Así fue el rescate milagro de la UME: un signo de vida, 26 horas de trabajo y el llanto del pequeño Muslin
- Uno de los rescatistas españoles cuenta a RTVE.es cómo los dos pequeños se salvaron gracias al pecho de su madre
- Leyla y sus dos hijos, Elif, de seis años, y Muslin, de dos, estuvieron atrapados cinco días bajo los escombros
Incluso en las mayores tragedias ocurren los milagros. Y uno de los milagros más improbables en la devastación que dejó el terremoto en Turquía y Siria tuvo como protagonista a un equipo español de rescate. El pasado viernes, cuando ya habían pasado cinco días desde el primer seísmo y las probabilidades de encontrar supervivientes se reducían a cada minuto, los rescatistas de la Unidad Militar de Emergencias dieron con un signo de vida entre las ruinas de la ciudad de Nurdagui, lo que desembocaría en uno de los rescates más emocionantes en las que ha intervenido este equipo.
Aquel signo, una llamada de teléfono, activó un dispositivo que culminó, 26 horas después, con el rescate de una madre, Leyla, y sus dos hijos, Muslin, de dos años, y Elif, de seis. Durante todo el tiempo que permanecieron sepultados por los cascotes, Leyla "estuvo dando el pecho cada dos o tres horas" a sus hijos. "Eso les evitó la deshidratación. Son niños, más vulnerables que un adulto, que puede aguantar más. Gracias a eso se salvaron", explica a RTVE.es Ángel Saldaña, capitán de la UME que participó en el rescate.
Saldaña, que ya se encuentra de vuelta en España tras más de una semana de trabajo "contra reloj", como lo describe, no puede ocultar la emoción al recordar aquel rescate que dio la vuelta al mundo. "Fue una experiencia increíble. Que saliera una persona de ahí con vida es un milagro", cuenta.
Perros, geófonos y horas de trabajo para dar con ellos
Todo comenzó con una llamada a AFAD, la Protección Civil turca, cuando un oficial de la UME se encontraba en sus oficinas para coordinar la ayuda. Del otro lado del teléfono no se conseguía escuchar ninguna voz, pero consiguieron geolocalizar esa llamada y comenzar la búsqueda.
Primero, con perros de rescate, y después, con geófonos, un objeto que permite localizar si hay movimiento bajo tierra. Una vez confirmaron que había alguien con vida, empezaron a excavar. "Cada dos o tres horas comprábamos que seguía con vida esa persona", explica el rescatista español. "Dábamos tres golpes, y respondía con tres golpes". En este periodo, fue clave también contar con un traductor al turco, que permitía la comunicación con la madre atrapada.
Durante el turno de noche llegó la sorpresa. "Conseguimos confirmar que la víctima no se encontraba sola, sino que estaba acompañada de dos niños. Eso nos dio más impulso y más energía para seguir ahondando en el butrón", relata Saldaña.
A la mañana siguiente, el agujero que habían excavado ya estaba perfilado, pero no daban con el lugar exacto donde estaban. Consiguieron encontrarlo haciendo luz con una linterna y diciéndole a la madre que les indicara si veía esa luz. Una vez hallados, contactaron con ellos, les dieron agua y tras ahondar más el butrón, empezaron a sacarles.
El primero en salir fue Muslin, que rompió a llorar al encontrarse en brazos del militar de la UME, también emocionado. Poco después sacaron a su hermana, y finalmente a la madre. "Todos en perfectas condiciones, una cosa increíble, ni un rasguño más allá de algo de deshidratación, pero nada grave".
El mensaje de Leyla a los rescatistas: "Sois ángeles sin alas"
La familia fue conducida rápidamente al hospital, donde les visitaron varios de los protagonistas del rescate dos días después. Leyla estaba "muy agradecida, muy emocionada", y les dijo a sus rescatadores que eran "ángeles sin alas" y que les llevaría en su corazón, cuenta el capitán español. Tras aquella visita, se pudo reunir con sus hijos y pronto recibieron el alta.
Antes que Turquía, la única experiencia de Saldaña en una situación de crisis fue la erupción del volcán de La Palma. "No es comparable, allí sí tenías tiempo de reacción y aquí juegas contra reloj", asegura. "Tienes que darte muchísima prisa, pero a la vez tienes que ir con mucho cuidado para no causar ningún accidente" que dañe a los rescatadores ni a las víctimas, expone.
Para él, el momento en el que consiguieron rescatar a esa familia fue "un compendio de emociones". "Piensas todas las horas que está dedicado a prepararte y dices 'por fin estoy haciendo lo que siempre he querido hacer'. Te sientes realizado, toda la dedicación que has tenido, toda la vocación que llevamos, se ve reflejada perfectamente en cuando salvas una vida", señala.
Tras apenas un par de días en España, reconoce que todavía no ha acabado de asimilar todo lo vivido, pero asegura no tendría ningún reparo en repetir una experiencia similar: "Hacemos lo que nos gusta. Si nos dicen de ir, vamos de cabeza, estamos encantados".