Cuidar sigue siendo cosa de mujeres: "Lo que para ellos es generosidad, para nosotras es obligación"
- El 63% de los cuidadores no remunerados de personas con discapacidad son mujeres, según los últimos datos del INE
- Ser cuidadora puede afectar tanto a la carrera profesional como a la vida social
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En pleno siglo XXI y después de casi 50 años del primer Día Internacional de la Mujer, cuidar sigue siendo cosa de ellas. Lo viven cada día mujeres como Carmen. A sus 57 años, es la única de sus tres hermanos que se hace cargo realmente de su madre, de 86 y con problemas de movilidad. Mientras que el mayor “colabora” en tareas como las citas médicas, el pequeño “siente que con venir cada ciertos meses y darle un besito ya es más que suficiente”. “Pero yo tengo que estar aquí porque soy su hija, es mi obligación”, lamenta.
Como muchas, Carmen no cuida únicamente de su madre. También trabaja y tiene su propia familia. Una triple carga que puede favorecer el deterioro de la salud física y mental, así como el aislamiento social de la persona cuidadora. Lo advierte la profesora de Sociología del Género en la Universidad de La Coruña Rosa Cobo, quien señala que “estar en el mercado laboral y tener un trabajo de cuidados coloca a las mujeres en una situación de sobreexplotación”.
“ Si no lo hago me siento una mala hija“
Las razones por las que las mujeres continúan siendo mayoría en los cuidados sin remunerar son varias, pero la más importante de ellas es la socialización. “El concepto que tenemos de nosotras mismas está muy vinculado al cumplimiento de esos roles y tareas”, "una obligación moral” de la que es extremadamente difícil liberarse. Por eso, “si no lo hago me siento una mala hija”, aporta también Carmen que, sin embargo, ha “tirado la toalla” con la implicación de sus hermanos.
Seis de cada diez personas cuidadoras son mujeres
Los cuidadores informales o no profesionales son aquellas personas que ayudan de forma regular y continua a una persona dependiente, normalmente un miembro de la familia, sin percibir compensación económica alguna. Y, en la mayoría de los casos, son mujeres. Así lo atestigua la encuesta de discapacidad, autonomía personal y situaciones de dependencia (2020) del Instituto Nacional de Estadística, que señala que, aunque la brecha se reduce con la edad, son el 63,7% de los cuidadores.
Concretamente, y según recoge la investigación de Ismael Jiménez y María Moya publicada en Enfermería Global (2020), el perfil más frecuente entre los cuidadores es el de una mujer casada, con una edad media de 52 años y sin ocupación laboral remunerada. En el 57% de las ocasiones se trata de la hija de la persona dependiente, mientras que en el 16% es su pareja y en el 10% su nuera.
Estas mujeres llegan a dedicar al trabajo de cuidados no remunerado 12.500 millones de horas diarias, equivalentes a 10,8 billones de dólares anuales, denuncia el informe Tiempo para el cuidado de Oxfam Intermón. Una labor intensa que engloba actividades como el cuidado de personas mayores, enfermas o discapacitadas y a las que se añaden tareas domésticas como cocinar, lavar o ir a buscar agua o leña. Todo esto durante un tiempo promedio de cinco años y medio (Imserso, 2004).
"Mi hermano ha llegado a decirme que no tengo derecho a vacaciones"
En algunos momentos, las cuidadoras principales reciben ayuda, un pseudo-reparto de algunas facetas del cuidado marcado por desigualdades de género. De acuerdo al CSIC, es común que si la persona que "ayuda" es un hombre, realice exclusivamente tareas como "echar un ojo", "sujetar o movilizar" u otras actividades de corta duración, leve compromiso afectivo y limitada responsabilidad.
"Si hay que vestirla o cambiarla, eso me toca mí", comparte al respecto Carmen, hija mediana de una familia numerosa completada por varones. Mientras que su hermano pequeño vive en otra ciudad y se desentiende del cuidado de su madre, el mayor rechaza tareas que "cree que no le corresponden". "Machismo y egoísmo, con mayúsculas", lamenta la mujer, que asegura no tener contacto ya con el primero. "Ha llegado a decirme que no tengo derecho a irme de vacaciones y a dejar desatendida a mi madre".
Carmen sabe que ella también merece cuidados y tiempo para descansar, pero hay "una vocecita" que a menudo le ronda haciéndole sentir culpable. Esa que murmura el "si no me encargo yo, me convierto en una mala hija" al que también alude la psicóloga de la asociación de cuidadores Cuidando de Ti, Paola Durán. "A veces sienten que si piden ayuda o se plantean usar los servicios de una residencia están traicionando a su familiar".
Según explica la docente Rosa Cobo, el principal motivo de este sentimiento habitual en las cuidadoras se encuentra en la sociedad patriarcal. “Desde el instante en el que nacemos, los cuidados forman parte de la identidad de las mujeres”, a quienes se ha relegado a lo largo de la historia al espacio doméstico. Cuando un hombre asume algo, aunque sea mínimo, de estos cuidados, la sociedad lo suele tomar como "un acto de generosidad", "pero para nosotras es obligación", añade.
Desempleo, pobreza y exclusión social
Por el contrario, la carga para muchas mujeres cuidadoras es tal que a menudo se ven forzadas a reducir su jornada laboral o a renunciar a su empleo. Oxfam Intermón calcula que en todo el mundo el 42% de ellas no pueden acceder a un trabajo. En España, además, el CISC estima que el 75% del total de cuidadoras de mayores no tiene actividad laboral. Si el cuidado supera las 7,5 horas por semana, la brecha se amplía. Entonces solo el 54% de las mujeres están en el mercado de trabajo.
La pérdida de un empleo remunerado o la imposibilidad de acceder al mismo pueden tener graves consecuencias para las cuidadoras. Más allá de que suponen una pérdida económica que puede ser crucial, también pueden limitar las posibilidades de progreso en la carrera profesional. A largo plazo es habitual que repercutan igualmente en el acceso a derechos sociales como las pensiones contributivas o el seguro de desempleo, lo que las hace más vulnerables a la pobreza y exclusión social.
Cuidar afecta igualmente a la vida social. Disminuyen las posibilidades de relacionarse con familiares y amigos, así como de realizar visitar o recibirlas. "Mi vida ha cambiado totalmente, ya no puedo hacer planes ni sé cuándo voy a poder descansar", dice Carmen. Su ahora está "totalmente sesgada" y determinada por el empeoramiento repentino de su madre.
También lo está la de Sandra, de 51 años. Su madre de 81 vive con ella y su familia desde hace algo menos de un año, cuando su Alzheimer progresó. Antes se turnaba con su hermano los fines de semana para cuidarla y se repartían la mayoría de las tareas, excepto las de higiene personal por "pudor" de él, pero ahora toda su vida ha cambiado. "He perdido mi intimidad, he perdido mi tiempo libre, he cambiado mis hábitos... Estoy 100% a cargo de ella", relata.
El impacto de cuidar en la salud mental: “Pierden su vida”
Cuidar de una persona dependiente suele conllevar diversas consecuencias también a nivel físico y psicológico. Es usual que las cuidadoras terminen exhaustas, agotadas emocionalmente, preocupadas y tensas. Según datos recogidos en un artículo de la Escuela Andaluza de Salud Pública, el 22% de las cuidadoras lamentaban problemas como depresión o ansiedad, el 23% decían sentirse irritables y nerviosas y el 32% se encontraban tristes y agotadas. Hay expertos que etiquetan incluso este conjunto de repercusiones bajo el término “síndrome del cuidador”.
Según explica la psicóloga Paola Durán, los efectos pueden comenzar a experimentarse desde el momento en el que se asume el papel de cuidadora. "Pierden su vida, todo lo que tenían desaparece y su día a día empieza a girar al rededor de la persona dependiente", llegando incluso a "adaptar su carácter y su forma de ser" a sus necesidades.
Así, pueden olvidarse de sus gustos, aficiones y, cuando el familiar muere, "se encuentran con el vacío absoluto" y "ya no saben ni qué vida recuperar". Por todo esto, el cuidado no puede recaer en una única persona, y menos con la excusa de su sexo. "Es vital compartir la responsabilidad y trabajar en red", pero, sobre todo, romper con las "creencias" machistas que lo imposibilitan. "Compartamos lo que sentimos y pidamos ayuda", insiste la psicóloga.
"Te hace falta una válvula de escape", aconseja por su parte Patricia, de 54 años y cuidadora de su madre de 82, enferma de Alzheimer. En su caso es hija única y, aunque su marido y su hijo le ayudan, la mayor parte de la carga recae sobre ella. Pero lo más duro, dice, "es ver como tu madre se deteriora". Por suerte, como a Sandra y a Carmen, la asociación Cuidando de Ti le hizo dueña de su propio espacio gracias a sus talleres, actividades y encuentros grupales. "Ya no me asfixio", asegura.
Si necesitas ayuda
Si eres cuidadora y necesitas ayuda, puedes acudir en busca de apoyo a estas dos organizaciones:
- Asociación de Cuidadores SB Cuidando de Ti: 647 95 82 64 o ascusb@cuidandodetiasoc.com
- Asociación de Familias Cuidadoras y Personas Dependientes (Ascudean): 945 22 68 31 o info@ascudean.es