Enlaces accesibilidad

El papa pide en la República Democrática del Congo el fin del enriquecimiento con recursos "manchados de sangre"

  • "Hagan callar las armas, pongan fin a la guerra", ha clamado Francisco durante su visita
  • El pontífice ha condenado "la violencia armada, las masacres y los abusos" que ocurren en el país

Por
El papa Francisco durante su visita al Congo
El papa Francisco durante su visita al Congo

El papa Francisco ha arremetido este miércoles contra quienes se enriquecen con la explotación ilegal de bienes, "recursos manchados de sangre" de la República Democrática del Congo (RDC), y desestabilizan el país con violencia, después de escuchar a las víctimas de las regiones del este del país en Kinsasa en el segundo día de su visita.

"Dirijo un vehemente llamamiento a todas las personas, a todas las entidades, internas y externas, que manejan los hilos de la guerra en la República Democrática del Congo, depredándola, flagelándola y desestabilizándola. Ustedes se están enriqueciendo por medio de la explotación ilegal de los bienes de este país y el sacrificio cruento de víctimas inocentes", ha dicho Francisco.

Y ha clamado con fuerza: "Escuchen el grito de su sangre, presten atención a la voz de Dios,  que los llama a la conversión y escuchen la voz de su conciencia: hagan callar las armas, pongan fin a la guerra. ¡Basta! ¡Basta de enriquecerse a costa de los más débiles, basta de enriquecerse con recursos y dinero manchado de sangre!".

Francisco tenía que haber visitado en julio pasado la ciudad de Goma, pero tuvo que suspender el viaje por sus problemas en la rodilla, y recientemente se ha recrudecido la violencia en el este de la RDC, en la frontera con Ruanda y donde están las minas de coltán, imprescindible para fabricar teléfonos móviles y armas modernas y donde se cuentan más de 100 grupos armados, como el rebelde Movimiento 23 de Marzo (M23).

Víctimas del conflicto han contado su testimonio

Por ello, ha invitado a algunas de las víctimas del conflicto en el este del país a la nunciatura, para escuchar sus testimonios. "Y no hay palabras; solo llorar, permaneciendo en silencio. Bunia, Beni-Butembo, Goma, Masisi, Rutshuru, Bukavu, Uvira, lugares que los medios de comunicación internacionales no mencionan casi nunca", ha dicho, tras escuchar los terribles relatos.

"Me llamo Ladislas Kambale Kombi. Nací en Eringeti el 15 de julio de 2006. Soy agricultor. Mi hermano mayor fue asesinado. Mi padre fue asesinado en mi presencia, en Ingwe, hacia Kikungu, en el territorio de Beni, por hombres con pantalones y camisas militares. Desde mi escondite, vi cómo lo cortaban en pedazos, y luego colocaron su cabeza cortada en una cesta. Finalmente se fueron con mamá. No sabemos qué hicieron con ella", ha sido uno de los testimonios.

"Por la noche, no puedo dormir. Es difícil entender tanta maldad, esta brutalidad casi animal", ha añadido Kambale. "Queridos habitantes del este, quiero decirles que estoy cerca de ustedes. Sus lágrimas son mis lágrimas, su dolor es mi dolor. A cada familia en luto o desplazada a causa de poblaciones incendiadas y otros crímenes de guerra, a los sobrevivientes de agresiones sexuales, a cada niño y adulto herido, les digo: estoy con ustedes, quisiera traerles la caricia de Dios", ha expresado Francisco.

El pontífice ha condenado "la violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas,  el saqueo de campos y ganado, que se siguen perpetrando en la República Democrática del Congo. Y también la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por fragmentarlo para poderlo controlar".

También ha hablado la joven Bijoux Mukumbi Kamala: "Empecé el calvario del sufrimiento en 2020. Un día íbamos a por agua al río. En el camino nos encontramos con algunos rebeldes. Cada uno de ellos eligió a quien quiso. El comandante me quería a mí. Me violó como un animal. Fue un sufrimiento atroz. Me quedé prácticamente como su mujer. Me violaba varias veces al día, cuando quería, durante horas. Esto duró 1 año y 7 meses".

Mukumbi, de 17 años, pudo escapar cuando quedó embarazada. "Los otras amigas que fueron secuestradas conmigo ese día nunca regresaron. No sé si están vivas o muertas", ha concluido.