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Víctimas de violencia de género: "La pulsera telemática es lo único a lo que puedo agarrarme para sobrevivir"

  • RTVE habla con dos mujeres cuyos agresores estaban controlados por estos dispositivos electrónicos
  • El Gobierno quiere impulsar el uso de estos dispositivos tras el repunte de casos de diciembre
  • El 016 es el teléfono de atención a víctimas de violencia de género, es gratuito y no deja huella en la factura

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Pulseras telemáticas para la violencia de género
Las víctimas de violencia de género que portan dispositivos telemáticos son avisadas de inmediato si su agresor quebranta la orden de alejamiento y la policía acude a su ayuda.

Esther (nombre ficticio) habla con serenidad, sin que le tiemble la voz. Lo hace pese a que tiene “pánico”, “pavor” de que su maltratador, que cumple nueve años de condena por violencia de género, salga de la cárcel, porque él ha prometido que, cuando lo haga, irá a matarla a ella y a su familia, pese a que la orden de alejamiento seguirá vigente. “Pido y suplico que cuando salga se le ponga el dispositivo telemático”, explica a RTVE.es: “Con la pulsera, al menos puedo tomar medidas si incumple la orden. Puedo encerrarme en mi casa y dar 50 vueltas a la cerradura y salvar mi vida”.

Esther tiene muy presente algunos asesinatos machistas cometidos por maltratadores reincidentes, casos que “nunca olvidará”. Porque ella es, y así se reconoce, una superviviente de la violencia de género, que sufrió durante seis meses en pareja por el maltrato habitual, lesiones y amenazas a los que fue sometida, y que siguió una vez terminó la relación hace ya casi una década.

Fueron sus vecinos los que denunciaron ante la policía, ella no se había atrevido. “Me salvaron la vida”, recuerda. Ante el riesgo elevado, el juez dictó una orden de alejamiento para su agresor y control por medios telemáticos que tenían que llevar tanto el maltratador como la víctima. Tres años después, fue condenado a nueve años de cárcel, una pena que todavía está cumpliendo.

Ninguna mujer con pulsera telemática ha sido asesinada

“Ninguna mujer con protección telemática ha sido asesinada” en España desde que se implantaron en 2009, recalca a RTVE.es Inmaculada Poveda, vocal de la Asociación Mujeres Juristas Themis. Por eso el Gobierno quiere fomentar su uso a raíz del repunte de asesinatos por violencia de género en el pasado mes de diciembre, y es que algunas de las víctimas de 2022 contaban con órdenes de protección que resultaron insuficientes. Poveda recalca que las pulseras son dispositivos que funcionan en su objetivo, aunque “no se ponen todos los que se deberían” sino solo en los casos “más graves”. Son medidas, prosigue, que “refuerzan mucho la seguridad de la víctima y documentan el quebrantamiento” del agresor, que está geolocalizado. Pero tienen que ser solicitadas expresamente por la acusación, y muchas veces no se piden porque se alargan los juicios rápidos.

Los dispositivos se aplican para casos de "extrema gravedad" o mujeres "especialmente vulnerables"

En RNE, la presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género, Ángeles Carmona, ha explicado que normalmente el dispositivo se aplica en casos en que la víctima “tiene lesiones físicas graves” o en caso de “violencia habitual”, en la que la mujer ha denunciado que “lleva muchos años recibiendo amenazas y vejaciones”, incluso aunque no haya lesiones físicas pero sí violencia psicológica “de extrema gravedad”. También cuando el agresor quebranta una orden de alejamiento o cuando las mujeres son “especialmente vulnerables”: menores de edad, mujeres extranjeras sin arraigo en España, con discapacidad o mayores de 80 años. Pero esto, ha asegurado, va a cambiar porque la Fiscalía y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado “van a incluir en sus calificaciones, sus informes y sus atestados que se recomienda el uso del dispositivo”.

Por tres razones - Pulseras telemáticas, ¿una medida eficaz? - Escuchar ahora

En el caso del agresor, el dispositivo se compone de dos partes: un transmisor de radiofrecuencia, que es un brazalete que incorpora unos sensores que permiten detectar su manipulación, rotura o ausencia de contacto con la piel; y una ‘unidad 2Track’, que es un dispositivo de localización GPS similar a un teléfono móvil y que recibe la señal de radiofrecuencia que emite el transmisor. Este segundo dispositivo es el que también tiene la mujer que es víctima y donde recibe avisos en caso de que su agresor quebrante la orden de alejamiento.

Así es un dispositivo telemático que porta el maltratador, conformado por dos elementos

Así es un dispositivo telemático que porta el maltratador, conformado por dos elementos EFE

Protección inmediata de Policía y Guardia Civil

El número de pulseras telemáticas ha ido aumentando exponencialmente con el paso de los años y su tecnología ha mejorado ante los fallos iniciales del sistema. Según los últimos datos aportados por el Observatorio contra la Violencia de Género, hay 3.075 en toda España, aunque la intención de Igualdad es seguir aumentándolas y que pronto haya 4.000. Para ello, el Ministerio prepara una nueva licitación del servicio que se publicará este mismo año.

Lo cierto es que no han dejado de aumentar: 2022 terminó con un 16% de pulseras más que el año anterior, y además 17.068 mujeres eran usuarias activas del servicio Atenpro, un sistema que emplea la telefonía móvil y la telelocalización que da ayuda a víctimas de violencia de género incluso en casos de emergencia, movilizando los recursos humanos y materiales necesarios.

Cuando un agresor quebranta la orden de alejamiento o trata de que el dispositivo electrónico no funcione (que también supone un quebrantamiento), el Centro de Control Cometa lo detecta inmediatamente y la Policía y la Guardia Civil reciben el aviso, especialmente el agente que hace el seguimiento de la víctima, así como la propia mujer, para que tome todas las precauciones posibles en el tiempo en el que llegan los agentes, que también tratarán de localizar al agresor. La Policía y la Guardia Civil elaboran después un atestado sobre lo ocurrido y una denuncia, con las pruebas del quebrantamiento registradas por el Centro Cometa.

Ahora mismo Esther no tiene la pulsera porque su agresor está en prisión. Tampoco Lucía (nombre ficticio), porque la orden de alejamiento contra su exmarido terminó en 2021. En su caso, la orden no era solo para ella sino también para sus dos hijos pequeños, que tenían que ir al colegio con el mismo dispositivo electrónico que ella tenía en sus mochilas. Explica a RNE que, durante los cinco años que mantuvo esta protección electrónica, su día a día era “una incertidumbre” porque “nunca sabía” cuándo su agresor se podía aproximar a ella ni sabía dónde estaba.

"Al otro lado del dispositivo hay personas buenas"

“Afortunadamente, al otro lado del dispositivo hay personas buenas”, dice visiblemente emocionada. Cuando se sentía abrumada por esa incertidumbre, llamaba al Centro de Control Cometa, que se encarga de los dispositivos, y le comunicaban a cuánta distancia se encontraba su agresor: “A veces me decían que estaba a 200 kilómetros y me entraba una paz…”.

“Con el dispositivo, mi maltratador siguió haciéndome daño”

Esther vivió pegada a uno de estos sistemas durante los tres años previos al ingreso en prisión de su maltratador. Pero lejos de darle tranquilidad, su agresor lo utilizaba para seguir atormentándola. “Él dejaba el dispositivo sin batería a propósito”, permanecía en lugares sin cobertura adrede o separaba los dos dispositivos que debía portar para que dieran fallos, explica.

Esther canceló unas vacaciones y tuvo que huir del trabajo por el acoso de su agresor por vía telemática

Su maltratador empleó todas las formas posibles para provocar que el dispositivo no funcionase y que Esther fuese alertada de que estaba en peligro: “Él sabía que me avisarían y así seguía haciendo lo que le gustaba hacer, que era hacerme daño, seguir maltratándome”. Estos avisos condicionaron su vida hasta el punto de tener que cancelar unas vacaciones pagadas o tener que huir del trabajo y vivió aquellos años como si ella fuera la que estaba “presa”. Con todo, “ruega” que, si su agresor sale de la cárcel, pueda seguir teniendo uno: “Es triste pero es lo único a lo que puedo agarrarme para sobrevivir”.

“El agresor puede hacer un acoso y derribo” con un mal uso del dispositivo, reconoce Poveda. “A lo mejor está en Sebastopol, lejos de la víctima, pero si provoca fallos, a ella la rompe psicológicamente, porque la angustia es bestial” cada vez que recibe el aviso del quebrantamiento, añade.

Lucía también vivió este maltrato ‘tecnológico’ provocado por su exmarido. “Mi agresor se saltó 60 veces las normas, con incidencias muy graves porque hacía lo que le daba la gana” con el dispositivo, explica, y recuerda el miedo que le daba cuando recibía los avisos. “Por las noches me sonaba a veces y lo primero que sale en el sistema es ‘agresor cerca’. Inmediatamente te llama el Centro Cometa y luego la policía, es muy rápido”, expone. Pero recuerda el miedo que sentía al pensar que su agresor hubiera provocado que fallara el GPS y la policía no le pudiera localizar: “Yo pensaba: y si está arriba de alcohol, drogas o yo qué sé”.

El 'maltrato tecnológico': "He vivido cinco años dándole normalidad a una situación que no la tenía"

“Esto hay que visibilizarlo, pero es muy duro para mí. He vivido cinco años dándole normalidad a una situación que no la tenía”, lamenta. También Esther pide a la Justicia “que se tome en serio los quebrantamientos”, porque en su caso, dice, no se adoptaron medidas: “Mi maltratador aprendió que con dispositivo o sin dispositivo se puede saltar la orden como quiera o cuando quiera”. El fundador de la Asociación ALMA contra la violencia de género, Gregorio Gómez, va más allá y pide que estos maltratadores que abusan del dispositivo sean condenados no solo por quebrantar la orden sino también “por el maltrato continuado que con ello ejercen sobre la víctima”.

Ahora, en casi todas las ocasiones en los que hay estos quebrantamientos tan reiterados, lo que hace el órgano judicial es adoptar la prisión preventiva”, expone Carmona, que recalca que la protección de las víctimas ha mejorado desde que Esther y Lucía llevaban sus dispositivos.

Aún así, Poveda explica que en el momento en el que se produce un quebrantamiento es la acusación (la víctima) la que “tiene que pedir la comparecencia por ingreso en prisión” al juez. Si el maltratador provoca fallos en el dispositivo, “tiene que haber un agravamiento de las medidas” porque la implicación directa es que “la víctima sigue teniendo muchísimo riesgo”, ya que el agresor “no se somete a la sanción punible penal que le ha impuesto un juez, le está dando lo mismo, y ahí el riesgo de la víctima es muy alto”.

El terror cuando el maltratador sale de prisión o acaba la orden de alejamiento

Uno de los momentos que más terror causa a las víctimas es cuando su maltratador sale de prisión, bien sea por un permiso penitenciario o porque han cumplido condena. En el caso de Esther, la Justicia no le avisó cuando su agresor salió de permiso, se enteró por la Policía, y tuvo que solicitar de nuevo el dispositivo telemático para los días en que el preso estaba en semilibertad.

Afortunadamente, la reciente ley ‘solo sí es sí’ introdujo una disposición a la ley de protección integral contra la violencia de género que obliga al juzgado a informar a la víctima de la salida de prisión de su agresor, pero igualmente corre de su cuenta el pedir la aplicación de los dispositivos telemáticos.

Avances recientes: "Es importante que sepan que si denuncian sus hijos también van a estar protegidos"

Ha habido más avances en la protección de las víctimas. Ahora, por ejemplo, la orden de protección que concede el juzgado a una mujer maltratada va acompañada de la suspensión del régimen de visitas del maltratador a sus hijos. “Esto es importante que lo sepan las mujeres, que sepan que, denunciando, sus hijos también van a estar protegidos”, explica Carmona. Y la Delegación del Gobierno contra la violencia de género ha avanzado que ya se han acordado las primeras pulseras telemáticas para agresores sexuales fuera del ámbito de la violencia de género que han salido en libertad tras ver reducida su pena por la ley ‘solo sí es sí’.

Otro de los momentos que causa ansiedad a las víctimas de violencia de género es el momento en el que se termina la orden de alejamiento. “Un día se acaban esos cinco años de protección, te quitan el dispositivo y vuelta a la vida normal”, expone Lucía, que le pidió sin éxito a su abogada alargar el uso del dispositivo electrónico: “Me dijo que no, que tenía que volver a delinquir para ponerme una medida”. Es importante decir que, aunque termine la orden de alejamiento dictada por el juez, la víctima puede seguir recibiendo protección policial de quienes han estado velando por su seguridad.

Ha pasado ya más de un año desde que se acabó la protección judicial para ella. “No tengo miedo, ya no”, dice Lucía, y a continuación hace una pausa. “Es cierto”, recalca. Por eso, lanza un mensaje al resto de mujeres que sufren la violencia de género: “No tengáis miedo, hay vida detrás de esto. No se puede vivir con miedo”. Reconoce que hay que “ser prudentes”, pero no se resigna a vivir atemorizada: “Son ellos los que quieren que tengamos miedo, pero va ser que no”.