'La balada del norte': diez años y mil páginas después Zapico cierra la Revolución del 34
- "No mereció la pena, pero seguramente era inevitable", reflexiona Zapico sobre esa revolución obrera
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Diez años y más de mil páginas después de que las últimas movilizaciones en el ya desaparecido mundo de la minería del carbón impulsaran el Premio Nacional de Cómic Alfonso Zapico a contar en viñetas la historia de la Revolución del 34, la saga en que acabó convirtiéndose La balada del Norte (Astiberri) llega a su fin con la publicación de su cuarto y definitivo tomo.
"No mereció la pena, pero seguramente era inevitable", reflexiona Zapico sobre la última revolución obrera de Europa protagonizada por unos trabajadores que, en muchos casos, ni siquiera tenían un gran poso ideológico ni estaban muy informados de acontecimientos como la llegada de Hitler al poder, pero vivían una situación sin horizontes "y se metieron en la historia por la vía más trágica y violenta".
En una entrevista con EFE, el autor asturiano (Blimea, 1981) incide en el "complejo" contexto de la década de los años treinta -"merece la pena profundizar y leer y no precocinarse ideas" - para unos mineros cuya vida era "la mera subsistencia, que no habían visto el mar, ni salido de su valle: que se dedicaban a trabajar en la mina hasta reventar y que sus hijos les dieran el relevo en la empresa".
Y en medio de ese conflicto, Zapico sitúa a unos personajes atrapados por el vértigo de la historia, que fueron creciendo y cambiando a lo largo de los cuatro volúmenes de una obra que define como "un folletín clásico del XIX" o un "pequeño Episodio Nacional de Galdós, pero en viñetas".
El líder revolucionario a su pesar, Apolonio, -que ya advirtió al dar las llaves del polvorín de la mina a quienes aspiraban a conquistar los cielos, que les daba también "las llaves del infierno"- ; su hija, Isolina; su novio, Tristán, periodista e hijo del empresario, atraviesan el origen, el desarrollo y la represión que siguió a la revuelta hasta desembocar en un cuarto volumen que Zapico centra en resolver la "historia con minúscula" de cada uno de ellos dejando una puerta abierta a la esperanza.
Un desenlace digno
Dejando atrás los entre 1.500 y 2.000 muertos que causó el Octubre del 34, los protagonistas caminan "hacia un desenlace digno, a la altura de lo que habían vivido" siempre desde la perspectiva de que su trabajo "no es el de un historiador" e intentando alejarse de las versiones de parte.
"En medio de ellas hay mucho espacio para una gama de colores muy rica. En las cuencas mineras -donde se crió Zapico- quedó la épica y yo me alejé de ella para tocar más el factor humano", afirma.
Aunque uno de los personajes cuestiona si la mejor manera de defender la República era derribarla con una revuelta obrera justificada por la entrada de la ultraderechista CEDA en el Gobierno, Zapico rechaza "el relato de moda" instaurado en los últimos años para justificar en la Revolución de Asturias la posterior Guerra Civil. "Es muy goloso pensar que el 34 da la excusa para justificar un golpe militar".
"Le chant des Asturies"
Con 50.0000 ejemplares vendidos de los tres volúmenes editados por Astiberri, el cuarto saldrá a la venta el 16 de febrero, dos meses antes de que en Francia se publique la primera de las tres entregas de que constará en el país de residencia de Zapico, irónicamente expectante por ver si quienes dicen que empezarían a comprar La Balada cuando estuviera acabada cumplen su promesa.
Aunque escéptico a la hora de imaginar su obra convertida en una serie televisiva, el autor de Dublinés y Café Budapest asegura estar buscando todavía su estilo, que vincula más con la obra de Jacques Tardi que con el Hergé de la línea clara, y se muestra reticente a calificar de "ambiciosa" una cuatrilogía que veía como "una historia muy local" cuando empezó a escribirla y dibujarla.
"No sé cómo encaja o cuál es su sitio en el cómic español, pero sí es mi historia más personal: me he explayado porque es la que mejor me explica a mí mismo", una circunstancia que, afirma, la acerca a otra cumbre del tebeo nacional como Paracuellos, de Carlos Giménez, también recién finalizada y en la que el autor madrileño "se explica a sí mismo y de dónde venía: de los orfanatos del régimen".
"'Paracuellos es un pilar fundamental del que hemos bebido después muchos autores, una obra de la que aprender. Giménez fue el primero en tocar la memoria histórica cuando no se hablaba de ella", asegura todavía "un poco bloqueado" por el fuerte ritmo de entrega de páginas al que le sometió el cierre de La balada del Norte, pero trabajando ya en una historia para niños también con Astiberri.
Y como también ha hecho otro autor de referencia del cómic español como Paco Roca en Los surcos del azar, Zapico no se moverá del ámbito de la memoria histórica para narrar la historia del exilio republicano en Francia, de esos guerrilleros que esperaron décadas a que Franco cayera.
"Cuando volvieron a España ya no encajaban. Parecía que estorbaban, eran los restos de la Guerra Civil, molestaban y no encajaban en la transición de un país que ya no entendían. Murieron como extranjeros en Francia tras volver a España y darse cuenta de que también eran extranjeros", afirma.