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Un año de la caída de Casado: del supuesto espionaje a Ayuso a la mayor crisis en el PP que encumbró a Feijóo

  • La guerra entre Casado y Ayuso abrió el partido en canal entre acusaciones cruzadas de corrupción y espionaje
  • En apenas una semana, casi todos los apoyos de Casado le dieron la espalda y cerraron filas con Feijóo

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Un año de la crisis del PP de Casado: Ayuso le acusó de atribuirle un caso "de corrupción" sin "pruebas"

"No sé por qué me tengo que ir. No he hecho nada”, le llegó a decir Pablo Casado a uno de sus afines en el Partido Popular el 22 de febrero de 2022. Apenas le quedaban unas horas de vida política, y el esperpento que había durado una semana de cruenta guerra entre él y la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, entre duras acusaciones cruzadas de corrupción y espionaje, sentenció definitivamente a Casado y lo convirtió en un cadáver político: desde abril de 2022, no se le ha vuelto a escuchar ni ver en ningún acto o medio público.

El PP de Alberto Núñez Feijóo, su sucesor, no mira atrás, ha hecho borrón y cuenta nueva. El expresidente gallego tomó las riendas de un partido que clamaba por la unidad tras su mayor cisma interno y desde entonces no ha habido fisuras, salvo algunas voces discordantes en la defensa del líder ‘popular’ de la ley de plazos del aborto. La relación de Feijóo con sus ‘barones’ territoriales nada tiene que ver con el férreo control al que les sometía la anterior dirección nacional del partido, ejercido principalmente por el que fuera secretario general y número dos de Casado, Teodoro García Egea.

Ese control fue, precisamente, uno de los factores que hizo que la dirección de Casado perdiera todos los apoyos territoriales (salvo el de Ana Beltrán) en apenas unas horas. Casado ofreció la cabeza de García Egea para calmar las aguas, pero ya era demasiado tarde. Su número dos dimitió y él mismo vio como, a pesar de ello, sus principales apoyos que le habían respaldado al principio de la crisis le daban poco después la espalda y pedían un Congreso Extraordinario para sustituirle (con excepciones contadas como el diputado Pablo Montesinos). Y cuando Feijóo hizo esta petición, no hubo más que decir. Todos empezaron a pedir al gallego dar un paso al frente: era el único que tenía el consenso y podía aportar la unidad necesaria.

Casado y Ayuso: de la amistad a la guerra

Hemos empezado narrando justo el final de lo que ocurrió en una semana trágica para el PP hace un año, y toca entrar en el fondo de la cuestión, en el origen y los porqués.

La relación entre Casado y Ayuso, dos buenos amigos que se conocieron en las Nuevas Generaciones del PP (la ‘lideresa’ fue la apuesta personal de Casado para las autonómicas de 2019), llevaba meses haciendo aguas y tensándose semana a semana. Ayuso quería presidir el PP regional, pero era un verso libre y sus declaraciones, en muchas ocasiones, iban en contra de la línea de la dirección nacional, que trataba sin éxito de frenarla. De ahí aquellas frases de “en el PP no caben solistas” y “esto no es un talent show", que le había dicho el líder ‘popular’ a la presidenta madrileña en noviembre de 2021. Pero nada hacía a Ayuso renunciar a su deseo de presidir el PP de Madrid (solo lo consiguió ya con Feijóo al frente) ni abandonar su línea propia, que apoyaban ciertos sectores como el de Esperanza Aguirre o la diputada Cayetana Álvarez de Toledo.

El 14 de febrero, Día de San Valentín, el PP logró una victoria en las autonómicas de Castilla y León, aunque no con la mayoría que ellos deseaban (las elecciones implicaron cambiar de socios a Ciudadanos por Vox). Los ‘populares’ todavía estaban celebrando la victoria cuando dos días más tarde, por la noche, saltó el escándalo: varios medios informaron de un supuesto espionaje orquestado por el PP y fraguado desde el Ayuntamiento de Madrid contra el hermano de Ayuso por la supuesta comisión cobrada por un contrato de 1,5 millones de euros para mascarillas en plena primera ola de coronavirus en 2020 (un contrato que a día de hoy sigue estando investigado por la Fiscalía Europea, pese a que Anticorrupción cerró el caso). La caja de Pandora acababa de ser abierta.

Génova hizo dos cosas en las horas siguientes. Primero, desmentir de forma inmediata las informaciones. Aún así, el supuesto espionaje se saldó con la dimisión de Ángel Carromero, coordinador general de la alcaldía y amigo de Casado, al que se apuntaba como presunto responsable del supuesto espionaje. La otra acción que emprendió Génova fue declarar abiertamente la guerra a Ayuso al filtrar a la prensa que tenía “constancia” de dichas comisiones percibidas por Tomás Díaz Ayuso y que llevan tiempo “investigando”, aunque todavía sin “pruebas”.

La presidenta madrileña contraatacó de la forma más contundente posible con una rueda de prensa en la que lanzó duras acusaciones contra Casado y su cúpula: “Nunca podría imaginar que la dirección nacional de mi partido iba a actuar de un modo tan cruel y tan injusto contra mí”, dijo, y acusó a Casado de crear “corrupciones" para destruirla y “metiendo por medio” a su familia. En la misma rueda de prensa, admitió la “relación comercial” de su hermano con la empresa de mascarillas adjudicataria del contrato, pero insistió en que no había ningún tipo de irregularidad.

Mientras el silencio de Casado se iba haciendo cada vez más ensordecedor (no se había pronunciado en dos días de crisis), el guante lo recogía inmediatamente Gacía-Egea, que anunciaba en rueda de prensa un expediente informativo a Ayuso por las supuestas “irregularidades” y dejó muy claras sus intenciones al parafrasear a la ‘lideresa’: "Nunca pude imaginar que se atacara de una forma tan cruel e injusta a la dirección de un partido que le ha dado todo".

Esta reacción de la dirección nacional del PP terminó de abrir al partido en canal mientras sus dirigentes y ‘barones’, atónitos, se posicionaban del lado de Casado o de Ayuso y pedían unidad. Los ‘populares’ hablaban entre sí de los problemas que tenía el partido y de las acciones llevadas por la dirección nacional, acciones que normalmente no son cuestionadas pero que estaban en boca de todos por la crisis. Y fue entonces cuando empezaron a surgir las voces que pedían cesar a Teodoro García-Egea, que trató de resistir en su puesto hasta que se vio forzado a dimitir días más tarde.

Casado siembra la sombra de la corrupción, recula y sale perdedor

Entre máxima expectación, la primera intervención de Casado llegaba el viernes 18 de febrero en una entrevista en la Cadena Cope en la que lanzó un discurso muy contundente contra la corrupción y por la ejemplaridad de los políticos. Ahí, apuntó a un posible “tráfico de influencias” por parte de Ayuso, sembró la duda sobre si la empresa de su hermano actuó como “testaferro” y sentenció: “Cuando presida el Gobierno yo no permitiría que un hermano mío cobrara 300.000 euros de un contrato público adjudicado por Consejo de Ministros”.

Apenas terminó la entrevista, Ayuso difundió un comunicado para explicar que la comisión de su hermano solo fue de 55.580 euros por las “gestiones”. La misma versión la dieron dos consejeros suyos en rueda de prensa.

Lo que hizo la dirección nacional del PP, en plena presión de los barones para cerrar la "hemorragia", supuso un punto de inflexión y llevó a Casado a perder definitivamente la guerra, según los politólogos que siguieron entonces la crisis en el Partido Popular. Tras una reunión de Casado con Ayuso, el PP cerraba el expediente dando por buenas las explicaciones de la presidenta madrileña. El relato respecto a la supuesta corrupción de Ayuso, tan duro y contundente, se vino abajo en unas horas y la 'lideresa', lejos de dar el asunto por zanjado, se dedicó los días posteriores a exigir responsabilidades políticas por lo ocurrido, incluso después de la caída del que fuera su amigo.

Casado perdió pronto el apoyo en su núcleo duro, entre sus barones (incluso los que habían sido más fieles, como Juanma Moreno) y en la calle. El 20 de febrero, hace hoy un año, una manifestación de más de 3.000 personas se concentraba a las puertas de Génova en defensa de Ayuso y para exigir la dimisión de Casado y Egea.

El lado más duro de la política: casi todos sus apoyos le dan la espalda

Todo lo que vino después fue la caída de un líder que trató de resistir hasta los últimos momentos.

El lunes 21, en un Comité de Dirección que duró nueve horas, todos (salvo los más fieles: Pablo Montesinos, Ana Beltrán y Antonio González Terol), reclamaron un Congreso Extraordinario para someter el liderazgo de Casado a cuestión y elegir quién dirigirá el partido. Llegaron a amenazar con dimitir. Mientras, empezó a circular un manifiesto entre dirigentes del PP pidiendo la destitución de Egea y la celebración de dicho congreso. Ya nadie daba su apoyo expreso a Casado, que se vio obligado a iniciar los engranajes para celebrar dicho congreso.

Un día después, Casado se había quedado prácticamente solo y convocaba a sus ‘barones’ en un último intento de revertir la situación (sin Díaz Ayuso, que no era presidenta del PP regional) y después de que Feijóo le instara a tomar decisiones "difíciles" y "urgentes". Solo constató su derrota. Feijóo amagó con dar un paso al frente y todos le señalaban como futuro líder. Y ese día, las dimisiones se sucedieron en el PP: Almeida abandonó la portavocía del partido y renunciaron también otros cargos como Belén Hoyo, Andrea Levy y Ana Vázquez de sus responsabilidades orgánicas, pero la más sonada fue, a última hora, la de Teodoro García Egea.

Era ya absolutamente inviable que Casado siguiera al frente del PP. Pese a las dudas, el miércoles 23 de febrero acudió al Congreso para debatir por última vez con Pedro Sánchez en la sesión de control al Gobierno, y dijo: “Yo entiendo la política como la defensa de los más nobles principios y valores, el respeto a los adversarios y la entrega a los compañeros. Todo para servir a España y a la causa de la libertad”.

No fue un trago nada fácil, en un momento durísimo no solo en lo político sino en lo personal, y tras la respuesta del jefe del Ejecutivo, que le deseó “lo mejor en lo personal”, abandonó el Hemiciclo, sin esperar a contrarréplica. Son Montesinos, visiblemente emocionado, Beltrán y Terol los que le siguieron inmediatamente a su despacho, demostrando ser sus apoyos más fieles (Montesinos, que llegó al PP por Casado, dejó poco después su escaño).

La despedida formal del partido llegó el 1 de marzo en la Junta Directiva del PP, en el que ya ofreció “lealtad” a Feijóo (que aún no había anunciado su candidatura a liderar el partido): Lamento todo lo que haya hecho mal y la situación que han sufrido durante esta semana nuestros militantes y votantes. Y también siento, tengo que decirlo, la reacción que he tenido que sufrir, que es inédita en nuestra historia democrática, y creo sinceramente que no merezco ni merecería ninguno de vosotros".

Se consolidaba así la caída de un líder que había sido el primero dentro del PP en ser elegido democráticamente en unas primarias, imponiéndose en 2018 a María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría.

Oficialmente, Casado se mantuvo como presidente del PP (aunque ya sin actividad) hasta que Feijóo fue proclamado presidente del PP en abril de 2022. No quiso marcharse en plena crisis del partido y con su imagen tan dañada, pero lo cierto es que no hubo grandes homenajes hacia él en el Congreso del PP que proclamó a Feijóo y su despedida fue bastante discreta, si bien recibió el cariño manifiesto de Feijóo y de algunos dirigentes ‘populares’.

Yo siempre he dicho la verdad costara lo que me costara, me enfrentara a quien me enfrentara y estoy muy orgulloso de ello”, dijo Casado en su último discurso:"Me voy pero volveré para todo lo que necesitéis, para ayudar a este proyecto en todo lo que haga falta y para apoyar a quien hoy recoge el testigo después de una trayectoria impecable".