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Coque Malla: "El rock and roll ya no es la 'prima donna' pero no desaparecerá"

  • El documental Jorge, una travesía de Coque Malla, recoge una carrera de éxito, búsqueda y reinvención
  • "Tocar en garitos pequeños me enseñó que cada nota que tocas cuenta", explica

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El documental 'Jorge, una travesía de Coque Malla', retrata los vaivenes de la carrera del músico

En la última década es probable que Coque Malla haya casado a más gente bajo los acordes de “No puedo vivir sin ti” que Mendelssohn y su marcha nupcial. “Salvo en la mía, en la que mi mujer solo me pidió como regalo que tocásemos juntos Los Ronaldos”, aclara.

Para Coque Malla (Madrid, 1969) todo comenzó muy rápido. En el instituto abandonó el proyecto de montar una banda con su amigo Alberto San Juan y lideró Los Ronaldos, un puntal del rock español, y, con solo 16 años, sus padres tenían que firmar los contratos con las discográficas.

De Los Ronaldos pasó a buscar su voz en un camino vital y profesional empedrado de vaivenes que se recogen ahora en el documental Jorge, una travesía de Coque Malla, realizado por Cristina y María José Martín. El final, o sea, el presente, dice que “es feliz”.

PREGUNTA.: ¿Asusta exponerse y hacer retrospectiva?

RESPUESTA: Tanto como que asustar, no, porque yo me he pasado la vida contando mi vida. En 2022 he hecho una gira que se llamaba Mi nombre es Coque Malla, que era como una confesión. No me ha hecho falta vetar nada. Quizá si ellas se hubieran metido en zonas oscuras y desagradables, pero tampoco hay muchas en mi vida, espero. Y menos que esté retratadas o fotografiadas en algún lugar. No es el caso. Mi vida no ha sido nunca tan truculenta como para que haya que esconder algo. Nunca ha habido momentos de bajón, ha habido momentos más duros y tal que yo creo que ha sido interesante mostrar porque el final es feliz.

P.: Alberto San Juan dice que crecer en una familia con padres actores ha sido fundamental para que domines el hecho teatral.

R.: Ha sido algo que nos ha marcado a mí y a mi hermano Miguel. Nos hemos cocido como almejas en un caldo que eran teatros, giras, escenarios, camerinos, amigos, directores, actores, músicos. Pertenecemos absolutamente a eso tan tópico, pero tan bonito, que es la farándula. Desgraciadamente, mis padres ya no están, pero éramos una familia moderna, una familia de titiriteros. Íbamos por toda España de gira. Desde que nacimos nuestro universo ha sido el espectáculo. Recuerdo un verano en el que todos los días me veía obra que se llamaba El día que me quieras porque me divertía más que estar por ahí con amigos Y vas entendiendo, inconscientemente primero, y luego de forma consciente el tempo, el ritmo escénico. Todo eso te configura un movimiento natural del espectáculo y lo que funciona. No la seguridad de que todos los espectáculos vayan a ser excelsos, pero sí te da un cierto pulso escénico y a mí me apasiona. No soy un músico absolutamente centrado en su instrumento y que se sube al escenario simplemente como muchos músicos. Es absolutamente respetable, pero no entienden mi obsesión escénica de unir las canciones, de hacer un espectáculo que tenga una estructura.

P.: En ese sentido teatral, ¿qué músicos son tus referencias?

R.: No sé, pero David Bowie lo hacía. Prince también. Los Stones son otra cosa, más una banda de rock que toca una y otra y otra, y es una cosa más energética. Prince, David Bowie han tenido muy en cuenta lo teatral. Hay como un hilo narrativo en sus conciertos, invisible, que va más allá del de las canciones.

P.: Esa parte interpretativa también la desarrollaste en el cine en los años 90, un aspecto que se ha dejado fuera del documental.

R.: Sí, lo decidieron ellas por una cuestión muy lógica: no había tiempo. Les interesaba la parte del músico y lo otro hubiera sido casi otro documental. Y así ha sido en mi vida: el cine ha sido una pequeña parte, pero el documental se llama Una travesía de Coque Malla porque mi travesía ha sido por la música con algunas paradas en el cine.

P.: Los Ronaldos parecéis una banda atípica por la buena relación que tenéis, incluso tras pasar por una separación.

R.: Sí, es verdad que hasta a mí me impresiona. Obviamente soy consciente de que Los Ronaldos nos llevamos muy bien porque somos como una familia que ya no vive juntos, pero que se ven de vez en cuando hacen una comida, cantan y bueno. Y me impresiona que David Bonilla, que es un hombre del mundo discográfico que aparece en el documental diga que ya le gustaría que muchos grupos del mundo se llevasen así después de separados. Supongo que habrá más, pero sí que es verdad que es un caso bastante raro de una banda que vive un éxito tan grande, que vive intensamente, que se separa y luego se sigue llevando bien. Tuvimos ahí nuestra crisis y nuestro momento, pero como las parejas cuando se rompen y, cuando se ha pasado la rabia y los reproches, haces un esfuerzo y te llevas bien.

P.: Empezaste realmente joven, con una gran exposición y éxito siendo adolescente. Y en los años 80. En principio, lo tenías todo para caer en la clásica espiral de autodestrucción de banda de rock con drogas de por medio.

R: ¿Quién dice que no la hubo? Hubo mucho rock and roll. Pero, no sé si por nuestra educación o entorno, no estamos dentro del grupo de rockeros que se autodestruyen. Nos ha gustado la noche, el rock and roll y el vicio, pero hemos sido de los más suaves. Fuimos prudentes, inteligentes y nos hemos manejado siempre en un punto lúdico. Cuando deja de ser lúdico empieza a ser problema, nunca llegamos a atravesar esa barrera que acaba con uno mismo. De hecho, Ricardo no salía, era vegetariano, zen puro. Luis y yo éramos más golfos, pero siempre sin atravesar esa línea.

Nos ha gustado la noche, el rock and roll y el vicio, pero no llegamos a atravesar esa la barrera que acaba con uno mismo

P.: ¿En algún momento pensaste en tirar la toalla cuando a finales de los 90 estabas fuera de la industria discográfica?

R.: No, porque yo en todos los días cuando me levanto tengo en la cabeza algo que tiene que ver con la música y el escenario. No hay lugar para pensar en renunciar a algo que es lo que da sentido a tu vida. Aparte, no sé hacer otra cosa. Si fuese carpintero e hiciese unos muebles increíbles, a lo mejor me monto un taller. Tampoco es muy meritorio aguantar, la gente le da mucho mérito, pero no tengo esa sensación.

P.: "Remontada épica”, dice Ariel Rot en el documental

R.: Pero no era un esfuerzo. No era como si estuviera llevando un saco de piedras de un lado a otro. Es una cosa natural. Me levantaba por las mañanas, como hago ahora, y cojo la guitarra y canto. La travesía en el desierto es muy narrativa, pero también es acojonante, me lo pasé como un enano yendo de garito en garito. Fue como una adolescencia, como una mili que no había vivido. Aprendes a que cada nota cuente.

P.: Jesús Ordovás dice en el documental que “Adiós, papá” arruinó a la clase media. ¿Tienes una relación de amor/odio con los grandes éxitos que a veces eclipsan toda una carrera para el gran público?

R.: No, la percepción desde fuera es muy diferente a lo que ocurre en los conciertos. La gente que se compra una entrada para un concierto no va a escuchar “No puedo vivir sin ti”. Eso ocurre con alguien que te ve por la calle, pero la persona que se compra una entrada un mes antes posiblemente tenga todos mis discos. En los conciertos, obviamente es una canción celebrada, muy cantada, como los hits de cualquier grupo. Pero también pasa con “Me dejó marchar”, o con “Berlín”, o con cualquiera de Los Ronaldos.

Cachitos de hierro y cromo: Los Ronaldos - Adiós papá

P.: En el documental, Dani Martín, Iván Ferreiro o Leiva dicen que has sido una inspiración. ¿Sientes que has dejado un legado?

R.: Es algo que da mucho gusto y te sientes muy orgulloso. Pero me acuerdo una frase que le escuché a Bunbury en una entrevista que da en el clavo: es un sentimiento que no sirve para hacer canciones nuevas y para seguir adelante. Uno no hace un disco nuevo sintiéndose un entregador de un legado e influenciador de generaciones. Uno hace canciones y sigue sentándose al piano o a la guitarra y trabajando. Cuando les escucho pienso en lo generosos que son. En un país del que siempre decimos que es envidioso, hablan con una gran generosidad y es lo que más me ha emocionado del documental.

P. Si pudieras volver a vivir un momento de tu carrera, ¿cuál sería?

R.: No lo sé, ha habido muchos. Seguramente sería uno encima del escenario. Cantar “Absent Friends” con Neil Hannon fue muy bestia. El momento del ascensor con Keith Richards y Bob Dylan también fue memorable. Pues eso: las batallitas del abuelo.

P.: ¿Cuál crees que es el futuro del rock and roll más puro que tenía Los Ronaldos?

R.: Creo que va a seguir, no hay más que buscar un poco. Lo que pasa es que el rock ahora no es protagonista, no es la prima donna. Es evidente que, por goleada, ahora está el reggaetón, la música urbana. Pero vi hace nada a los Rolling Stones con el estadio hasta arriba y luego fui a ver a Patti Smith y creo que hoy va a ver siempre público para el rock and roll. No volverá a ser la prima donna seguramente, pero estará ahí y no desaparecerá.

P.: ¿Y opinas que la música actual tiene más ritmo que melodía?

R.: No lo tengo tan claro. Si cogemos el ejemplo paradigmático de Rosalía, Motomami tiene unas melodías increíbles y preciosas. Soy muy fan. Igual es la única. Tampoco tengo autoridad como para saber exactamente qué es lo que está pasando con el reguetón y con la música urbana, porque no es mi lenguaje y no me entero. Igual hay que estar atentos.