Jaume Franquesa: "Cómo se desarrollan las renovables es tan importante como el hecho de que sean renovables"
- El antropólogo publica Molinos y gigantes, un ensayo sobre las tensiones que despierta la transición energética
- Vivió casi un año en la Terra Alta, una zona poco poblada que concentra gran parte de la producción eléctrica de Cataluña
La energía es invisible en el día a día, o al menos así ocurre para la gran mayoría de la población. En algunos rincones, sin embargo, es algo muy cercano, que se puede ver, tocar y oír. Es el caso de las comarcas del sur de Cataluña, un territorio rural y poco poblado, pero que concentra en pocos kilómetros grandes presas hidroeléctricas, tres reactores nucleares, y en los últimos años, además, cientos de molinos eólicos.
Jaume Franquesa, antropólogo de la Universidad de Búfalo (Nueva York, Estados Unidos), vivió durante 11 meses repartidos a lo largo de cuatro años en uno de los pueblos de la zona, La Fatarella, en la comarca de la Terra Alta, para estudiar las tensiones locales que despierta la transición energética. Fruto de aquella inmersión surgió Molinos y gigantes: la lucha por la dignidad, la soberanía y la transición ecológica, un ensayo publicado originalmente en inglés que la editorial Errata Naturae traduce ahora al español.
El libro llega en pleno debate sobre la implantación de las renovables en la España rural. Asociaciones locales y partidos han dado la voz de alarma contra lo que consideran una "masificación" de proyectos en ciertas zonas, mientras que el Gobierno y muchas comunidades pisan el acelerador para desatascar los trámites administrativos, instalar más megavatios limpios y así cumplir con los compromisos climáticos y el plan europeo para reducir la dependencia de los combustibles fósiles rusos. El asunto ha llegado incluso a la gala de los Goya, cuando Rodrigo Sorogoyen, director de la premiada As Bestas, aprovechó su discurso para lanzar el mensaje que recorre este libro: "Energía eólica sí, pero no así".
PREGUNTA: ¿Por qué muchos vecinos de la zona se oponen a la instalación de proyectos eólicos
RESPUESTA: Hay dos grandes fuentes de tensión. La primera es la idea de "¿por qué siempre aquí? ¿Qué hace que aquí vengan empresas hidroeléctricas, centrales nucleares, plantas de ciclo combinado, parques eólicos, etc.?" Es una sensación de injusticia, de decir "nosotros somos cuatro gatos y producimos dos tercios de la energía que se consume en Cataluña".
La otra es un eslogan que ahora suena más, "renovables sí, pero no así". Hay una anécdota que a mí me parece muy reveladora: para oponerse a la nuclear, en el 1983, los vecinos sacaron a la plaza del pueblo un pequeño aerogenerador, diciendo que había alternativas a la nuclear. Cuando esa alternativa llega, 15 años después, se produce una sensación de sorpresa y de desamparo, de decir "esto no es lo que nos imaginábamos". Sienten que no se ha legislado oportunamente para que municipios pequeños tengan la capacidad para relacionarse en pie de igualdad con las empresas que vienen.
P: En el libro enlazas las movilizaciones sociales que hubo contra la instalación de las primeras centrales nucleares con las de los últimos años contra la éolica. ¿Qué tiene en común esta oposición?
R: Hay una sensación de haber sido un poco engañados. En la zona se cuenta mucho una anécdota, y es que cuando se empezó a construir la central nuclear de Ascó les dijeron que sería una fábrica de chocolate. Más allá de su veracidad, te están diciendo que les trataron como niños. Se dijo que con la nuclear esto sería Las Vegas, iba a haber crecimiento económico, desarrollo, repoblación… La capacidad de presentar cierta resistencia a la central era una manera de expresar "no somos tontos, no somos niños a los que se puede embaucar".
Con el proceso eólico pasa algo parecido. Llega además con el plan para el trasvase del Ebro, para hacer la mayor central de ciclo combinado de Europa, se genera la sensación de "solo servimos para eso". Fue una toma de conciencia para decir "no somos ciudadanos de segunda, somos ciudadanos de primera que reclamamos nuestros derechos". Cuando llegan los parques eólicos se dice a las zonas rurales que van a salvar el planeta, y cuando llegó la nuclear se decía que iban a salvar la patria, curiosamente es una narrativa que tiene similitudes.
P: Hablas de dos maneras de desarrollar la eólica, una negra y una verde, o bien una dura y una blanda, ¿a qué te refieres con esos conceptos, y qué vía eligió España?
R: La eólica negra, o dura, reproduce el modelo anterior: menos distribuido, con muy poca propiedad local, en manos en general de grandes empresas que ya habían sido protagonistas del sistema eléctrico fósil. Y también con poca participación ciudadana, con la idea de que la energía es demasiado complicada y que hay que dejarla en manos de los expertos. La vía blanda es por la que apostó Dinamarca en un principio, lo que se llamó modelo danés. Pocos aerogeneradores, propiedad de lo que ahora llamaríamos comunidades energéticas, cerca del punto de consumo. Es una vía mucho más ajustada a las necesidades, más dispersa, con una tecnología más democrática.
En el caso español, aunque no es monolítico, se apuesta claramente por un desarrollo más centralizado, con una concentración en lugares rurales con poca voz, con poca capacidad de resistencia, con poquísima propiedad en manos de empresas de estos territorios. Ahora sí que parece que empieza a arrancar el autoconsumo, las comunidades energéticas, que serían esta otra vía. Cómo se desarrollan las renovables es tan importante como el hecho de que sean renovables. Y el desarrollo eólico verde tiende a crear menos oposición en los lugares donde se instala.
“El desarrollo eólico verde tiende a crear menos oposición en los lugares donde se instala“
P: El libro se publicó en 2018 en su primera edición en inglés. ¿Qué ha cambiado desde entonces en materia energética?
R: Hay dos cambios muy importantes. El primero es el renacer del desarrollo eólico y renovable a partir de 2018. Yo ahí me equivoqué, porque yo pensaba que el parón que empezó en 2013 continuaría un poco más. El segundo cambio es que la energía se ha vuelto una cuestión más candente en la agenda política, y también en el debate ciudadano.
Es algo que me parece muy bueno porque, aunque la energía es un tema central, raramente suscitaba debate, en parte porque al modelo energético le interesa esta opacidad. Le interesa que no haya mucho que hablar, que no se considere un tema abierto al debate democrático, sino más bien un tema que tenga que gestionarse, por, entre comillas, expertos.
“Aunque la energía es un tema central, raramente suscitaba debate, en parte porque al modelo energético le interesa esta opacidad“
P: El Gobierno aprobó en diciembre la relajación de los requisitos de protección ambiental para así acelerar la implantación de renovables. ¿Qué puede suponer esta medida?
R: Cuando planteamos una cosa como urgente, la sustraemos al debate público. Me da la sensación que este cambio de normativa se orienta a dificultar la oposición local que pueda haber. De todos modos, también sabemos que las normativas vienen, cambian y se rehacen.
P: Precisamente dos de los proyectos eólicos aprobados en Cataluña en las últimas semanas, los primeros en esta región en una década, están en la Terra Alta. El debate que tratas en el libro parece que va a seguir en los próximos tiempos.
R: Sí, son parques que vienen de la época del tripartito catalán, que crearon las llamadas zonas de desarrollo prioritario. Era un intento loable de crear un marco de desarrollo que tuviera más en cuenta las necesidades locales, por el cual las empresas que se postulaban para desarrollar en estas tenían que comprometerse a contribuir en esta zona.
Han pasado 13 años, y esta es la única zona de desarrollo prioritario que se ha llevado a cabo. Es la realidad que decía en el libro: hay zonas que siempre les toca. Las contraprestaciones a las que las empresas se habían comprometido han quedado muy desdibujadas. Hay otras zonas que fueron más capaces de ser escuchadas y esos planes fueron desechados. De algún modo, estos parques confirman una de las tesis del libro.
P: Uno de los argumentos de los defensores de estos proyectos es que cuando hay oposición local se da el efecto NIMBY (Not In My Backyard, no en mi patio trasero, en inglés), o SPAN (Renovables Sí, Pero Aquí No), como lo llamas en el libro. Es decir, a lo que se oponen realmente a las molestias que les pueda generar estas energías en su entorno.
R: Hay que ir caso por caso, pero en general diría que no hay este efecto en España, porque hay una contrapropuesta. No se dice "no queremos ninguna renovable", quizás queremos menos, quizá esto debería regularse de otra manera, mirar de cambiar el modelo energético, medidas de ahorro… Hay una cierta voluntad de plantear un modelo propositivo y no solamente un modelo negativo.
Dicho esto, es verdad que los proyectos de este tipo, en concreto la eólica, una vez se ponen en marcha generan una polarización entre los pro y anti. Una polarización que muchas veces no es constructiva, una espiral donde nos encontramos ante posturas irreconciliables y donde a veces tanto las bondades como los peligros se exageran. Se dice que esto se va a convertir en el nuevo polo de desarrollo industrial y económico de España o que se va a convertir en un vertedero.
“Los proyectos de este tipo, en concreto la eólica, una vez se ponen en marcha generan una polarización entre los pro y anti. A veces tanto las bondades como los peligros se exageran“
Provoca unas ansiedades que en estas zonas que tienen una base objetiva. Llevan despoblándose durante generaciones, envejecen, donde la agricultura familiar vive unas condiciones muy precarias. Eso hace que una parte de la población vea eso con malos ojos y las posturas se vuelvan muy vehementes.
R: Dos de los principales éxitos del cine español en este último año tienen como tema central las renovables, Alcarràs -donde se representa una situación similar a la de la Terra Alta-, y Alcarràs As bestas
R: Creo que ninguna de las dos películas quiere hablar mucho de las renovables, quieren plantear problemas que acechan el mundo rural español. Y en ambos casos, las renovables son la manera de condensar esos problemas en un metraje de dos horas, lo que me parece muy revelador.
Me parece muy importante lo que dices de la capacidad de estas películas de llevar el problema más allá de los núcleos donde esto se desarrolla, porque precisamente uno de los grandes problemas que creo que tiene el desarrollo renovable es que se trata simplemente como una cuestión de política energética, cuando deberíamos tratarlo como una cuestión de política territorial también.
Estamos hablando de qué tipo de territorio, qué tipo de país queremos. La cuestión de la España vacía crea una desconexión creciente entre zonas urbanas y rurales. Se ve el mundo rural con condescendencia, a veces con cierto romanticismo o cierto desprecio. Eso hace que si estas zonas se quejan de una instalación de este tipo -pero no solo renovables-, eso se oye desde las zonas urbanas como ruido. Creo que el hecho de que estas películas lleven esto al gran público, más allá de la opinión que tomen sobre la cuestión, es bueno.
P: ¿Es posible que estos movimientos oposición local se pasen de frenada y acaben impidiendo un mayor desarrollo de las renovables, con las implicaciones climáticas que tiene esto?
R: Sí es posible, pero yo creo que a la pasada de frenada se llega porque no se les escucha. Precisamente la mejor manera de evitar este riesgo no es descartarlo como una pataleta. Escuchemos, pensemos, procuremos organizar esto mejor, creemos más mecanismos para que haya más propiedad local de los parques eólicos, para que participen en su facturación, pensemos mejor donde instalarlos.
R: ¿Estamos a tiempo todavía de reconducir el rumbo de esta transición?
R: Una cosa que me respondió una vez un hombre del Priorat cuando le vine a preguntar más o menos eso, fue: "Claro que hay esperanza, es que si no hay esperanza, ellos vuelven". En estas zonas la esperanza va justita, tienen muchos motivos para la desesperanza, pero es peor aún caer en ella.