Volveré a cogerla si hace falta".