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Estados Unidos

Papeles clasificados: los secretos que los presidentes de EE.UU. no supieron guardar

  • En los últimos meses han encontrado documentos clasificados en casa de Donald Trump, Joe Biden y Mike Pence
  • Respondemos cuántos documentos clasificados hay, qué información guardan o cuándo es delito traspapelarlos

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Traspapelar secretos en EE.UU., considerado delito si es deliberado o hay obstrucción

Estados Unidos guarda millones de secretos, tantos que ha perdido la cuenta. La última vez que lo intentaron, contaron más de 50 millones de documentos estampados con el sello de información clasificada en un solo año. Fue en 2017, nos explica Oona Hathaway,  profesora de derecho en la Universidad de Yale y antigua asesora del Pentágono. "Si sumas los de todos los años... hay millones y millones y millones de documentos clasificados en este país", dice.

En los últimos meses, algunos de esos papeles secretos han aparecido donde nunca debieron estar: en los armarios de antiguos presidentes y vicepresidentes.

Primero descubrimos que Donald Trump se había llevado varias cajas de documentos oficiales a su mansión en Florida. Algunos estaban marcados con el sello de máximo secreto.

Después aparecieron varios documentos clasificados en la casa de Joe Biden en Wilmington y en un despacho suyo en una institución, de sus etapas como senador y vicepresidente. Y por si fueran pocos... también han encontrado documentos confidenciales en la casa de Mike Pence en Indiana. Son de sus años como vicepresidente junto a Trump.

La situación es tan insólita que han pedido a todos los presidentes y vicepresidentes de las últimas décadas que revisen sus armarios.

Mientras el Departamento de Justicia lo investiga, muchos se preguntan qué más puede aparecer, qué clase de secretos guardan esos papeles o cuándo es un delito dejarlos donde no se debe. Intentamos responder algunas de estas preguntas.

¿Quién decide qué es secreto y qué no?

Unos cuatro millones de trabajadores del gobierno, con acceso a información clasificada, catalogan cada año millones de documentos en tres niveles: confidencial, secreto y máximo secreto.

En el último nivel está la información que más daño puede hacer a la seguridad de Estados Unidos si acaba en las manos equivocadas. Durante un tiempo Oona Hathaway fue uno de esos cuatro millones. Trabajó como asesora especial en el Pentágono y tenía acceso a la información más reservada.

EE.UU.: ¿cuántos papeles secretos hay?, ¿qué guardan?, o ¿cuándo es delito llevarlos a donde no se debe?

"Cuando conseguí el trabajo pensé que sería emocionante, que podría descubrir grandes secretos, pero tengo que decir que no fue tan interesante. Me di cuenta de que mucha de la información que clasificamos no es tan sorprendente, se parece mucho a lo que puedes ver en un telediario o leer en un periódico. Y entonces empecé a pensar que nos estamos pasando, que estamos clasificando demasiadas cosas", nos cuenta. Muchos expertos coinciden con ella en que Estados Unidos tiene un problema de exceso de clasificación.

¿Qué guardan los papeles secretos?

Se clasifica información de todo tipo: datos sobre las operaciones del Pentágono, mensajes del presidente con otros líderes, información sobre aliados y adversarios obtenida por los servicios de inteligencia...

"Por ejemplo, lo que piensan los líderes españoles puede convertirse en información relevante que Estados Unidos recopila y da a conocer a sus gobernantes. Sería información clasificada porque no queremos que nadie más, incluida España, sepa lo que Estados Unidos sabe sobre ella", nos explica el abogado Bradley P. Moss, especializado en asuntos de seguridad nacional.

"Se clasifica información muy sensible, los secretos mejor guardados sobre nuestras fuentes de inteligencia, por ejemplo. Pero también hay cosas bastante más mundanas", añade Moss.

¿Quién más se ha llevado los papeles a casa?

No es la primera vez que aparecen documentos clasificados donde no deberían estar. Se rumorea que Jimmy Carter, cuando era presidente, se dejó los códigos nucleares en el bolsillo de la chaqueta y acabaron en la tintorería. Oficialmente nadie lo confirma ni lo desmiente.

Hay otro incidente relacionado con él. En 1984 una estudiante de trece años llevó a clase varios documentos clasificados, para exponerlos en un trabajo. Su profesor se quedó atónito. Resultó que el padre de la joven los había encontrado en una habitación de hotel, en Cleveland, justo después del debate en esa ciudad entre Carter y Reagan. Parece que eran papeles que Carter utilizó para preparar su intervención y que alguien los dejó atrás.

Imagen de archivo del expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter.

Imagen de archivo del expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter. Jewel Samad

Otra sorpresa se la llevó hace años el periodista de investigación Bob Woodward. Un antiguo ayudante del presidente Nixon, Alexander Butterfield, le enseñó veinte cajas llenas de documentos clasificados. Se las había llevado de la Casa Blanca décadas antes, y contenían, entre otras cosas, comentarios de Nixon sobre la guerra de Vietnam.

Lo más sorprendente es probablemente la respuesta de Butterfield cuando le preguntaron cómo consiguió sacar los papeles de la Casa Blanca. "Fue fácil, simplemente me fui con ellos". Y añadió esto: "Bueno, sé que estuvo mal. Nadie debería hacer eso".

¿Qué pasa cuándo alguien traspapela o expone secretos oficiales?

"Cuando alguien coloca donde no debe documentos clasificados, se suele tratar por la vía administrativa. Pueden revocarle el acceso a información reservada. Pueden despedirlo. Normalmente no lo llevan a juicio por varias razones: sería un proceso demasiado largo y complicado, más personas podrían acabar leyendo la información clasificada, y no es normal recurrir a la vía penal para abordar un descuido", nos explica Moss.

Hay dos excepciones a esta norma, dos casos en los que el "descuido" pasa a considerarse delito: "Cuando hay intención, como cuando alguien está espiando, apropiándose de los documentos o filtrándolos a la prensa. Y cuando hay obstrucción: cuando alguien intenta deliberadamente que el gobierno no recupere los documentos".

¿A quién han procesado por esto?

David Petraeus era el jefe de la CIA y un general condecorado. Lo imputaron por pasarle a su amante y biógrafa papeles clasificados. Llegó a un acuerdo con la justicia y le impusieron una pena de dos años de libertad condicional y una multa de 100.000 dólares.

Edward Snowden trabajaba para la Agencia de Seguridad Nacional. Le aplicaron la Ley de Espionaje por revelar este secreto: la existencia de un programa de vigilancia masiva a los ciudadanos.

Julian Assange fundó la organización de informes anónimos Wikileaks. Publicó secretos de las guerras de Irak y Afganistán y presentaron 17 cargos contra él, por violar la Ley de Espionaje. Fue la primera vez que el gobierno presentaba esos cargos sólo por publicar. El caso despertó el miedo en los medios de comunicación a que empezasen a utilizar la Ley de Espionaje contra periodistas.

El fundador de Wikileaks, Julian Assange AP Photo/Frank Augstein

¿Qué se esconde a los ciudadanos?

Cuando se oculta información al enemigo, se oculta también a los ciudadanos. Hathaway cree que es "un gran problema para la democracia, porque los estadounidenses no saben qué está haciendo su gobierno". Nos pone un ejemplo: los ataques con drones estadounidenses en Oriente Medio.

"El programa de drones era un secreto a voces. Todo el mundo lo sabía, porque es muy difícil esconder bombas de las que sólo Estados Unidos tiene la tecnología para lanzar. Todo el mundo sabía que era Estados Unidos, pero seguía siendo un programa secreto, y ni el presidente ni los congresistas podían hablar sobre él", cuenta Hathaway.

El secretismo también ocultó durante años las cárceles clandestinas de la CIA, donde torturaban a sospechosos de terrorismo. Lo que allí hacían no habría podido pasar la prueba del escrutinio público.

¿Cuándo empezó el sistema de secretos oficiales?

La Ley de Espionaje data de 1917, en medio de la Primera Guerra Mundial. La orden ejecutiva que diseñó el sistema de secretos oficiales data de 1940, en medio de la Segunda. Desde entonces ha habido algunas revisiones, pero los fundamentos son los mismos.

"Y el resultado es que a la gente le asusta hablar sobre material clasificado. No pueden hablar sobre programas que los estadounidenses deberían conocer", dice Hathaway.

Preguntamos si este sistema tiene sentido en pleno siglo XXI. "Creo que no", opina Hathaway, "estamos malgastando mucho tiempo y energía en guardar demasiados secretos, muchos de ellos no son tan importantes. Seguimos funcionando con este modelo del siglo XX donde se supone que el gobierno es el único que accede a los grandes secretos y quiere ocultarlos a nuestros enemigos. Pero en el mundo real hay mucha información en manos de agentes privados sobre dónde estás en cada momento o lo que miras en internet".

"No estamos haciendo nada para proteger esa información", añade. "Y eso puede ser mucho más peligroso para la seguridad nacional. Pensad en un alto cargo de inteligencia. Podéis averiguar dónde toma el café cada mañana, dónde va a clase de yoga su hija. Podéis averiguar todo eso con información privada que se puede comprar. Y en Estados Unidos no estamos protegiendo eso. Europa tiene mejores normas".

¿Cuándo se levantan los secretos?

Todos los documentos clasificados con más de 25 años deberían desclasificarse automáticamente, pero hay tantas excepciones a esa regla que muchos siguen siendo secretos durante 50 años o más.

Hoy en día todavía siguen desclasificando papeles sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy, en 1963.

¿Cómo han llegado a las casas de presidentes y vicepresidentes?

Buena pregunta. Es lo que trata de averiguar el Departamento de Justicia. Hathaway cuenta que cuando trabajaba en el Pentágono nunca se le habría ocurrido salir por la puerta con un documento clasificado. "Pero el presidente y el vicepresidente tienen espacios para guardar información clasificada en su residencia. Y esto puede dar pie a mezclar las cosas. Cuando se acaba su mandato y hacen la mudanza, no son ellos los que hacen las cajas y lo empaquetan todo. Tienen ayudantes para hacerlo. Y es obvio que alguien no hizo bien su trabajo".

Clasificados o no, todos los documentos oficiales de un presidente o de un vicepresidente deberían ir a los Archivos Nacionales cuando acaba su mandato. Con ellos se escribirán algún día los libros de historia.

"Con Donald Trump podemos imaginar por qué algunos de esos papeles acabaron en su casa. El final de su presidencia fue caótico", recuerda Moss. Poco antes de la inauguración de Joe Biden, Trump seguía diciendo que le habían robado las elecciones y que él debería quedarse en la Casa Blanca.

"Acabaron empaquetando todo lo que quedaba en el último momento y enviándolo a Florida. Con Biden y con Pence, en cambio, no tenemos suficientes datos para imaginar cómo llegaron esos documentos a sus viviendas".

¿Son todos iguales?

Los tres casos son diferentes. "Los tres, Biden, Trump y Pence, pueden sufrir un daño parecido en el terreno político", dice Moss, "pero en el terreno legal, Trump es el único que ha estado jugando con el Departamento de Justicia durante año y medio".

La gran diferencia es que Trump se resistió durante meses a entregar los documentos. En cambio, Biden y Pence dicen que no eran conscientes de que los papeles estaban en su casa. Cuando sus abogados los encontraron, alertaron ellos mismos a los Archivos Nacionales y prometieron cooperación.

"Y por eso Trump parece más expuesto a ser acusado de algún delito que Biden y Pence", dice Moss.

"El caso de Trump parece más flagrante porque la marca de máximo secreto estaba muy visible en los documentos que tenía en casa, en las carpetas podía leerse 'top secret' y las siglas SCI. Parece más difícil llevarse ese material sin darse cuenta", dice Hathaway, "pero todavía nos falta mucho por saber".

La investigación está en marcha.