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John Boyne retorna en una secuela a 'El niño con el pijama de rayas': "Siempre escribo sobre los cómplices"

  • Retoma los personajes de su célebre libro del Holocausto en Todas las piezas rotas
  • La narración explora la herencia familiar de la culpa y la sinrazón de la barbarie

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John Boyne retorna en una secuela a 'El niño con el pijama de rayas'

A John Boyne no le falló el instinto literario. Desde que arrancó la escritura de El niño con el pijama de rayas (2007) sintió con certeza que la historia proseguiría en una secuela complementaria.

El borrador ha dormido en un cajón durante quince años porque el autor irlandés afirma que necesitaba “distanciarse”. La continuación "no debía destruir el legado del anterior” que escribió con poco más de 30 años. Una ficción histórica que contenía más “ingenuidad” frente a la madurez actual.

“Los adolescentes que leyeron El niño con el pijama de rayas también han crecido y así podrán acercarse con una mayor comprensión a lo que fue el Holocausto“, explica en un encuentro telemático desde Australia donde reside.

La muy esperada Todas las piezas rotas (Salamandra) aterriza esta semana en las librerías con Gretel, la hermana del pequeño Bruno que trababa amistad con un niño judío en un campo de concentración, como eje central sobre el que pivota un viaje que explora las cicatrices del Holocausto y el duelo.

Una apuesta de riesgo porque sin duda lo que no supo barruntar Boyne es que El niño con el pijama de rayas se transformaría en un fenómeno difícil de etiquetar.

Se han despachado once millones de ejemplares en todo el mundo, en una lectura transversal para niños y adultos. En España copó durante semanas las listas de los más vendidos elevado al altar súbito de las recomendaciones imprescindibles.

Fotograma de la película 'El niño con el pijama de rayas'

La reverberación de la gloria superlativa impactó de lleno en John Boyne, que se convirtió en un novelista muy reconocido, “me preguntan casi a diario y me cambió la vida completamente”, además empujó al presente la barbarie del exterminio nazi a través de la inocencia de dos niños separados por una alambrada. La novela fue adaptada al cine por Mark Herman en 2008.

“Creo que hoy sería muy difícil publicarlo porque cuando salió no existían las redes sociales. La gente lo leía con el corazón abierto, estaban dispuestos a permitir que esos personajes entraran en su vida y que la historia les conmoviera. Pero en esta época los escritores, y sobre todo los de éxito, son criticados online incluso antes de que nadie haya leído los libros”.

El autor dublinés añade con contundencia que no mantiene abierta ninguna red social porque “allí solo se chilla”. "No entiendo a los que critican que yo no sea judío y lo haya escrito", apunta y relata que ha tenido "el privilegio" de hablar con la última generación de supervivientes que le trasladaron su aceptación de El niño con el pijama de rayas.

“Es imposible escapar del pasado”

“Sin el ser humano es culpable de todo el bien que no ha hecho, como sugería Voltaire, yo me he pasado la vida tratando de convencerme de que soy inocente de todo el mal”.

Así arranca Todas las piezas rotas donde el escritor ha volcado dos de las obsesiones que permean su ideario creativo: la búsqueda de respuestas sobre la violencia extrema del hombre contra el hombre durante el nazismo, y la órbita de los cómplices donde ahuyenta los tintes moralizantes.

“A mí no me interesan tanto las personas que cometieron los delitos, sino las que sabían lo que estaba ocurriendo y no hicieron nada para frenarlo. Por eso vuelvo una y otra vez a este tema aunque no quiera”, analiza el autor de prolífica carrera que asimismo ha abordado en su libro, Las huellas del silencio, los abusos en el seno de la Iglesia irlandesa que él sufrió y denunció.

Portada

En la secuela traza varias líneas temporales, desde 1946 a la actualidad, en las que el lector observa la vida de Gretel tras la desaparición de su hermano Bruno. La adolescente emprende una huida hacia adelante tras la Segunda Guerra Mundial y recalará en París, Sydney y Londres.

En el presente, la protagonista es una anciana de 91 años que sepulta su pasado en el que presenció los crímenes como hija de un jerarca nazi y los traumas aparejados. Un botón narrativo que Boyne pulsa para emerger cargas de profundidad acotadas en una pregunta moral: ¿Hasta qué punto la culpa de un padre monstruoso alcanza a sus hijos?

“Gretel no es responsable de lo que ocurrió durante su infancia, pero sí es culpable por haber mantenido los secretos y no haber proporcionado la información. Da igual dónde estés, tu pasado seguirá persiguiéndote y no puedes dejarlo aparcado porque acabará acompañándote a todas partes. Si forma parte de tu legado familiar puedes sentir esa sensación de verguenza”. Y recuerda que "la memoria de la sociedad es muy corta".

Directo, claro y sin esquivar preguntas sobre su militancia de izquierdas, vivimos en “una cultura de la cancelación” y ya no sabes dónde situarte. Ahonda en el argumento de la era de la corrección política porque le parece “vandalismo literario” modificar los contenidos, en alusión a la polémica de los cuentos de Roald Dahl.

John Boyne responde con preocupación sobre el ascenso de los totalitarismos y el retorno de la sombra cruenta de la guerra en Europa con la invasión rusa de Ucrania.

“No entiendo cómo Putin sigue en el poder y todavía no lo han derrocado. Supongo que forma parte de la naturaleza humana y las guerras seguirán ocurriendo, pero ahora, como mínimo, estamos defendiendo el bien”. Y avanza que seguirá buceando en la culpa y sus ramificaciones en sus siguientes proyectos.