Enlaces accesibilidad
Silenciados

La frontera más difícil: el reconocimiento de la minoría de edad

  • Las autoridades francesas intentan probar que los menores extranjeros no acompañados no son parte de su jurisdicción
  • Los adolescentes, que carecen de familia y recursos, están en la calle sin opciones de acceder a atención médica ni refugio

Por
MSF atiende a menores no acompañados en Marsella, Francia

Las autoridades francesas intentan probar que los jóvenes migrantes no entran dentro de la jurisdicción del Consejo Departamental (el órgano responsable de proteger a los menores en Francia). Para ello tratan de negar su minoría de edad. Así, estos quedan en la calle, sin opciones de acceder a ningún servicio médico. Médicos Sin Fronteras (MSF) lleva años denunciando esta situación mientras trata de ofrecer una alternativa real y efectiva para estos jóvenes.

En la actualidad, la organización hospeda a veinte menores extranjeros que fueron rechazados por el Consejo Departamental de Bouches-du-Rhône (al que pertenece Marsella) y que están inmersos en un proceso de apelación ante el juez de menores.

Jahan, afgano de 17 años

Jahan tiene ya 17 años. Han pasado cuatro desde que, con apenas 13, decidió abandonar su pueblo natal, Tizin, en Afganistán, en busca de un futuro mejor. Huérfano y criado por su hermana mayor, Jahan tuvo que emprender una ruta de más de 6.700 kilómetros, atravesando once países, para poder llegar por fin a Francia, donde esperaba encontrar más posibilidades.

La policía nos pegaba en medio del camino… [Irán] es uno de los países más duros en los que he estado

El viaje fue una odisea. En Irán, el primer país por el que pasó, la policía hostigaba a los afganos. “La policía nos pegaba en medio del camino… solo estábamos caminando y venían hacia nosotros a golpearnos con palos en la cabeza. Es uno de los países más duros en los que he estado”, relata Jahan.

Jahan, 17 años, Afganistán.

Jahan se quedó huérfano a los 9 años después de que unos bandidos mataran a su padre mientras este estaba de servicio. © Mohammad Ghannam/MSF

Tras atravesar Turquía, Jahan entró a Europa por Bulgaria, desde donde empezó una larga travesía por el este del continente. “En Hungría -continúa Jahan- me capturaron junto a otros jóvenes. Nos golpearon y nos metieron en un coche con las ventanas tintadas. La policía nos llevó hasta la otra frontera y nos tiró del vehículo. Nos grababan todo el rato para demostrar que habían hecho su trabajo”.

Jahan llegó por fin a Marsella, donde tenía la esperanza de encontrar por fin algo de paz. Sin embargo, tuvo que pasar un mes viviendo en la calle hasta que pudo acceder a la Oficina de Bienestar Infantil. Allí le dijeron que estaba mintiendo sobre su edad y volvió a quedarse sin opciones.

Me pidieron la taskera [el documento de identidad afgano] pero me la había dejado en Afganistán

“Fui rechazado por mis documentos. Me pidieron la taskera [el documento de identidad afgano] pero me la había dejado en Afganistán. Con la llegada de los talibanes, no podía pedirles a mis amigos esos documentos. Volvía a estar en la calle”, recuerda.

Seydou tiene 16 años y es de Costa de Marfil.

Seydou vive en un hostal gestionado dministrado por una asociación local tras sobrevivir a un peligroso viaje desde Marruecos hasta las costas españolas. © Mohammad Ghannam/MSF

Jahan conoció a un grupo de voluntarios que le ayudaron a encontrar refugio en hostales solidarios desde los que tuvo acceso al hogar que Médicos Sin Fronteras (MSF) gestiona en Marsella desde 2021. Jahan ha podido empezar a ir a la escuela y a aprender francés para, poco a poco, estar más cerca de cumplir su sueño de convertirse en policía y seguir los pasos de su padre.

Violencia institucional

El caso de Jahan ilustra la situación de muchos menores que, tras un largo, duro y violento viaje migratorio, llegan a territorio francés totalmente solos para encontrarse con la violencia institucional de unas autoridades que, supuestamente, deberían protegerles. Desde el primer momento, estos niños y niñas son considerados principalmente desde el punto de vista de su situación administrativa, ignorando cualquier consideración relacionada con sus necesidades de protección.

Esta práctica de ‘clasificación previa’ es ilegal y discriminatoria

“Muchas veces las asignaciones son realizadas en base al perfil étnico haciendo una primera clasificación entre los jóvenes considerados ‘obviamente menores de edad’, los ‘obviamente mayores de edad’ y aquellos para quienes ‘hay dudas’. Esta práctica de ‘clasificación previa’ es ilegal y discriminatoria”, alerta Julien Delozanne, coordinadora del proyecto de MSF en Marsella.

Un menor charla con una trabajadora de la ONG

Un pequeño número de jóvenes se benefician del alojamiento gestionado por MSF, la mayoría están alojados en centros supervisados por grupos de solidaridad. © Mohammad Ghannam/MSF

“Los jóvenes considerados mayores de edad – afirma Julien – vuelven a las calles. Sin alojamiento e incapaces de satisfacer sus necesidades básicas, es muy poco realista esperar que tengan la capacidad de reclamar su derecho a apelar. El no ser considerados mayores de edad no debería implicar el final de la atención médica. Sin esta, su estado de salud empeora a pesar de que cuenten con un diagnóstico previo.

Sin papeles y sin acceso a la sanidad

Por otro lado, muchos de los jóvenes atendidos por MSF nunca han tenido acceso a chequeos médicos. Esto es inaceptable y una irresponsabilidad por parte de los Servicios de Protección Infantil, sobre todo teniendo en cuenta que estos jóvenes, debido a su historia de vida y a la ruta migratoria, constituyen un grupo muy expuesto a riesgos para su salud física y mental”, recalca.

Junto al Colegio de Abogados de Marsella y organizaciones de la sociedad civil, MSF acompaña a los menores mientras se delibera la decisión sobre su edad durante este largo proceso legal. La ONG se encarga de aquellos que han sido identificados como muy vulnerables, con patologías médicas como tuberculosis o hepatitis B, o problemas psicológicos como trastornos psico-traumáticos graves o psicosis.

Alrededor del 80% de los jóvenes apoyados por MSF han logrado algún tipo de protección temporal o permanente. La ONG también colabora con asociaciones y grupos de solidaridad locales, financiando cien camas en un hostal para que más jóvenes puedan tener acceso a un alojamiento de emergencia.

Bakary, marfileño de 16 años

Bakary es uno de los jóvenes que vive en esos alojamientos. Como Jahan, también llegó a Marsella totalmente solo y sin ningún recurso cuando apenas tenía 16 años. En su caso, venía de Costa de Marfil, tras cruzar Burkina Faso y Níger hasta llegar a Libia, donde, en compañía de su tía, se embarcó en una balsa hinchable para cruzar el Mediterráneo.

Cada vez que una de las olas chocaba con la balsa, había gente que caía al agua

“Esperamos varias semanas encerrados en un almacén con centenares de personas. Una mañana, por fin, uno de los guardias nos montó en una balsa hinchable. Estaba aterrado: cada vez que una de las olas chocaba con la balsa, había gente que caía al agua. Mi tía fue una de las que se cayó y, así, de repente me quedé solo.”

Bakary tiene 16 años y es de Costa de Marfil.

Bakary pasó semanas encerrado en un almacén en Libia hasta que pudo subirse a una balsa para cruzar a Europa. © Mohammad Ghannam/MSF

Tras ser rescatado por un barco de salvamento, Bakary llegó a Italia. Cuando llegó a Marsella, sin embargo, se encontró con la última de las barreras: el reconocimiento de su minoría de edad.

Cuando intentas explicar a los asesores todo por lo que has pasado, creen que estás mintiendo.

“Cuando intentas explicar a los asesores todo por lo que has pasado, creen que estás mintiendo. Me rechazaron con el argumento de que mentía sobre mi edad. Me dijeron que podía apelar la decisión del juez. ¿Apelar? No había oído hablar de eso y no sabía lo que significaba esa palabra.”

Bakary se quedó totalmente desolado y sin más alternativa que la calle. Afortunadamente, conoció a un grupo de voluntarios que lo acogió, refugió y guió en el proceso de apelación. Ahora puede por fin empezar a pensar en el futuro y dejar de recordar una y otra vez un pasado en el que solo encuentra dolor y sufrimiento.

Mi sueño es convertirme en un científico

“Mi sueño – dice Bakary – es convertirme en un científico. Me gustaría estudiar y sacarme una carrera. Soy una persona muy curiosa y me hago muchas preguntas: me gustaría saber más sobre cómo vive y se organiza la gente, ir más allá en la búsqueda del significado de la vida”.