La frágil posición de Kevin McCarthy al frente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos
- Bastará la propuesta de un solo congresista para llevar a cabo una moción de censura en contra del 'speaker'
- McCarthy logró la presidencia del Congreso tras vencer la resistencia del varios legisladores ultras de su partido
Han sido necesarios cuatro largos días de negociaciones y hasta 15 votaciones para que el republicano Kevin MCarthy alcanzara este sábado la presidencia de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la tercera autoridad del país después del presidente, Joe Biden, y de la vicepresidenta, Kamala Harris.
A lo largo de una extenuante semana, el político californiano de 57 años tuvo que vencer la resistencia de 20 congresistas ultras de su partido para, finalmente, conseguir los votos necesarios para convertirse en 'speaker', un cargo al que ya aspiró sin éxito en 2015.
McCarthy ha podido abrir la 118 legislatura del Congreso de Estados Unidos gracias a la abstención final de seis congresistas republicanos, para lo cual tuvo que intervenir el expresidente Donald Trump, quien llamó personalmente al menos a dos legisladores que rehusaban darle su apoyo.
Sin embargo, la situación del nuevo 'speaker' es de extrema fragilidad, dadas las concesiones que ha tenido que aceptar en esta semana de negociaciones para lograr el apoyo de estos congresistas díscolos, muchos de ellos fieles a Trump y miembros del ultraconservador grupo Freedom Caucus, formado en 2015 por los republicanos más extremos, algunos procedentes del extinguido Tea Party.
Cualquier congresista podrá forzar una moción
Uno de los peajes más arriesgados para Kevin McCartney es que cualquiera de los 435 miembros de la Cámara podrá forzar una votación en su contra, lo que podría suponer su destitución en cualquier momento. Hace unos años se elevó a cinco el número de legisladores necesarios para realizar esta petición y así evitar, como sucederá ahora, que un solo congresista pudiera amenazar la estabilidad de la institución.
Esta concesión es aún más peligrosa, teniendo en cuenta que dentro de unos meses el Congreso tendrá que discutir el techo de endeudamiento y el dirigente republicano ya ha avanzado su disposición a frenar el gasto público, lo que inevitablemente parece conducir a un choque con los demócratas.
Aunque las cesiones de McCarthy a los díscolos a cambio de su abstención no se han dado a conocer, los rebeldes han reclamado acuerdos privados que incluyen varias sillas en el comité de reglas, que determina cuándo se vota un proyecto de ley, durante cuánto tiempo puede se debate y si se puede modificar mediante enmiendas.
Una situación que sin duda dificulta la promesa de transparencia que hizo el líder de una Cámara en la que, al contrario de su espíritu, los grandes proyectos se elaboran a puerta cerrada y se aprueban casi sin debate.
Los republicanos también habrían pedido que se garanticen votaciones sobre temas fronterizos, la presidencia de varios subcomités y tener relevancia dentro del Comité de Asignaciones, uno de los más poderosos del hemiciclo.
Todas estas concesiones reducirán notablemente el poder de McCarthey respecto a su predecesora, la demócrata Nancy Pelosi, aunque habrá que esperar al lunes, cuando se vote el nuevo reglamento de la Cámara, para conocer su contenido.
De momento se cierra este hecho insólito en la democracia estadounidense, pues la última vez que se necesitó más de una votación para elegir al 'speaker' fue en 1923. Por aquel entonces el presidente de la Cámara fue elegido en una novena votación, seis menos que las celebradas en esta ocasión, pero muy lejos de las 60 que tuvieron que hacerse en 1869.
El récord se registró en 1855, cuando fueron necesarias 133 votaciones para elegir presidente y que la Cámara pudiera reanudar su actividad tras dos meses de parálisis.