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Ser la estrella de las redes sociales de mamá y papá: ¿dónde está el límite en la exposición de menores en internet?

  • La revelación de datos personales, el daño a la intimidad o la mercantilización de su imagen son algunos de los riesgos
  • El llamado sharenting parece inevitable en el siglo XXI, pero los expertos piden que se haga con criterio y sosiego

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Toman una fotografía a un bebé con un móvil en una imagen de archivo
Toman una fotografía a un bebé con un móvil en una imagen de archivo

Martín no ha nacido todavía, pero su primera imagen ya está en internet. La ha subido su madre que, emocionada con el nacimiento inminente, ha querido compartir la ecografía con todos sus seguidores de Instagram y contactos de WhatsApp. También el último vídeo de Berta bailando con su hermana cosecha cientos de 'me gusta' y se suma al resto de escenas cotidianas de niñas y niños que hoy pueblan las redes sociales.

Las familias quieren mostrar una parte de sus vidas, pero —nos avisan los expertos— es importante hacerlo siendo conscientes de las implicaciones de cada decisión. La exposición de datos personales, el daño a la intimidad del menor o la mercantilización de su imagen son algunos de los riesgos del llamado sharenting (por la suma de las palabras en inglés para 'compartir' y 'paternidad'). "Falta criterio y un poco de sosiego", valora Jorge Flores, director de Pantallas Amigas, una iniciativa por el uso seguro y saludable de internet en la infancia y en la adolescencia.

En una encuesta realizada en 2019 en España, el 89% de los padres y madres afirmaban haber compartido fotos o vídeos de sus hijos e hijas en el último mes. Y el uso de las redes sociales se ha disparado tras la pandemia y el confinamiento. El fenómeno incumbe también a algunas de las influencers más relevantes del país, quienes, por su edad, han empezado en los últimos años a formar familias. No es fácil vivir de espaldas al signo de los tiempos:

"Nuestros hijos han nacido en la generación T (a partir de 2010). Nos guste o no, esto nos asusta mucho más a nosotros que a ellos", afirma a RTVE.es Olga García Ojeda, detrás de la cuenta de estilo de vida Vivir Con Gusto, que suma 175.000 seguidores en TikTok y 168.000 en Instagram. Alejandra y Manuel, de nueve y cuatro años, aparecen habitualmente en sus publicaciones y ella confía en que esa experiencia les enseñe a hacer un "uso consciente y responsable". "Fue una decisión muy meditada que tomamos desde el profundo consenso como padres, y después junto con ellos, a medida que van adquiriendo la madurez suficiente", defiende.

Del riesgo exponer datos personales a dañar su propia imagen

En el equilibrio de todos estos factores, está el dilema de muchas familias, que mayoritariamente publican en redes sociales para mantener el contacto con familiares y amistades. En opinión de Jorge Flores, de Pantallas Amigas, es la falta de criterio y sosiego lo que nos lleva a difundir vídeos y fotografías con información privada, como dónde vivimos exactamente o a qué colegio van nuestros hijos. Si no medimos bien en qué canal y a qué público se dirige, podemos perder el control de ese contenido: no es lo mismo mandar una fotografía del bebé por WhatsApp a varios seres queridos que subirla para todos nuestros seguidores o contactos.

"Quien esté viendo eso puede llegar a hacer comentarios desagradables e hirientes que pueden llegar a los niños", continúa Flores sobre los riesgos, y cita igualmente posibles situaciones de acoso. En ocasiones extremas, puede suponer un riesgo para la seguridad de la familia, según avisa la organización en un decálogo junto a la Agencia Española de Protección de Datos.

Pero en el centro de la cuestión está el respeto al desarrollo de la personalidad de los menores, que puede chocar con la identidad digital que otros le han creado. Así, por ejemplo, si el padre o la madre sube a Instagram una rabieta de su hijo u otra situación embarazosa o íntima, puede originar un conflicto cuando este llegue a la adolescencia y sea más consciente de su huella digital y el efecto en su entorno.

"Esto es una obviedad, pero los niños, en tanto que personas, tienen derecho a la propia imagen. Lo regula el artículo 18.1 de la Constitución y, aunque se entienda que su gestión está dentro de la patria potestad, el derecho es solo propiedad de los niños", afirma también Estefanía Jiménez Iglesias, investigadora de la Universidad del País Vasco y miembro de la red EU Kids Online. En ese ejercicio de la patria potestad, de hecho, pueden existir discrepancias entre los padres.

No obstante, Flores no cree que sea razonable "emparanoiarse" con los peligros, pero tampoco "sucumbir" siempre sin pensamiento crítico a la inercia social y la presión de las plataformas. "Te están pidiendo que publiques sin cesar para generar interacción y, por lo tanto, negocio", agrega.

Más cerca - Los riesgos de la sobreexposición de los menores en internet - Escuchar ahora

"Cuando hay niños, hay 'likes": el negocio de la maternidad y la infancia en redes

Su comentario enlaza con otra de las fricciones en el debate sobre la exposición de menores en redes sociales: el interés y, en consecuencia, el dinero que genera. "Cuando hay niños, hay likes", resume Jiménez Iglesias, coautora de un estudio en el que analizaron 1.000 publicaciones de 10 cuentas de "instamadres populares". Según sus conclusiones, los contenidos con menores reciben un 41% más de 'me gusta' que en los que no aparecen, aunque estos últimos sean ligeramente más frecuentes (54%).

"Pasa igual si pones un selfi o una foto de una mascota, son contenidos más llamativos, tienen más aceptación por parte de las comunidades", refiere la investigadora en comunicación. Por ello, no duda en hablar de que se está "mercantilizando la imagen de los niños" si hay acuerdos comerciales o actividad profesional de por medio.

"Están capitalizando el interés que generan en las comunidades, porque cuantos más likes y comentarios tengan, más atractivos van a ser para las marcas que quieren colocar ahí sus productos", continúa Jiménez Iglesias, que considera que existe un "vacío legal" a este respecto.

Si bien reconoce que en las publicaciones con niños y niñas es menos frecuente que aparezcan marcas —según su estudio—, sí echa en falta una regulación que recoja las distintas situaciones y particularidades de la publicidad online que implique a menores. En algunos casos, incluso, ellos mismos son los influencers, aunque la cuenta esté supervisada por los padres.

"La industria publicitaria a lo largo de los años, cuando han intervenido niños en campañas o spots, ha estado superregulada", recuerda. La dificultad, no obstante, reside también en cómo delimitarlo. ¿Solo es publicidad una imagen con menores y productos pagados por una marca o también lo es toda una cuenta profesional "alimentada" por el interés que suscitan las niñas y los niños?

El equilibrio y bienestar de los menores

Pero el sharenting es una realidad muy extendida en el siglo XXI y no puede demonizarse a la ligera, advierten los especialistas consultados. Un estudio en 2019 de la Universidad de Amberes, Bélgica, puso el foco en las reacciones de un grupo de adolescentes de entre 12 y 14 años a las publicaciones de sus padres, con el objetivo de comprender mejor el fenómeno. De sus resultados, extraen cuatro límites necesarios: no compartir contenido embarazoso, ni información demasiado personal, ni demasiado frecuentemente y siempre con su permiso.

"Aunque los adolescentes parecen aprobar en general el sharenting y la mayoría de ellos muestran confianza en sus padres, la práctica parece provocar algunas frustraciones de vez en cuando. Los adolescentes describieron algunas contradicciones entre la imagen que intentan construir en línea y las publicaciones de sus padres, lo que podría crear situaciones embarazosas", refiere el artículo firmado por las investigadoras en ciencias sociales y comunicación Gaëlle Ouvrein y Karen Verswijvel.

Por ello, según la influencer Olga García Ojeda, ellos tratan de capearlo con una conversación constante al respecto. "Manuel es muy pequeño aún, pero Alejandra, desde que cumplió 7 años, es consciente del alcance de todo y participa y decide sobre su presencia", afirma ella, detrás de Vivir Con Gusto. "Cuando consideramos que estaba preparada, le explicamos que cada contenido que decidimos compartir, ya sea a través de una red social o al enviárselo a una amiga, queda fuera de nuestro control. Para que entendiera la magnitud, contextualizándolo en su entorno, le contamos que tiene que tener claro que lo que se comparte podrían verlo sus amigos, profesores, abuelos, incluso su catequista o el cura. Para ella eso tiene más impacto que hablarle de miles".

Compara el exceso de miedo a las redes con la desconfianza inicial al comprar online, aunque también reconoce que temía que su profesión afectara negativamente a su hija. "Todos los problemas que me asustaban sobre cómo podrían afectar mis redes a su vida, de momento, solo estaban en mi cabeza", sostiene la creadora de contenido.

Pero si ampliamos la perspectiva, desde Pantallas Amigas consideran que es pronto para saber cómo moldeará esta exposición, en menor o mayor grado, a los adultos del futuro. "No hay muestras suficientes y no podemos sacar conclusiones de experiencias concretas", afirma Jorge Flores. En cualquier caso, poco antes, el experto en el uso seguro y saludable de internet lanzaba una recomendación válida para todos los que usamos redes sociales, adultos y menores: "Acostumbrarse a vivir siempre para publicar y que una parte de tu vida gire en torno a lo que los demás esperan de ti, no creo que sea una buena forma de crecer". En cómo lograr el equilibrio, de nuevo, está el dilema.