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El milagro del oso pardo en España, el animal que se salvó de la extinción

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Hubo un momento, hace no mucho tiempo, en el que el oso pardo era prácticamente una especie condenada. Con menos de un centenar ejemplares divididos en poblaciones dispersas a principios de los años noventa, su supervivencia estaba en serio peligro. Sin embargo, más de tres décadas después, el número de animales entre las dos poblaciones en la península, una en la cordillera Cantábrica y otra en el Pirineo, supera los 400, y aunque sigue en peligro de extinción, ya ha salido de la categoría de peligro crítico.

La recuperación de esta icónica especie de la fauna ibérica es una de las mayores historias de éxito de la conservación en nuestro país. "Estaba al borde mismo de la extinción", explica a RTVE.es Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo, uno de los actores clave que explica cómo se salvó a este gran mamífero de un destino que parecía escrito.

A finales de los ochenta y principios de los noventa, cuando esta especie alcanzó su mínimo, en la cordillera Cantábrica no había más de 50 o 60 ejemplares repartidos entre dos pequeñas poblaciones incomunicadas, la occidental y la oriental. La segunda, donde había apenas una docena de osos, tenía la "variabilidad genética más baja del mundo", señala Palomero. "Si seguían así las cosas, en muy poco tiempo se nos iba de las manos".

Si seguían así las cosas, en muy poco tiempo se nos iba de las manos

Ahora hay en toda esa zona más de 370 osos, mientras que su área de distribución ha crecido un 70% hasta abarcar actualmente unos 17.000 km² de territorio en Asturias, Cantabria, León, Palencia y Lugo, según un reciente estudio conducido por científicos del CSIC. Se ha avistado en zonas donde este plantígrado llevaba décadas desaparecido, como Zamora y Ourense y algún macho explorador ha llegado incluso a Portugal, abriendo nuevos horizontes para esta especie.

En la cordillera Cantábrica, el oso se extiende ya por 17.000 km2 en cuatro comunidades autónomas y aunque sigue en peligro de extinción, ya ha salido de la categoría de peligro crítico. Su caso es una historia de éxito de la conservación en España.

1982-1992

A principios de los noventa, el oso alcanza su mínimo en población y distribución. Apenas llega a los 50 o 60 ejemplares en total, repartidos en dos núcleos incomunicados, el occidental y el oriental.

1992-2002

Los planes de protección y la mayor concienciación social empiezan a dar sus frutos y la población comienza a recuperarse a lo largo de la década de 1990.

2003-2012

Llega el gran aumento de la distribución del oso, que crece en un 70% en este periodo respecto al anterior. Los dos núcleos ya se unen en uno solo y mejora la variabilidad genética, clave en la supervivencia de la especie.

2013-2021

Ya asentados en sus núcleos, los osos buscan nuevos horizontes y dan el salto al sur de la A6, en León, Zamora y Ourense. Alguno llega incluso a Portugal, mientras que su población sigue creciendo, hasta los 370 en 2020.

Previsión 2022

Con una mayor extensión por zonas humanizadas, el oso se enfrenta a nuevos retos, como una interacción con humanos más frecuente, además del creciente peligro del cambio climático.

La aceptación social, clave para acabar con la caza furtiva

Detrás de aquel declive dramático había un responsable principal: la caza, primero legal y después furtiva. Aunque el oso ya estaba legalmente protegido desde 1973, "se le seguía matando con una cierta impunidad", asegura el presidente de la Fundación Oso Pardo, una asociación que retiró más de 1.500 lazos de acero. Aquella "arma silenciosa" se ponía para cazar otros animales, como los corzos y ciervos, pero suponían un peligro mortal para este gran mamífero.

Palomero rememora la primera vez que vio uno de aquellos cebos, a principios de los noventa: "Había un oso manco montando a una hembra con un lazo en el cuello. Eso representaba perfectamente lo que estaba ocurriendo en ese momento".

La situación empezó a cambiar con los planes de protección del oso en las comunidades donde tenía presencia: Asturias, Castilla y León, Cantabria y Galicia. Llegaron entonces los guardas de las administraciones y el Seprona de la Guardia Civil, cuya importancia fue clave para arrinconar el furtivismo, pero si algo permitió que a día de hoy esta caza ilegal sea anecdótica fue la aceptación social del oso.

"Fue fundamental. Antes el que mataba a un oso llegaba al bar y le invitaban a tomar algo y además le arropaban con su silencio. Ahora tú matas un oso y tienes todas las probabilidades de que alguien del mismo pueblo te denuncie", señala Palomero.

El oso se consiguió establecer como una "especie bandera" en las zonas rurales donde tiene su hábitat, en las además empezó a generar recursos gracias al ecoturismo, cuenta Manuel Díaz Fernández, investigador de la Estación Biológica de Doñana, del CSIC, y autor del reciente estudio sobre la expansión de la especie.

Esa aceptación social es lo que lo diferencia, por ejemplo, del lobo, otra de las especies míticas de la fauna ibérica, y cuya conservación es más polémica -aunque también es otra historia de éxito-. En ello influyó además "que el oso causa menos daños al ganado", añade.

El tortuoso camino del oso del Pirineo hasta su salvación

Los osos de los Pirineos han sufrido un camino más tortuoso que sus congéneres del Cantábrico. En los 80 la población local, acorralada por la caza, las trampas y los envenenamientos, alcanzó un punto de no retorno, y en 2010 desaparecía el último ejemplar 100% autóctono, lo que suponía la extinción de la estirpe que Félix Rodríguez de la Fuente llamó "el titán del Pirineo".

"La causa fue la persecución humana", explica Ivan Afonso, técnico de Medio Ambiente del Conselh Generau d’Aran, y autor de varias investigaciones sobre esta especie. Una persecución que se hacía "por tierra mar y aire", expone gráficamente.

Para remediar esta situación límite, se llevaron a cabo repoblaciones con osos eslovenos. Una de ellas, en 2006, fue especialmente exitosa y permitió que la población se recuperara y creciera un 11% al año, una cifra similar a la del Cantábrico. A día de hoy en Pirineos hay entre 70 y 80 ejemplares, repartidos en dos núcleos que se han logrado reconectar: el central, repartido entre las comarcas catalanas de la Vall d’Aran y el Pallars Sobirà, Andorra y los departamentos franceses al otro lado de esta frontera, y el occidental, entre Huesca, Navarra y los Pirineos Atlánticos en Francia.

"El oso fue exterminado por los daños que hacía al ganado ovino extensivo", cuenta Palomero, para quien en esta zona "todavía queda mucho para alcanzar la aceptación social que hay en la cordillera Cantábrica". Para Afonso, en cambio, la diferencia de población actual entre las dos cordilleras se debe principalmente a que el punto de partida era peor en su zona, y no aprecia grandes divergencias entre la percepción social.

Las distintas administraciones a un lado y al otro de la frontera trabajan desde hace años para reducir los conflictos, especialmente con los pastores. Para ello se fomenta el uso de cercados eléctricos, que se agrupen cabras y ovejas de noche en el monte y la recuperación de especies autóctonas para cuidar del rebaño, como son mastín del Pirineo o el perro de montaña del Pirineo.

La clave no es cuántos osos quepan, sino cuántos somos capaces de tolerar como sociedad

Afonso señala que en los Pirineos hay hábitat y alimento suficiente para que siga creciendo la población, pero advierte que "la clave no es cuántos osos quepan, sino cuántos somos capaces de tolerar como sociedad".

Más interacciones con humanos: la otra cara de la expansión

Con una expansión hacia zonas más humanizadas, "es casi imposible que no se ven mayores interacciones" entre osos y humanos, asegura Díaz. En los últimos años se ha registrado un aumento de daños a la propiedad, especialmente a colmenas de abejas, aunque también a explotaciones agrícolas y ganaderas.

En algunos pueblos se han dado casos incluso de osos que se acercan a los pueblos a alimentarse, especialmente en la época de verano. Este plantígrado es un animal oportunista, que no duda en asaltar las basuras y los frutales si el alimento escasea en el monte. "Aunque el oso suele ser un animal esquivo y que evita la interacción directa con los humanos, sí que genera una alarma en la población", expone este científico del CSIC.

Para evitar que se acostumbren a la interacción con humanos, algo fundamental para evitar incidentes, se recurre a "medidas de aversión" en cuanto llega un oso a un núcleo de población. Los guardas acuden para tirar petardos o dispararles con pelotas de caucho: "Asustarles para decirles que eso es una mala idea", resume Palomero.

La Fundación Oso Pardo y las administraciones también forman a montañeros, recogedores de setas, cazadores y otros usuarios del monte para explicarles cómo actuar si se encuentran con un oso. También se han habilitado líneas de ayudas para apicultores o agricultores que hayan visto afectada su actividad por estos animales, y se ha potenciado el valor del oso para atraer turismo, como ha ocurrido en el Parque Natural de Somiedo, donde este animal ya es todo un imán para visitantes, en las Fuentes del Narcea, los dos en Asturias, o en el Alto Sil leonés.

Tenemos que cuidar como el mayor tesoro esta aceptación y apoyo social

"Estamos en la cordillera Cantábrica, llena de pueblecitos y de actividades, esto no es como Alaska. Tenemos que cuidar como el mayor tesoro esta aceptación y apoyo social", reivindica Palomero.

La amenaza latente del cambio climático

Aunque ha esquivado hasta el momento su desaparición, otras amenazas, como el cambio climático, se siguen cerniendo sobre el oso. Con temperaturas más altas, cada vez hibernan menos tiempo o incuso han dejado de hibernar en algunos casos, lo que provocará que haya más osos en el monte, y esto a su vez conllevará más interacciones con senderistas o cazadores.

Además, se incrementará el riesgo de incendios, y árboles de los que se alimentan los osos, como arándanos o hayas "lo van a tener más complicado" y se va a reducir su área de distribución. Sin embargo, otros como los robles mediterráneos o los castaños, "básicos para la alimentación otoñal" de los osos, sí que podrán prosperar, señala Palomero.

Para ello, se han puesto en marcha plantaciones de castaños, manzanos o cerezos en sitios más elevados de lo habitual, para que resistan mejor esta crisis y también para que el alimento esté más alejado de los pueblos.

Según Afonso, "la previsión es que haya menos hábitat, que este hábitat sea menos productivo y que pueda verse afectada la fructificación", de la que depende el alimento de este mamífero. El técnico medioambiental en la Vall d’Aran apunta, eso sí, que el oso es una especie "muy plástica", con capacidad de adaptarse a muchos terrenos distintos.

El oso pardo, cada vez más cerca de los pueblos debido al calentamiento global

La recuperación del oso, lecciones para conservar otras especies

El éxito del oso ha sobrepasado incluso las zonas protegidas que empezaron a crearse para proteger a la especie. "Estamos viendo que ahora mismo la población de osos ha incrementado con mucho el área de aplicación de los planes de recuperación", señala este científico del CSIC, que cree que estas herramientas de gestión son "poco dinámicas".

Este gran mamífero ha logrado entrar en el catálogo de especies paradigmáticas de la fauna ibérica que evitado los peores augurios sobre su supervivencia, como el lince, el águila imperial, el buitre, la cigüeña o el lobo. Para Palomero, de este caso con final feliz se pueden extraer valiosas lecciones para otras especies en peor situación, como el urogallo. El trabajo entre administraciones o la importancia de "trabajar con el territorio", afirma, son clave para mantener la gran riqueza natural de nuestro país.

El oso en Europa: amenazado en España e Italia y sin peligro en el norte

Fuera de nuestras fronteras, el oso pardo europeo (ursus arctos), uno de los carnívoros más grandes del mundo, se expande por Rusia, Escandinavia, los Cárpatos -en Rumanía está una de las poblaciones más abundantes, con unos 6.000 osos-, los Balcanes, los Alpes y los Apeninos. Las montañas italianas, donde apenas hay unas decenas de ejemplares, es donde este mamífero tiene mayores dificultades para sobrevivir, junto con los dos refugios ibéricos.