"Bluff", el dibujante que fue fusilado por sus caricaturas de Franco
- René Parra repasa la vida de Carlos Gómez Carrera y reúne algunas de sus mejores viñetas
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El 28 de junio de 1940 el dibujante Carlos Gómez Carrera "Bluff" fue fusilado, junto a otros 30 condenados, en la tapia del cementerio de Paterna. Su crimen: sus caricaturas de Franco y las viñetas satíricas contra los sublevados. Un autor al que se está reivindicando (el año pasado le pusieron una calle en Valencia), pero al que la mayoría seguimos desconociendo. Por eso es tan interesante el libro "Bluff". La muerte de un dibujante (El Nadir), que, además de repasar su biografía, recoge algunas de sus mejores viñetas y caricaturas. Hemos hablado con su autor, René Parra.
"“Bluff" (1903-1940), fue uno de los dibujantes más destacados de la España republicana -nos cuenta René. Fue el autor de célebres caricaturas contra Franco y el bando sublevado publicadas en el semanario satírico La Traca. Al terminar la guerra, fue encarcelado y fusilado junto al editor de la revista, Vicent Miguel Carceller. Desde hace unos años, el tema ha sido estudiado y divulgado, pero me parecía que había aspectos de la historia de Bluff todavía por explicar y aclarar".
"Con este ensayo -continúa el autor-, quería trazar toda su carrera, contextualizar su toma de partido y narrar con detalle el proceso judicial al que fue sometido, en particular cómo se fraguó la acusación que lo presentó como un preso subversivo al que era preciso castigar. Me parecía necesario ahondar en su peculiar caso, en la terrible injusticia de la que fue víctima, a la vez que reivindicar su obra gráfica, en su conjunto insuficientemente conocida".
Siguió haciendo chistes en el periódico de la cárcel
En abril de 1939 Bluff fue encarcelado y, como parte de la reeducación de los presos, publicó sus chistes en el único periódico que podían leer los reclusos, Redención, donde publicó su personaje Don Canuto, ciudadano peso bruto y otras viñetas que se hicieron muy populares entre los condenados. Hasta que una de esas viñetas pudo costarle la vida.
"El Consejo de Guerra que lo sentenció a muerte -nos comenta René-, lo condenó por sus caricaturas contra Franco y los generales de la “Santa Cruzada”, pero también por sus historietas de “doble sentido” aparecidas en ese semanario carcelario, en el que se había visto forzado a colaborar tras su detención. Una de estas historietas o tiras cómicas ponía en escena a dos pescadores en cuyos anzuelos pica un mismo pez, por cuya posesión terminan peleándose. Unas semanas antes del juicio, en la prisión de Alicante, un par de confidentes habían señalado que los presos de dicha cárcel hacían una lectura política de la historieta: los dos pescadores representaban a un requeté y un falangista disputándose el poder; se trataba de una alegoría que simbolizaba “el triunfo rojo sobre una España Nacional desunida”.
"Es fascinante -añade el autor-, seguir cómo se fragua esa acusación, primero en Alicante y luego en Madrid, en la Dirección General de Prisiones que, absurda, perversamente, acusará a Bluff de aleccionar a sus compañeros de reclusión sobre ese “doble sentido” que solo existía en la imaginación de algunos presos y, sobre todo, en la de sus paranoicos carceleros".
"Sus caricaturas de Franco fueron lo más llamativo"
"Sus caricaturas contra Franco, redescubiertas y divulgadas en los últimos años, fueron lo más llamativo de su producción durante la guerra -nos explica René-. Destaca sin duda la portada de La Traca, especialmente corrosiva, en la que Franco parece afeminado, tocado con un racimo de plátanos que le lleva a rememorar antiguas aventuras de tipo sexual. No creo que sepamos nunca si Franco llegó a saber de esa portada o de dibujos parecidos de Bluff, al menos es algo que yo ignoro".
Una portada que nos puede recordar a Charlot. "Creo que esa asociación con Charlot que comentas deriva de la vis cómica de sus caricaturas -asegura el autor-. No obstante, hay que señalar que Bluff no fue el único en caricaturizar a Franco de ese modo: retratarlo como homosexual o afeminado (algo que en la época y desde una óptica propagandística permitía presentarlo como un débil incapaz de ganar la guerra por sus propios medios) se convirtió en una constante del humorismo republicano".
En cuanto al estilo de Bluff, René nos comenta: "Gráficamente, su estilo no era “realista”, sino más bien de cartoon, naíf y “amable”. Era algo que compartía con otros dibujantes del momento, ya liberados del corsé de la representación naturalista, pero en todo caso supo desarrollar un estilo muy personal, muy reconocible. Por lo que respecta a su humor, este siempre se adaptó a las circunstancias: podía ser muy blanco e inocente (hizo bastantes historietas infantiles), pero también adulto. En sus últimos años, su especialidad fue la sátira política".
"Fue sin duda un gran humorista, un gran historietista y también un notable caricaturista -concluye-, es decir, sabía captar una fisionomía exagerando sus rasgos más característicos (lo lograba con unos pocos trazos; en ese sentido, ese famoso primer plano del rostro de Franco con un racimo de plátanos sobre la cabeza presenta un nivel de detalle inusual en su obra)".
Empezó como viñetista en Madrid, en la decáda de 1920
Ya conocemos el final de Bluff pero... ¿Cómo fueron sus inicios? "Fueron principios duros, marcados por la precariedad (cien años después, esa realidad no ha cambiado mucho) -asegura René-. A mediados-finales de la década de 1920, consiguió colaborar con regularidad en semanarios humorísticos importantes como Muchas Gracias o Gutiérrez. Pero obtuvo la seguridad económica y la popularidad cuando se incorporó a La Libertad, periódico madrileño donde publicó chistes de manera diaria. A partir de 1934 el periódico viró a la izquierda y en 1936 apoyó al Frente Popular, aumentando enormemente su tirada. De ese modo, en vísperas de la guerra, Bluff ya se había convertido en un dibujante de referencia dentro de la izquierda".
En cuanto a sus maestros como humorista René nos explica: "Es difícil responder a esa pregunta. En una entrevista se refiere con admiración a Miguel Mihura (dibujante, además de escritor). Parece que también sentía afecto y admiración por Manuel Tovar, fallecido en 1935, hoy olvidado pero muy popular entonces. Otros dibujantes (la profesión era netamente masculina) con los que coincidió y que pudieron influirle gráficamente fueron Francisco López Rubio, “Tono” o “Menda”, entre otros".
"Durante los años de la República y la guerra hubo muchísimos dibujantes de prensa de talento -añade-. Quizá el más recordado sea Luis Bagaria, uno de los grandes. Personalmente, siento predilección por el grafismo y el humor grotesco, anticlerical, de Méndez Álvarez, como Bluff dibujante de La Traca (durante años circuló la leyenda de que también había sido fusilado, pero no fue así). Sin duda, habría que reivindicar también a “Areuger” (Gerardo Fernández de la Reguera), magnífico dibujante del semanario antirrepublicano Gracia y Justicia, fusilado junto con otros presos de derechas en una de las “sacas” de la retaguardia republicana durante la Batalla de Madrid".
Su huida a Valencia
Como tantos otros, cuando Madrid fue atacado, el dibujante buscó refugio en Valencia. "A comienzos de la guerra, durante la Batalla de Madrid, la capital fue bombardeada por la aviación fascista. El edificio de La Libertad y, quizá, el de la propia vivienda de Bluff fueron blanco de las bombas. En ese contexto, Valencia era una ciudad mucho más segura. Sin embargo, es difícil saber por qué permaneció en España una vez quedó claro que la causa de la República estaba perdida. Debió pensar que su lugar estaba con los suyos, con su familia, y rechazar la incertidumbre del exilio. Sin duda, aunque había dibujado a Franco dictando condenas de muerte o las ejecuciones contra las tapias del bando sublevado, no supo ver el alcance de la represión. De hecho, tres meses antes de su ejecución (antes de que su futuro se oscureciera aún más con la acusación relativa a las historietas de Redención) llegó a solicitar la libertad provisional, evidentemente denegada".
Como comentábamos, en Valencia se convirtió en uno de los dibujantes más populares de la revista La Traca. "Como han puesto de manifiesto los diversos trabajos de investigación y artículos de divulgación de los últimos años -afirma René-, La Traca fue una revista satírica republicana y anticlerical de carácter populista, radicada en Valencia y dirigida por el exitoso editor Vicent Miguel Carceller".
"A partir de 1931 -añade-, el principal blanco de sus burlas fueron el depuesto rey Alfonso XIII y el clero en tanto casta o grupo social; también atacó a las derechas, en particular a Lerroux y Gil Robles, que dominaron la política del país durante el bienio conservador (1933-1935). Tras el estallido de la guerra, el principal blanco de sus sátiras fueron Hitler y Mussolini, así como los generales sublevados, sobre todo Queipo de Llano y, por descontado, Franco".
Una excelente documentación
Destacar el excelente trabajo de documentación de René. "En primer lugar me he documentado repasando la bibliografía disponible, sobre todo las investigaciones de Antonio Laguna, referencia ineludible en la materia, autor en particular de Vicente Miguel Carceller. El éxito trágico del editor de “La Traca” (El Nadir, 2015), así como las investigaciones previas sobre Bluff del dibujante Lamberto Ortiz".
"También he estudiado las hemerotecas, afortunadamente cada vez más digitalizadas (en ese sentido, no ha sido difícil encontrar lo fundamental de la producción de Bluff). Sin duda, el sumario del proceso es una fuente fundamental; aunque ya había sido estudiado, he encontrado información nueva, sobre todo en lo que respecta al asunto de las historietas de Redención. El Archivo General de la Administración también alberga un expediente clave sobre la cuestión".
René Parra es editor de El Nadir, una pequeña editorial que edita cosas tan chulas como esta. Le preguntamos si tienen algún otro proyecto en la misma línea. "Tenemos prevista una nueva edición de El manga de los cuatro inmigrantes, un extraordinario cómic autobiográfico del artista Henry Kiyama (1885-1951) que narra con mucha gracia y frescura la historia de la inmigración japonesa en los Estados Unidos de las primeras décadas del siglo XX. La obra no ha perdido un ápice de actualidad, abordando temas como la inmigración, los choques culturales o el racismo".