Huelga en una sanidad pública "al límite" en Cataluña: "Es un colchón social, no podemos perderlo"
- Reclaman mejoras en las condiciones laborales y económicas para frenar la fuga a la sanidad privada y la falta de relevo
- Metges de Catalunya cifra el seguimiento en un 75% por la mañana, frente al 17,5% que afirma la Generalitat
Una cuerda que se tensa hasta quebrarse. Un carro que, a fuerza de añadirle más peso, al final no puede avanzar. Las metáforas se suceden en Cataluña entre médicos y enfermeras, llamados este miércoles a la huelga. "Hasta aquí hemos llegado", afirma a RTVE.es un facultativo de Atención Primaria en Terrassa, tras relatar el estado "quemado" de sus compañeros y los problemas de organización que les impiden dar una asistencia médica de calidad. “Estamos agotadas”, repiten las enfermeras, mientras las doctoras de un hospital de referencia en Barcelona reclaman más recursos para poder atender a sus pacientes con el tiempo y el cuidado necesarios: “Esto es un colchón social, no podemos perderlo”. Todas ellas han colgado momentáneamente sus batas y pijamas para defender a la sanidad pública, porque —aseguran— está en juego la salud de todos.
Una saturación que "expulsa" a médicos y pacientes de la sanidad pública
La sobrecarga de trabajo en hospitales y centros de salud para el número de profesionales en la plantilla está en el centro de la huelga convocada por Metges de Catalunya (MC). Este sindicato, el mayoritario en la comunidad, ha cifrado el seguimiento en un 75% por la mañana, frente al 17,5% que afirma la Generalitat.
“¿Cómo podemos ser el médico que queremos ser si tenemos que visitar a 40 pacientes?, ¿cómo se puede escuchar de forma empática a 40 personas en un mismo día?”, se pregunta la doctora María Ángeles de Miquel, neurorradióloga especializada en el tratamiento de patologías de las arterias y venas del cerebro, en una conversación con otras tres médicas del Hospital de Bellvitge. Ella ha ido este miércoles a la huelga porque, aunque la saturación de las consultas no sea uno de sus problemas, considera ese tiempo de calidad imprescindible para una práctica más humana.
“Mi calidad asistencial no es la misma si llevo ocho o diez pacientes en planta, que si me metes 15. A cualquier médico se le empiezan a escapar cosas. Por ejemplo, ¿cuál de todos era el diabético?", cuenta a RTVE.es Helena Quesada, neuróloga y delegada de MC, quien precisa que, además, las habituales horas extras no se pagan. Porque además del problema deontológico, hay una reivindicación de condiciones laborales. La doctora Quesada, como otras dos compañeras, hablan de días en los que apenas pueden levantarse a orinar y terminan con un cansancio que marca su vida privada. La formación continua necesaria para su profesión, también recae en su tiempo libre.
Para ellas, la financiación actual no alcanza para proporcionar todos los medios materiales, informáticos y humanos necesarios. Eso al final dilata las listas de espera y “expulsa” del sistema público a los pacientes que puedan permitírselo, pero también a los médicos, hartos de trabajar “al límite”. “La gente se ve obligada a complementar su trabajo entre la pública y la privada. Y el pluriempleo va en contra de todos los que defendemos la sanidad pública que, por definición, es la equidad del acceso a la salud de todos los pacientes”, sostiene, por su parte, Herminia Torrado, especialista en medicina intensiva y también delegada del sindicato mayoritario.
En el corrillo, Torrado relata lo “agotadoras” que pueden llegar a ser las guardias de 24 horas en un hospital como Bellvitge. “Está fuera de la condición humana. A veces me he preguntado cómo lo hacía para tomar según qué decisiones a las 04:00 de la mañana cuando no podía ni conectar dos neuronas”, afirma, con dudas sobre si los 26 euros brutos que les pagan la hora están a la altura del esfuerzo.
Trabajadores quemados, jubilaciones inminentes
El hartazgo se repite en Atención Primaria, aunque con sus particularidades. Según cuenta Jordi Aparicio, médico de familia del centro de Atención Primaria (CAP) Sant Llàtzer, en Terrassa, y delegado de Metges de Catalunya, “desde los recortes” no se sustituye a los médicos que se van de vacaciones, simplemente “se cierra la puerta de la consulta” y la cartera de 1.500 pacientes que tiene cada médico es asumida por los compañeros. “Eso se puede aguantar una temporada, no años. Hay un 80% de burn out [síndrome de desgaste profesional] en Primaria”, afirma el facultativo, lo que explica que el seguimiento de la huelga haya sido algo superior en los ambulatorios.
La medicina familiar y comunitaria es una de las especialidades que acumula mayor déficit de profesionales en los últimos años, junto a otras como anestesiología, según los datos del Ministerio de Sanidad. Pero, además, la situación se está agravando con la jubilación inminente una parte de las plantillas: al menos uno de cada cinco médicos de la red pública tiene 60 o más años, de acuerdo con el último informe, de junio de 2021.
“Nos faltan médicos para hacerlo de la forma en la que lo estamos haciendo. Nos estamos dedicando a una cantidad de labores burocráticas, que no aportan valor para la salud del paciente y que, en cambio, nos están robando mucho tiempo del profesional…”, analiza Jaume Sellarès, vicepresidente del Col·legi de Metges de Barcelona y también especialista en medicina de familia. “Hay que tomar muchas medidas y hacerlo lo más rápidamente posible”.
En opinión de Sellarès, las soluciones pasan por consensuar una planificación para “acompasar muy bien el incremento” de profesionales con las necesidades del sistema y evitar crear una “bolsa de médicos” en paro. También aboga por mejorar el prestigio de la primaria: con mejores condiciones laborales y rutinas, así como un mayor peso en las facultades de Medicina. En cuanto al problema burocrático, propone figuras como un “asistente clínico”, que pueda encargarse de los trámites administrativos, siempre de la mano de médicos y enfermeras.
Porque el personal de enfermería también está sufriendo problemas que resuenan con los relatos previos de los médicos. “No hablaría de degradación, porque el servicio que se da es de calidad, pero a costa de la salud de los profesionales y muchas veces de los derechos laborales. Estamos al 200%, por eso ha llegado el momento de decir hasta aquí”, alega Lorena Montero, enfermera en el CAP Les Corts de la capital catalana y miembro de Infermeres de Catalunya. Este sindicato también secunda la huelga, a diferencia del mayoritario Satse, y pide que se les reconozca el grupo profesional A1, que comporta mejoras salariales.
“Es lo que nos toca por nuestro grado de formación”, señala Montero, quien menciona las reivindicaciones económicas con cierta cautela. También lo hacen así los médicos. “Tenemos mucha precariedad en el sistema y nuestros salarios no se parecen en nada en la franja baja a los salarios de países próximos”, resume Jaume Sellarès, del colegio de médicos barcelonense.
Aunque no hay datos de ‘fuga’ al extranjero, sí existe cierta preocupación por la competencia interna entre comunidades autónomas y, sobre todo, por el trasvase a la privada. Ante esta falta de médicos, el sistema público ha optado en los últimos años por abrir la puerta a extracomunitarios. “Tienen derecho a ejercer, pero que homologuen su título como hace cualquier profesional sea odontólogo o fisioterapeuta. Ya está llegando una marea de especialistas no homologados o en proceso de homologación hasta los centros de la sanidad pública”, denuncia Irene Bermell, anestesióloga del Hospital de Bellvitge y delegada de Metges de Catalunya, preocupada por que no se mantengan los estándares hasta ahora.
La salud comunitaria, en juego
Y, al final, esta quiebra repercute en la salud de la población. Las fuentes consultadas citan cánceres que se han diagnosticado tarde, diabetes descontroladas… “Nos estamos encontrando ahora con gente muy descompensada, con demencia”, indica a RTVE.es Meritxell Devant, enfermera de atención domiciliaria también en el CAP Les Corts. “La familia ha ido haciendo lo que ha podido durante este tiempo y cuando llegan a domiciliaria nos sorprende lo avanzadas que están algunas enfermedades crónicas”.
Asociaciones civiles como Santako Diu Prou –en Santa Coloma de Gramenet, adherida a Marea Blanca de Cataluña– reciben una parte de las quejas de los pacientes. “El problema más grande que estamos sufriendo son las derivaciones que se desestiman. Cuando el médico de primaria deriva a un paciente a un especialista, a veces el especialista las deniega sin avisar al paciente ni a la médica de familia”, denuncia su portavoz, María Jesús Montes de Oca, que recuerda que los colectivos vulnerables y la población mayor son los más afectados. “Existe también una brecha digital. Esas personas quizás no pueden moverse, meterse en Internet…”.
Preguntado por las derivaciones desestimadas, el doctor Jordi Aparicio explica que es un pez que se muerde la cola: a veces los especialistas prefieren no recibir a los pacientes hasta que no se les haya hecho las pruebas pertinentes, que pueden demorarse más tiempo. “Las listas de esperas generan muchas visitas en Atención Primaria. Si a un paciente le duele la rodilla va a venir las veces que haga falta hasta que le quitemos el dolor”, ejemplifica. Y, como en “vasos comunicantes”, cuando los centros de salud se saturan, la presión asistencial pasa a las urgencias.
Finalmente, Aparicio recuerda que tener siempre al mismo médico de cabecera alarga 15 años la esperanza de vida, lo que contrasta con la experiencia que refieren desde Marea Blanca, que se ha unido a las protestas de esta semana. Ellos también piden un 25% del gasto sanitario para la Atención Primaria y, tras reunirse con el conseller de Sanidad, Manel Balcells, aseguran que la disposición para mejorar la sanidad es buena.
Todos coinciden en el diagnóstico. “A pesar de todo, yo no quiero sanidad privada. La sanidad pública ofrece una calidad asistencial mucho mejor y la hemos de defender como sea”, zanja la neurorradiologa María Ángeles de Miquel.