El asalto al poder de bolsonaristas y trumpistas: la estrategia de la ultraderecha para deslegitimar sus derrotas
Tanto Bolsonaro como Trump sembraron dudas sobre la legitimidad del voto, sin citar ninguna evidencia
Los expertos señalan que una de las principales diferencias entre Brasil y EE.UU. es el papel del Ejército
Tan solo dos días después del segundo aniversario del asalto al Capitolio de Estados Unidos, las imágenes de cristales rotos, multitudes entrando en despachos y llegando hasta el hemiciclo han vuelto a copar los noticiarios de todo el mundo. Esta vez las banderas de Brasil sustituían a las estadounidenses y los manifestantes no son seguidores del expresidente Donald Trump, sino del brasileño Jair Bolsonaro. Sin embargo, estos dos ataques a las instituciones tienen varios elementos en común.
“Es indudable que ha habido una inspiración”, asegura a RTVE.es el profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Fernando Harto. “Lo de tomar el poder legislativo es algo que ocurrió en Estados Unidos, y a partir de ahí el resto de las fuerzas de lo que podemos llamar la 'Internacional negra' -la Internacional promovida por Bannon y por teóricos de la órbita de Trump- comparten experiencias, estrategias”, añade.
Todavía es pronto para saber si, como ha ocurrido en Estados Unidos con Trump, se llevarán a cabo investigaciones a Bolsonaro por su posible responsabilidad en el asalto de miles de sus seguidores a las sedes del Gobierno, del Parlamento y del Tribunal Supremo.
“Es obvio que Bolsonaro creó en sus cuatro años en el poder las condiciones para que pasara esto”, opina en declaraciones a RTVE.es el profesor de la Universidad de York, Joao Nunes. “Lo que ha pasado en Brasil es una combinación de una movilización que ha tenido lugar durante semanas. En el caso del asalto al Capitolio hubo movilización, pero no tan visible como en Brasil”, recalca.
Los bolsonaristas, imitadores de los trumpistas
Las escenas del asalto en Brasilia mostraban claras similitudes al del Capitolio en Estados Unidos el 6 de enero de 2021, pero también hay conexiones más profundas entre ambos eventos.
Los vínculos entre el expresidente brasileño y el movimiento Trump se hicieron más fuertes tras la reunión en noviembre del hijo de Bolsonaro con el magnate neoyorquino en su vivienda en Mar-a-Lago, en Florida. Durante ese viaje, el hijo del exmandatario brasileño, Eduardo Bolsonaro, también mantuvo conversaciones con Steve Bannon, un exasesor de Trump que siguió la estrategia de poner en duda los resultados de las elecciones presidenciales celebradas en Estados Unidos en 2020.
Las noticias falsas y los rumores no demostrados sobre un presunto fraude en los comicios ayudaron a animar a los seguidores de Trump que llevaron a cabo el asalto al Capitolio y también a los de Bolsonaro que han atacado los edificios gubernamentales de Brasil en un intento por promover su causa.
“No veo muchas diferencias entre la extrema derecha brasileña y la estadounidense”, afirma el periodista y analista brasileño Alexander Fernández Agabiti a RTVE.es en declaraciones desde Sao Paulo. “Son racistas, fascistas, no tienen ningún respeto por las instituciones, por la democracia. La extrema derecha brasileña se alimenta de Steve Bannon, que es el gurú de Donald Trump y también es el gurú de Bolsonaro y amigo de sus hijos”, opina.
En este sentido, Nunes señala que “no es un secreto que Bolsonaro apoyaba a Trump y que siguió sus pasos y métodos en muchos aspectos”. “Por ejemplo, cuestionando la legitimidad de las instituciones, poniendo en duda la validez de los resultados de las elecciones, negándose a aceptar los resultados…”, señala el profesor de la Universidad de York. “Los seguidores de Bolsonaro han seguido casi totalmente las tácticas de los simpatizantes de Trump hace dos años”, añade.
“"Los seguidores de Bolsonaro han seguido casi totalmente las tácticas de los simpatizantes de Trump"“
Al igual que en Estados Unidos en 2020, aquellos que no aceptaban los resultados de las elecciones centraban su atención en los mecanismos de votación, en Brasil cuestionaron el sistema de voto electrónico.
“La ultraderecha no es democrática y es poco amiga de las urnas”, opina Harto. “El discurso de la ultraderecha se basa en elitismo, la dominación de los que se consideran más aptos sobre los que consideran ineptos”, afirma.
Diferencias con el asalto al Capitolio
A diferencia de Bolsonaro, cuando se produjo el asalto al Capitolio en Estados Unidos, Trump seguía ocupando la Casa Blanca, desde donde pronunció un discurso en el que instó a sus seguidores a marchar a la sede del Congreso.
El ataque a las instituciones brasileñas por parte de simpatizantes de Bolsonaro se ha producido tan solo una semana después de la investidura del líder izquierdista, Luiz Inácio Lula da Silva, quien derrotó al exmandatario en la segunda vuelta de las elecciones celebradas en octubre con una estrecha diferencia.
“El asalto al Capitolio tenía un propósito muy claro. Había un enfado con el sistema y el establishment y querían impedir la certificación de los resultados de las elecciones”, explica Nunes. “En el caso de Brasil, Lula ya está en el poder. Es sintomático que los edificios de los tres poderes han sido el objetivo de los asaltantes. Demuestra su falta de esperanza y que están dirigiendo su enfado hacia todo el sistema político”, destaca.
Otra de las diferencias entre estos dos eventos es que desde que Lula ganó las elecciones, un grupo de partidarios incondicionales de Bolsonaro acampó frente al cuartel general del Ejército para reclamar un golpe de Estado de las Fuerzas Armadas. Asimismo, los seguidores del expresidente brasileño se enfrentaron en diciembre con las fuerzas de seguridad después de que un grupo tratara de irrumpir en la sede de la Policía Federal.
“La estrategia de los bolsonaristas ha sido montar el campamento a la puerta de los cuarteles (...) y tratar de que haya un golpe de Estado a través de una intervención militar”, afirma el profesor de la Universidad Complutense de Madrid. “Ese aspecto estaba fuera del repertorio ideológico estadounidense. No tiene tradición golpista”, añade.
Una investigación sobre Bolsonaro similar a la abierta a Trump
En los meses anteriores a su derrota en las elecciones presidenciales, Bolsonaro sembró en reiteradas ocasiones dudas sobre la legitimidad del voto, sin citar evidencias, algo que fue comparado de inmediato con su aliado Donald Trump.
Bolsonaro ha alimentado el descontento de sus seguidores, se ha negado a reconocer de forma explícita su derrota y en vísperas de la toma de posesión de Lula viajó a Estados Unidos, concretamente a Florida, donde se encuentra desde entonces.
En cuanto al asalto al Capitolio de Estados Unidos, por el que más de 950 personas han sido detenidas por su participación, han tenido que pasar dos años para que el Comité del Congreso que investigaba los hechos el 6 de enero concluyera que Trump fue el instigador del asalto y pidiera que se prohibiera al expresidente ejercer cargos públicos.
Tras el asalto a las instituciones brasileñas, varios congresistas han comenzado a recabar apoyos para instaurar una comisión parlamentaria para investigar la implicación de Bolsonaro en los eventos de este domingo, al estilo del comité estadounidense.
“El Tribunal Supremo ha empezado a investigar quién está detrás de todo esto, quién lo ha financiado. Todo puede llevar hasta personas en particular o empresas, y también puede haber una investigación sobre las responsabilidades políticas, lo que puede llevar hasta el propio Bolsonaro”, indica Nunes.
Sobre una posible investigación a Bolsonaro por su posible responsabilidad en el asalto, como se ha hecho en Estados Unidos con Trump, Harto cree que dependerá “de si ese juicio va a ser favorable para la estabilidad o va a provocar mayor inestabilidad”.
“La justicia siempre está mediatizada por el contexto. En este caso, el contexto norteamericano era un contexto perfectamente favorable a aislar al trumpismo y a juzgar y condenar, mientras que en Brasil todavía es pronto. Todavía no sabemos si una estrategia de cero tolerancia hacia los hechos delictivos que se han cometido va a ser un elemento que favorezca o no la estabilidad del sistema”, añade.
El Ejército en Brasil y en EE.UU.: formas de actuar opuestas
La esperanza de los miles de bolsonaristas acampados desde hace varias semanas frente a los cuarteles brasileños era que los miembros de alto rango de las Fuerzas Armadas apoyaran sus esfuerzos por derrocar a Lula. Algunos militares han expresado su apoyo a Bolsonaro, pero a pesar de los llamamientos para un golpe militar, las Fuerzas Armadas se han mantenido en silencio.
Durante su mandato, Bolsonaro estrechó lazos con el Ejército al nombrar en puestos clave del Gobierno a militares, desde ministros de Defensa, jefes de Estado e incluso ministros de Sanidad en plena pandemia de la COVID-19. Se estima que en los últimos ocho años, alrededor de 6.000 militares activos obtuvieron puestos de trabajo no militares en el Gobierno.
Brasil tiene un Ejército con corta historia democrática, ya que en 1964 los militares perpetraron un golpe con el que comenzó una dictadura en el país que duró hasta 1985. En Estados Unidos, todo lo contrario. El Ejército nunca ha dado un golpe de Estado y tiene una trayectoria plenamente democrática.
“Una de las diferencias entre Brasil y Estados Unidos es el papel del Ejército. No tiene nada que ver el papel del Ejército de Estados Unidos con el que ha tenido el de Brasil en el asalto y eso los propios manifestantes bolsonaristas lo saben”, explica el profesor Fernando Harto.
En este sentido, Joao Nunes detalla que “en Estados Unidos en determinado momento, el Ejército se distanció de Trump, mientras en Brasil no ha pasado nada parecido”. “Los militares, aunque no están apoyando abiertamente a los seguidores de Bolsonaro en sus intentos de socavar la democracia, sí que han sido cómplices por omisión”, indica el profesor de la Universidad de York, quien recalca que “uno de los objetivos que el asalto en Brasil ha tratado de conseguir es instigar una intervención del Ejército”. “Creen que con estas provocaciones el Ejército terminaría interviniendo, pero no lo ha hecho”, añade.