El miedo a las réplicas lleva a los supervivientes a dormir en la calle: "Tenía la mitad de mi cuerpo entre escombros"
- Los parques de Antioquia se han convertido en campamentos en los que cientos de personas se alojan en tiendas de campañas
- Terremoto en Turquía y Siria, en directo | Cómo ayudar a Turquía y Siria
A primera hora de la mañana, Derya, una mujer de unos 45 años, se calienta en una fogata improvisada a las puertas de una mezquita que se encuentra en lo que era el casco antiguo de Antioquia. Ahí duerme con su familia y otros vecinos del barrio, en bancos que se han instalado de forma provisional donde antes rezaban. Toda su familia logró salir de su casa, ahora derruida, cuando comenzó el terremoto.
Esta mujer, que trabajaba como contable, asegura que la estructura de la mezquita es sólida y cree que todavía queda un mes para que las réplicas del terremoto terminen. A pesar de su situación, Derya se siente afortunada. "Al menos tengo comida, agua y mi familia está viva", afirma.
Antioquia se encuentra al sureste de Turquía, muy cerca de la frontera con Siria, y aunque le separan 150 kilómetros del epicentro del terremoto, casi toda la ciudad está completamente arrasada.
Dormir en parques y en los coches
El miedo a que otro terremoto convierta en escombros sus casas o el hecho de que sus viviendas ya no existan obliga a los ciudadanos a buscar otros lugares en los que dormir seguros.
Los parques de Antioquia se han convertido en campamentos en los que cientos de personas se alojan en tiendas de campañas junto a las instaladas por Afad, la autoridad de gestión de desastres y emergencias de Turquía, y otras organizaciones. Entre los escombros, a los lados de las calles hay filas de coches convertidos en las nuevas viviendas de los afectados por el terremoto. Los que todavía tienen la casa en pie, intentan dormir frente a sus puertas con mantas y en colchones en plena calle.
Esta situación también la viven los miembros de la organización Médicos del Mundo en Antioquia. Aunque su oficina sigue en pie, duermen en tiendas de campaña. Ellos también son víctimas del enorme temblor del lunes y se han quedado sin hogar.
"Mi familia y yo estuvimos dos días sin hogar y ya hemos podido dormir aquí en una tienda de campaña", comenta Mustafá, médico de la organización, sentado en una silla de camping mientras ofrece té. "Dicen que el temblor duró 45 segundos, pero para mí fue toda una vida", asegura.
Mustafá explica que al menos cuatro personas de su equipo han muerto por el terremoto junto a sus familias y todavía no saben dónde se encuentra otro de sus compañeros.
Noches sin descansar para buscar a sus familias
En Iskenderun, en plena noche, Mused observa cómo trabajan los equipos de rescate entre los escombros de la casa en la que vivía. Con una manta, sentado frente a una hoguera, asegura que desde el terremoto "es lo único" que hace y que solo duerme "cinco minutos entre ratos".
Vivía en la cuarta planta del edificio, que tenía siete en total. "No me acuerdo de cómo sobreviví. Estaba en la cama intentando dormir cuando noté el temblor. Me quedé en shock. Ni mi cuerpo ni mi mente respondían en los 20 segundos que duró", asegura sentado con una manta y un gorro buscando el calor en el fuego improvisado.
"Lo único que recuerdo es que de repente me encontré en el suelo de la calle, con la mitad de mi cuerpo entre los escombros. Pude salir yo solo e inmediatamente pedí ayuda a mi tío", cuenta este joven con los ojos llenos de lágrimas.
En su casa estaban también su madre y sus hermanas, de nueve y 20 años, y en el piso de al lado vivía su tío con su familia. "Soy el único que ha salido. Solo espero que puedan salir", dice con algo de esperanza.
"Mi familia es todo. Si les pierdo, no me quedaría nada", lamenta entre silencios este joven de 25 años. Y no puede evitar recordar una vida que ahora le parece lejana: estudió Psicología y se estaba preparando para un examen para obtener un trabajo. "Ahora no sé qué pasará", admite.
Bajo el humo y el polvo de los escombros
Durante la noche, las temperaturas llegan a bajar hasta unos grados bajo cero. Sin electricidad ni un hogar en el que calentarse, los ciudadanos se unen alrededor de fogatas, que llenan Antioquia de un humo constante unido al polvo que dejan los escombros.
Desde ahí ven cómo los equipos de rescate trabajan, charlan rodeando el fuego o simplemente se calientan en silencio con varias capas de mantas.
Ante la falta de agua corriente, en las calles se observa a algunas personas a utilizar agua embotellada para lavarse las manos o la cara. Las organizaciones humanitarias e incluso voluntarios llegan a las ciudades más afectadas con cientos de botellas de agua que se van amontonando en diferentes zonas de la ciudad.
Además, en Antioquia una gasolinera se ha convertido en un punto de recogida de alimentos. Mientras unos voluntarios preparan bocadillos en cadena, los supervivientes del terremoto hacen cola para recogerlos junto a algunos yogures y refrescos.
A pesar de vivir en sus coches, en tiendas de campaña o en plena calle, la hospitalidad de las personas no cesa y ofrecen a cualquiera que pasa por su lado agua, alimentos o incluso un lugar en el que dormir.