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Brasil: democracia en pie tras el asalto a los tres poderes y las incógnitas del papel del Ejército

  • Repasamos la cronología, antecedentes y consecuencias del asalto a los tres poderes en Brasil
  • Una de las incógnitas clave es si hubo complicidad de los militares y si se buscaba un golpe de Estado

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Brasil: democracia en pie

Tras varias semanas de los asaltos a las sedes de los tres poderes de Brasil, el presidente del país, Luis Inacio Lula da Silva, ya se ha reunido varias veces con los tres jefes de las Fuerzas Armadas. En la primera ocasión expresó su malestar por la postura que habrían adoptado los militares, mientras que el pasado viernes, según el ministro de Defensa José Múcio, el presidente les habría trasladado su "fe" en su labor. Sin embargo, la relación de los militares con el nuevo gobierno no es fluida.

Una de las muchas incógnitas sobre el asalto tiene que ver con si hubo complicidad de las autoridades de Brasilia y del Ejército durante el asalto al Palacio del Planalto, Parlamento y sede del Supremo.

El campamento frente al cuartel en Brasilia

El gobernador de Brasilia, Ibaneis Rocha, investigado y apartado del cargo por el juez del Supremo durante al menos 90 días, dijo en su declaración que su intención era "desalojar el campamento militar frente al cuartel general de Caxías, en Brasilia, tres días antes de la toma de posesión de Lula da Silva", pero que "el Ejército lo impidió".

Según el diario Estado de Sao Paulo, la versión de los militares es que se intentó evitar un desalojo nocturno dado que "había niños y ancianos". Sin embargo, en un audio compartido en uno de los grupos de Telegram en los que coordinan sus acciones los bolsonaristas, una de sus líderes, Ana Priscila Azevedo, afirma que el Ejército les avisó para que abandonasen el campamento "antes de que llegase la policía". Desde el Gobierno están convencidos de que el Ejército impidió el desalojo porque entre los acampados y entre los llegados días antes a Brasilia había muchos familiares de militares.

La organización de la seguridad del palacio presidencial, en entredicho

La seguridad del Palacio de Planalto depende tanto de la Guardia Presidencial, un batallón del Ejército, como de los agentes de la Policía Militarizada de Brasilia. La cuestión es que se decidió no reforzar la seguridad del Palacio. Dos días antes del asalto, el general responsable del Gabinete de Seguridad Institucional informó que el escenario era de "tranquilidad" y que la Secretaria de Seguridad Pública de Brasilia tenía un plan de seguridad que prohíbia el acceso de los manifestantes a la plaza de los Tres Poderes.

En el interior de la sede presidencial se grabó un video en el que el coronel del batallón militar, Paulo Jorge Fernandes da Hora, discute con la policía. Desde el Ejército rechazan la supuesta connivencia con los asaltantes y dicen que las imágenes están "fuera de contexto". En otro video, también en Planalto, un responsable policial le dice a los soldados que "cierren filas", que establezcan "una línea para impedir el paso de los vándalos", y que "disparen", que no sean "flojos".

Desconfianza desde el Ejecutivo hacia las fuerzas armadas

Desde el Gobierno y los partidos que lo apoyan son muchas las dudas y críticas sobre la actuación de los militares. "Estoy convencido de que la puerta del Palacio de Planalto fue abierta para que esas personas entrasen" decía Lula da Silva.

Con el paso de los días el presidente fue subiendo el tono de las acusaciones. Una semana después, el Gobierno inició la "limpieza" de lo que consideran elementos "bolsonaristas" en su entorno inmediato prescindiendo, por ejemplo, de decenas de militares que se encargaban de la seguridad de la residencia oficial, el Palacio de la Alvorada. De hecho, Lula da Silva hizo una demostración de fuerza destituyendo al hasta entonces comandante del Ejército, Júlio César de Arruda, que no ha llegado a estar un mes en el cargo. El relevo es el general Tomas Miguel Ribeiro Paiva, quien se ha presentado como "defensor del orden democrático".

El presidente brasileño, no obstante, ha recordado que no tiene una mala imagen de las fuerzas armadas, puesto que no tuvo problemas en sus dos primeros mandatos entre 2003 y 2010. Solo pide, una "relación civilizada" y añade que las Fuerzas Armadas "no son el poder moderador que se creen que son".

Las tensiones del Ejecutivo con el Ejército están lejos de disiparse

La legislación prohíbe a los militares en activo manifestarse políticamente. El Gobierno de Jair Bolsonaro colocó a miles de militares en la Administración, por lo que devolver al Ejército a su papel constitucional no será fácil. El actual ministro de Defensa, José Múcio, al que Bolsonaro invitó sin éxito varias veces a su gabinete, juega ahora un rol fundamental de mediación con los militares, que, aunque discretamente, se creen con derecho a opinar, por ejemplo, contra la posible creación de una moneda común en el Mercosur.

Cinco Continentes - El futuro judicial de Jair Bolsonaro - Escuchar ahora

Una vez nombrado, el ministro José Mucio tardó 15 días en ser recibido por los jefes militares. Solo lo logró después de que Bolsonaro les llamase y les dijese que Múcio, expresidente del Tribunal de cuentas, era "buena gente". Tras su derrota, los comandantes nombrados por Bolsonaro amagaron con dimitir y dejar sus cargos el 23 de diciembre, sin esperar a ser relevados con la llegada del nuevo gobierno el 1 de enero. Todo un gesto de hostilidad hacia el que sería el futuro Jefe de Estado, Lula da Silva.

El Ejército se ve a sí mismo como una especie de "tutor del Gobierno"

La maniobra de insubordinación la frenó de nuevo el entonces futuro ministro de Defensa, José Múcio, tras hablar con el todavía titular de la cartera, Paulo Sérgio Nogueira, y con los comandantes. Lula da Silva ha reconocido que el día del intento de golpe rechazó la sugerencia de alguno de sus asesores de adoptar la Garantía de la Ley y el Orden, que permite el uso de las Fuerzas Armadas. La negativa residía en que no se fiaba del Ejército. Esta opción del jefe del Estado, prevista en la Constitución, hubiese dejado en manos del Ejército la posibilidad de presentarse como "salvadores de la patria".

El filósofo Felipe Pondé asegura que desde al Guerra del Paraguay, el Ejército brasileño se ve a sí mismo como una especie de·"tutor del Gobierno". Y augura cuatro años de dificultades para el Gobierno con las Fuerzas Armadas y cuatro años de pulso.