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'The dark side of the moon' de Pink Floyd, 50 años del disco conceptual que batió récords en las listas

  • El 1 de marzo de 1973 se publicó el disco que convirtió a la banda británica en estrellas a nivel mundial
  • Grabado en el momento de madurez creativa de Pink Floyd, permaneció durante años en las listas

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Se cumplen 50 años de "The Dark side of the Moon", el disco que lanzó a la fama a Pink Floyd

El 1 de marzo de 1973, hace ahora 50 años, llegó a las tiendas The dark side of the moon, el octavo disco de la banda británica Pink Floyd. Un álbum que redefinió el concepto del llamado rock sinfónico y que se convirtió, con el paso del tiempo, en uno de los más vendidos e influyentes de la historia, aupando a sus creadores al estrellato absoluto.

Considerado como un trabajo conceptual, centrado en temas tan humanos como la avaricia, la obsesión por la muerte o el paso del tiempo, The dark side of the moon logró permanecer durante 741 semanas consecutivas -casi ocho años, récord aún no igualado- en las listas de Billboard de los 200 discos más vendidos en Estados Unidos y volvería a entrar posteriormente, con motivo de algunas de sus reediciones, hasta superar las 900 semanas.

Se estima que, desde su publicación, ha despachado unas 45 millones de copias en todo el mundo, lo que sitúa a The dark side of the moon como el tercer disco más vendido de la historia, después del Thriller de Michael Jackson y el Back in black de AC/DC.

'The dark side of the moon' fue el disco que consagró a Pink Floyd.

La banda británica Pink Floyd, en un concierto durante los años setenta. pinkfloyd.com

Referentes de la psicodelia británica

Formada a mediados de los años sesenta, Pink Floyd era en 1973 una banda ya experimentada, que en sus inicios, bajo el liderazgo de su vocalista y principal compositor, Syd Barrett, se había convertido en el principal referente de la psicodelia británica, con temas como "Arnold Layne" o "See Emily play". El bajista Roger Waters, el batería Nick Mason y el teclista Richard Wright completaban el cuarteto, siempre a la sombra de la genialidad -y también de los excesos- de su cantante.

Pero Barrett tuvo que bajarse del barco por sus problemas con las drogas, principalmente el LSD, que derivaron en un grave deterioro mental. La banda fichó al guitarrista David Gilmour con la idea inicial de sustituir a su líder cuando no estuviera en condiciones de actuar en directo, pero pronto vieron que aquella situación era insostenible y Syd Barrett fue definitivamente expulsado.

Esta circunstancia supuso un grave trauma para Pink Floyd y sería un tema central en algunos de sus discos posteriores. Sin su compositor más destacado al frente, el resto tuvo que dar un paso adelante, especialmente Roger Waters, que se convertiría en el principal letrista y que junto a Gilmour se repartiría las labores vocales a partir de ese momento.

Lo cierto es que la trayectoria del grupo entre finales de los años sesenta y principio de los setenta fue un tanto errática y les costó encontrar su verdadera personalidad, entregándose a la experimentación en discos como A saucerful of secrets, Ummagumma, Atom heart mother o Meddle. Este último trabajo, publicado en 1971, les mostró un nuevo camino a seguir, profundizando en el rock sinfónico gracias a piezas como "Echoes" que, con 23 minutos de duración, ocupaba toda la cara B de la edición en vinilo.

Pink Floyd, 50 años de historia

Un reflejo de la vida moderna

Toda la experiencia acumulada hasta entonces desembocó en The dark side of the moon, que se gestó a finales de 1971 en la casa de Nick Mason, donde los miembros de Pink Floyd acordaron realizar un disco conceptual que tuviera como hilo conductor el estrés y las presiones de la vida moderna: "Las fechas límite de entrega, los viajes, el estrés de volar, el aliciente del dinero, el miedo a morir y los problemas de inestabilidad mental que podían desembocar en la locura", enumera Mason en su libro Dentro de Pink Floyd.

Con estas premisas, el grupo se puso manos a la obra, especialmente Roger Waters, quien se encargó de las letras, en las que se propuso reflejar de manera sencilla los conceptos que había acordado con el resto de sus compañeros.

En pocas semanas el contenido del futuro disco tomó forma y a mediados de febrero de 1972 presentaron en una serie de conciertos en el Rainbow Theatre de Londres lo que ya se conocía como "The dark side of the moon: A piece for assorted lunatics" y que rodaron en una larga gira que les llevó por Reino Unido, Japón y Estados Unidos.

El resultado fue que, cuando en mayo comenzó la grabación en los míticos estudios de Abbey Road de la capital británica, los temas estaban suficientemente rodados, aunque la labor de los técnicos e ingenieros de sonido terminaría por dar forma a la obra maestra que hoy conocemos.

Entre ellos destaca la figura de Alan Parsons, que ya había participado en discos de la banda e incluso en el mítico Sgt. Peppers de The Beatles y que poco después -en parte avalado por su presencia en The dark side of the moon- inició una exitosa carrera musical al frente de The Alan Parsons Proyect.

Porque los efectos de sonido, con los que Pink Floyd ya había experimentado anteriormente, son una de las señas de identidad del disco: desde los latidos del corazón con que comienza, pasando por los efectos de monedas y cajas registradoras de "Money" o los relojes de "Time". Lejos de la sencillez con la que hoy en día cualquier sintetizador casero puede generar esos ruidos, Parsons y el resto de los asistentes se afanaron para grabar los sonidos de forma manual y sincronizarlos con la música.

Momento de madurez

La banda, que se encontraba en un momento de madurez, funcionó de forma solidaria durante todo el proceso, lejos de los modos casi dictatoriales que adoptaría Roger Waters en trabajos posteriores, aportando en mayor o menor medida en la composición y la ejecución.

El estilo psicodélico quedó definitivamente aparcado y dejó paso al sonido sinfónico, aderezado con tintes de jazz, blues, rock y pop. El resultado son diez temas -tres de ellos instrumentales- concebidos como un todo, en el que cada cara del vinilo original funciona como una parte independiente y sin pausas entre los cortes. Los efectos de sonido y los diferentes instrumentos utilizados crean una amalgama de texturas de principio a fin que lo convierten en una de las grabaciones más sobresalientes de la historia de la música contemporánea.

El álbum arranca con "Speak to me", una sucesión de efectos sonoros realizada por Nick Mason que anticipa el contenido del disco y que funde con el inicio de "Breathe", un tema lento de aires jazzisticos en el que Waters reflexiona sobre el sentido de la vida.

Sin solución de continuidad aparece "On the run", que es casi un experimento instrumental, una frenética sucesión de sonidos con los que la banda quería reflejar el miedo que les producía volar. Tras su final, una explosión de relojes y carrillones marca el comienzo de "Time", uno de los cortes más recordados del disco, en el que Roger Waters escribe sobre el paso inexorable del tiempo y cómo él, entonces al borde de la treintena, sentía que la juventud comenzaba a escapársele de las manos.

"The great gig in the sky" es otro de los momentos cumbre: creada por el teclista Richard Wright en base a una improvisación sobre dos acordes, el tema no tenía letra y la banda decidió pedirle a la cantante Clare Torry que improvisara sobre la melodía pensando "en la muerte o algo horrible". Así lo hizo Torry, quien al terminar la grabación se sintió avergonzada del resultado, pero a la banda le encantó su interpretación, cargada de sentimiento soul, y que quedaría como uno de los instantes más emotivos del disco.

La segunda cara de The dark side... se abre con "Money", una crítica a la codicia y a la sociedad de consumo que, paradójicamente, generaría millones de dólares para Pink Floyd, ya que se fue el tema que arrastró al disco a las listas de éxito y se situó desde entonces como uno de los más conocidos de la banda.

Su frenético ritmo contrasta con la balada "Us and them", un largo tema compuesto por Wright en el que la letra de Waters habla de los conflictos bélicos y sobre "si el género humano es capaz de ser humano", como explicaría posteriormente.

"Any colour you like" da un respiro instrumental antes de afrontar la parte final, que arranca con "Brain damage", dedicada claramente a su excompañero Syd Barrett: "Y si la banda en la que estás comienza a tocar diferentes melodías / Te veré en el lado oscuro de la luna", canta Waters. Una risa lunática resuena como fondo, enlazando con "Eclipse", una enumeración de sentimientos y acciones que sirve como resumen del disco y supone su cierre, en el que, antes de caer definitivamente el telón, se escucha una voz que dice "En realidad no hay un lado oscuro de la luna: toda ella está oscura" y unos latidos similares a los del arranque.

Los miembros de Pink Floyd, en una imagen en la exposición sobre la banda.

Roger Waters, Nick Mason, David Gilmour y Richard Wright, integrantes de la formación clásica de Pink Floyd. Mario Rimati / Splash News

El prisma de la portada, una imagen icónica

The dark side of the moon se publicó en Estados Unidos el 1 de marzo y semanas después lo hizo en Reino Unido y el resto del mundo, convirtiéndose pronto en un gran éxito, lo que arrastró a Pink Floyd a una nueva gira mundial, en la que estuvieron acompañados de un gran espectáculo de luces y sonido.

Además del contenido, el disco es recordado por su icónica portada, en la que un rayo de luz blanca se descompone al pasar por un prisma. Una imagen simple pero efectiva, obra del estudio Hipgnosis, que durante los años setenta creó algunas de las carátulas más conocidas del mundo del rock.

El resto, como se suele decir, es historia. Las ventas convirtieron a Pink Floyd en la banda más importante del momento y el grupo mantuvo un altísimo nivel en los años siguientes con discos como Wish you were here (1975), Animals (1977) y The wall (1979), mientras Roger Waters asumía el liderazgo de forma creciente.

Un ladrillo en el muro

Sus discrepacias con el resto de los miembros, sobre todo con David Gilmour, llevaron a la separación en 1985 en medio de duras acusaciones y diferencias irreconciliables. A finales de los ochenta, Gilmour consiguió hacerse con los derechos del nombre y, junto a Mason y Wright, reflotó a la banda, grabando nuevos discos y girando con enorme éxito en años sucesivos, siempre con los temas de The dark side of the moon como base de sus espectáculos y, a menudo, interpretando el álbum íntegramente.

Los cuatro integrantes de Pink Floyd se reunieron de manera excepcional en 2005 para actuar en el Live 8, un macroevento solidario que se celebró de manera solidaria en distintos lugares del mundo. Fueron apenas 20 minutos y cinco temas -entre ellos, tres de The dark side of the moon-, que hicieron dispararse los rumores ante un posible regreso que nunca se produjo y que ya parece imposible, sobre todo después del fallecimiento de Richard Wright en 2008.

Lejos de apaciguarse, las diferencias entre Waters y Gilmour no han hecho más que aumentar con el paso del tiempo: recientemente, la guerra se reanudó después de que la mujer del guitarrista, Polly Samson, tildara de antisemita a Waters, acusaciones que Dave Gilmour ratificó.

Lo cierto es que Waters, casi octagenario, siempre camina de lado de la controversia, como muestra su posición tibia ante la invasión de Ucrania y hacia el líder ruso, Vladímir Putin, o sus insultos al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al que ha calificado de "criminal de guerra".

Quizá solo en ese contexto sea comprensible su iniciativa de regrabar en solitario su propia versión de The dark side of the moon, sin la participación de sus excompañeros, ya que considera que la composición del disco se debe exclusivamente a él, olvidando el papel crucial que tuvieron las oportaciones de Mason, Gilmour y Wright.