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Democracia bajo asedio: la amenaza del leviatán tecnológico

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10.000 días - Episodio 2: Observados

Desde la imprenta al smartphone, el desarrollo tecnológico ha multiplicado las posibilidades del ser humano en todos los frentes. Nos ha hecho más productivos y eficientes para trabajar, aprender o comunicarnos. Pero la tecnología nunca viene exenta de riesgos. En manos nada bienintencionadas, también sirve para avivar las capacidades de difundir mentiras, manipular a la opinión pública, entrometerse en la vida privada o ser vigilados en contra de nuestra voluntad. Y las redes sociales, todavía en pleno auge, están trastocando la convivencia de nuestras sociedades hasta extremos nunca imaginados. ¿Qué precio estamos pagando por nuestra tecnodependencia?

Días de furia: de internet a la calle

El 6 de enero de 2021 el mundo contuvo el aliento. Una masa enfurecida de partidarios del entonces presidente saliente, Donald Trump, irrumpió por la fuerza en el Capitolio de Estados Unidos, en Washington, uno de los más irrefutables iconos de la democracia. Un hecho sin precedentes que hizo zozobrar a la todavía primera potencia mundial y que desató muchas alarmas e inseguridades a nivel internacional en el seno de las principales democracias. El 8 de enero de 2023, se vivieron en Brasil escenas con causas y consecuencias muy similares, cuando miles de personas, seguidores del también presidente saliente Jair Bolsonaro, asaltaron violentamente las principales instituciones del país.

El asalto al Capitolio por seguidores de Trump, en imágenes

Tras estos dos episodios de violencia arrecian las dudas sobre la verdadera estabilidad de las democracias. Las instituciones se sintieron vulnerables ante una oleada de fanáticos que no aceptaron los resultados electorales de sus naciones. Ciudadanos comunes con vidas comunes que habían creído relatos mentirosos alentados por los candidatos perdedores y su entorno.

Los altercados fueron la desembocadura final de diversas campañas de desinformación, propagadas en algunos medios tradicionales, pero en muy buena parte ideadas y proyectadas desde y para las redes sociales. Campañas que funcionan especialmente bien en sociedades política o ideológicamente polarizadas.

La polarización social como arma de desestabilización

Chris Bail dirige el Polarization Lab de la Duke University. Lleva diez años investigando sobre polarización social y su conclusión es tajante: "El gran problema de las redes es que las voces moderadas desaparecen. No ven nada beneficioso en ellas". La red propicia el crecimiento de los mensajes más extremistas, desalentando la conversación ciudadana y disparando la división social.

Experimento del Polarization Lab para sacar a la gente en redes de su "cámara de eco"

En las redes sociales habita una suerte de insurgencia virtual que, agitando los temas que más polarizan a la sociedad, busca agrietar sus cimientos. Al servicio de intereses empresariales, partidistas o estatales, auténticos ejércitos de "trolls", los alborotadores de la red, a veces incluso semiautomatizados, que propagan bulos, discursos extremistas o ideas provocadoras. El leitmotiv puede ser cualquiera, el pretexto puede ser cualquiera. La meta es desgastar al "enemigo".

Estas "milicias" organizadas de la red han ido ganando en eficacia y, vistos los acontecimientos de Washington y Brasilia, ya quedan pocas dudas de que internet y las redes sociales son ya otro frente de batalla más. Los países desarrollados lo incluyen ya como una pata más en sus estrategias de Defensa o Inteligencia, tanto a nivel doméstico como geoestratégico. La Unión Europea ha puesto en marcha programas para hacer frente a lo que se considera una amenaza creciente de desestabilización.

Raphaël Glucksmann preside el Comité Especial de Interferencias Extranjeras del Parlamento Europeo. Explica a TVE que el departamento lleva año y medio vigilando de cerca las operaciones rusas en la red. Buscan, asegura, generar en los países europeos un ambiente de "guerra civil permanente" con el objetivo de "dar la sensación de que la democracia no funciona".

Otra de las voces diplomáticas más respetadas en la capital europea es Lutz Guellner. Para él, las operaciones rusas buscan amplificar narrativas concretas para extender ingentes cantidades de desinformación.

Glucksman: "No es tiempo de ingenuidades, es tiempo de defendernos"
Así tratan de polarizar a la sociedad las estrategias de desinformación en las redes

Datos personales y control ciudadano

En las economías desarrolladas, el ciudadano medio genera una ingente cantidad de datos personales con sus más básicas rutinas diarias. Y el epicentro de esos datos suele ser nuestro teléfono móvil. Mediante el uso de apps y otros servicios comunes, empresas y gobiernos obtienen y gestionan una enorme cantidad de información personal.

Mediante nuestro uso de cuentas de correo, servicios de localización, apps de compras o bancarias o la gestión en remoto de multitud de servicios públicos o privados, ponemos en manos ajenas, más o menos conscientemente, multitud de datos personales, algunos especialmente privados.

La Unión Europea tiene la legislación de protección de datos más garantista para el ciudadano, pero los límites continúan bajo permanente discusión (y presiones corporativas) y no es un modelo extendido en todo el mundo. En Estados Unidos la normativa es mucho más laxa y en otros países no democráticos, como China, el control de los datos personales pone en bandeja al gobierno la posibilidad de establecer un sistema de vigilancia y dominio de la actividad ciudadana, tanto a nivel colectivo como individual.

En los últimos años diversos expertos y ONGS internacionales con conocimiento de la realidad china denuncian la puesta en marcha de diversos experimentos de control social de la población. Un programa piloto de "tecnoautoritarismo" que podría convertirse en una auténtica pesadilla distópica. Lo ha contado a TVE Yaqui Wang, de Humans Rights Watch.

Experimento en Xinjiang de un programa chino de vigilancia social mediante la tecnología

Las cámaras que todo lo ven: la hipervigilancia

La cada vez mayor sofisticación técnica de las cámaras de vigilancia y su creciente alianza con la Inteligencia Artificial han aumentado considerablemente las capacidades de vigilancia y control de espacios y personas. Al igual que ocurre con la gestión de los datos personales, en la Unión Europea, al menos por ahora, su uso está más restringido que en otras regiones del planeta. Por ejemplo, en Europa el reconocimiento o identificación facial automática de personas está prohibido.

Dejando aparte las limitaciones legales, la tecnología está disponible. El municipio de Las Rozas, en Madrid, tiene uno de los sistemas de videovigilancia más desarrollados de España. Una muestra contundente del potencial que tienen este tipo de tecnologías.

Las Rozas, en Madrid, tiene uno de los sistemas de videovigilancia más avanzados

Bien con el pretexto de la seguridad o con el de hacernos la vida más sencilla, las cámaras y otros dispositivos de detección de datos forman ya parte del paisaje urbano. La ciudadanía convive con ello, pero la mayoría de las veces sin conocer ni entender la finalidad última de esos ojos artificiales que todo lo ven.

Ni tampoco quién o quiénes tienen acceso a esa información. Carissa Véliz, filósofa de la Universidad de Oxford especializada en tecnología y privacidad, cree que el anonimato está en serio entredicho. "Nos está vigilando todo el que puede. Desde los sospechosos comunes como Google y Facebook y otros, hasta empresas que nunca has escuchado pero que son muy importantes en esta área, como son los brokers de datos. Empresas que quieren tener un dossier sobre todas las personas que utilizan internet y en ese archivo puede estar todo tipo de cosas. Lo que te gusta, lo que no te gusta, tus enfermedades, cuánto ganas, quién es tu pareja o si estás siendo infiel".

Para muchos expertos, lo que hoy atisbamos solo como riesgos incipientes podría, en el futuro, llegar a reescribir los significados de libertad, estado o democracia. ¿Qué pasa si las instituciones no son tan sólidas como creíamos? ¿Hasta qué punto las redes sociales manipulan a la opinión pública? ¿Viviremos bajo una sociedad hipervigilada? ¿Seremos realmente dueños de nuestros datos? ¿Crecerán los totalitarismos a rebufo de la tecnología?

Durante los próximos 10.000 días, la humanidad deberá afrontar todas estas 'caras B' de la tecnología.