Las grietas de San Fernando de Henares: hogares rotos por las obras del metro
- Hay 600 viviendas afectadas y 50 derribadas o en vías de derribo
- Los vecinos piden que las indemnizaciones por sus viviendas se ajusten a los precios de mercado
- El domingo, a las 22.30 horas, en el Canal 24 horas y en RTVE Play
Vecinos a los que han derribado sus casas porque estas amenazaban ruina, otros desalojados preventivamente viviendo en aparthoteles, pisos de alquiler o con familiares, empresarios que han tenido que abandonar sus negocios porque estaban dentro de las zonas más afectadas, o tan cerca de ellas, que los clientes ni se acercaban. Poco a poco, más sanfernandinos duermen con miedo porque ven aparecer más grietas en sus casas. La incertidumbre de no saber por dónde avanzan los problemas en el subsuelo está haciendo mella en la salud y en la economía de todo el pueblo.
Más de 600 viviendas afectadas
La línea de metro 7B es la que comunica la localidad de San Fernando de Henares con Madrid. La Comunidad de Madrid quiso que el metro llegase hasta el Hospital del Henares, y para eso amplió la línea. En un primer momento, el trazado iba desde la estación de San Fernando hasta la de Hospital de Henares. Aunque pronto esto cambió, y se añadieron dos paradas, modificando la ruta que debía seguir el túnel del metro. Añadían así las paradas de Jarama y Henares.
Este cambio en el trazado inicial, no habría tenido mayor consecuencia si, al cabo de poco de realizarse las obras, no hubiesen comenzado a aparecer grietas en las viviendas de la zona. Según el alcalde, Francisco Javier Corpa, lo que en principio era un bien para la ciudad, ha acabado por convertirse en pesadilla: "Esa curvatura [del metro] que no estaba en el proyecto inicial es lo que ha provocado el problema en la ciudad".
Manuel Lombardero es el geólogo a quien el Ayuntamiento ha encargado el estudio del subsuelo a día de hoy. Explica que el subsuelo del municipio de San Fernando tiene diversas particularidades. Por un lado, la ciudad está bañada por el curso del río Jarama lo que hace del subsuelo una zona rica en corrientes subterráneas; por el otro, el subsuelo cuenta con algunas zonas con una importante cantidad de sales solubles.
A partir de ahí, y sumando a esos aspectos de la geografía del terreno, un estudio insuficiente a la hora de plantear el cambio en el trazado del túnel, y un sistema de trabajo inadecuado (utilizando una tuneladora en lugar de métodos más fiables para ir comprobando el terreno por el que se avanza), obtuvieron como resultado la filtración de agua en el subsuelo, deshaciendo las sales y provocando oquedades: "Al disolverse toda esa sal, el terreno asienta de forma irregular, y eso hace que se creen grietas verticales en las estructuras y las casas se arruinan".
Derribos y desalojos
El mal estado de algunos edificios provocó desalojos que se preveían temporales, aunque al final fueron definitivos. Los primeros inmuebles fueron derribados y con ellos, sus vecinos perdieron su hogar. Muchos se marcharon entonces a vivir a apartahoteles, pisos de alquiler o de familiares, mientras se les ofrecía una compensación definitiva.
Dolores y Alberto vivían en la conocida como “zona cero”. La encrucijada entre las calles Presa y Rafael Alberti. Dejaron sus pertenencias en casa pensando que podrían volver, pero lejos de eso, tan sólo les dieron media hora para sacar de allí lo que pudiesen. Con su vivienda ya demolida, hoy siguen viviendo en un aparthotel porque no están de acuerdo con la oferta económica que les hace la Comunidad de Madrid.
Lo mismo le ocurre a Nieves con la casa de su padre. Él vivía en el primer piso de un edificio, el primero en demolerse, en cuyos bajos ella regentaba una escuela de baile. Tampoco cree que la oferta encima de la mesa por la pérdida del inmueble sea suficiente. Y además, afirma que por el negocio, todavía no le han hecho ninguna propuesta de indemnización.
Consolidar el terreno y compensar a los afectados
Los técnicos encargados de poner solución a este problema trabajan en un área acotada donde se encuentran, por un lado, solares donde se derribaron las primeras viviendas, edificios en pie que deben demolerse (de propietarios privados, y el complejo de El Pilar que acogía diferentes entidades y servicios públicos), además de otros edificios con daños que continúan albergando en su interior a los vecinos, puesto que, según los técnicos, no peligra su estructura.
José Luis Sanz, subdirector general de concesiones, patrimonio y conservación, muestra cómo las máquinas abren agujeros e inyectan mortero para, ir "rellenando sin presión, para que el propio mortero se vaya acomodando en los huecos que vaya encontrando" y así, afianzar el terreno antes de proceder a los siguientes derribos.
Reconoce que si se inyectase de forma brusca, podría afectar a los edificios que quedan en pie. Para evitarlo, nos explica que "constantemente se está auscultando cualquier movimiento, no sólo en superficie, sino también en el túnel".
“Auscultamos cualquier movimiento en superficie y en el túnel“
Respecto al origen del problema, Fernando Díez, ingeniero y asesor geotécnico en la obra de la zona cero dice que los trabajos geotécnicos en su día se hicieron bien. Asegura que se realizaron suficientes catas en el terreno para comprobar cuál era su composición, pero que esta les sorprendió. Y que no era previsible que, en tan poco espacio, cambiase tanto la morfología del subsuelo: "Aquí se hizo un sondeo cada 250 metros, que está bastante bien para una línea de metro. ¿Por qué ha fallado? Porque había un terreno que nos ha superado. En ese punto hay yesos… y a 100 metros hay yesos y sales".
“Tenemos más de 600 viviendas afectadas“
Pero ni los vecinos ni el Ayuntamiento ven claro que este tipo de actuación lleve a una pronta solución. Según Corpa, lo que en principio era un bien para la ciudad, ha acabado por convertirse en pesadilla: "Al inicio de este mandato, cuando hicimos el censo, teníamos 60/70 viviendas afectadas. A día de hoy tenemos más de 600 viviendas afectadas en San Fernando. Por tanto, esas intervenciones que están haciendo, en lugar de contener el problema, la realidad es que lo están extendiendo.
Tampoco el geólogo del ayuntamiento ve claras las operaciones que se realizan: "Podemos hacer losas de mortero para evitar que haya más asientos, pero el paso del agua no lo vamos a evitar. Mientras se siga bombeando agua salada del pozo de bombeo, el problema no tiene solución".
En cada desalojo se ha tenido que decretar una situación de emergencia para dar una solución económica temporal a los vecinos que perdían su vivienda.
Las dificultades han ido apareciendo, caso a caso, al acabar los distintos períodos de emergencia sin haber podido regresar a sus casas, por lo que muchos vecinos han tenido que asumir gran parte de los gastos a cuenta de la previsible compensación que debían recibir de la Comunidad de Madrid. El director general de infraestructuras de transporte colectivo de la Comunidad de Madrid, Manuel Núñez, dice que "para poder indemnizar, el daño debe estar ya producido. Por tanto, en las 27 viviendas en las que se ha producido su demolición se ha producido una resolución convencional indemnizatoria".
Pero los vecinos las rechazan y las califican de insuficientes ya que, aunque se trata de importes por encima de lo que marca el catastro, no se corresponden con el precio de mercado que tenían los inmuebles. Respecto a los comerciantes que también han resultado perjudicados, todavía no se han aprobado las ayudas.
Las grietas se extienden y el ruido no cesa
Quienes viven con las máquinas trabajando a metros de sus casas se sienten desesperados. "Tengo a mi hijo estudiando en esta habitación. Al otro lado de la ventana las máquinas trabajan todo el día. Hemos salido corriendo varias veces por escapes de gas. Al final, no sabes qué va a pasar con tu casa", explica Raquel Ajo.
Muchos vecinos, en zonas cercanas, están viendo aparecer, día tras día, nuevas grietas en sus casas. No está claro si proceden de la erosión subterránea causada por el agua desde hace años, o si podrían relacionarse directamente con las obras que están teniendo lugar hoy. Las sospechas de los vecinos se centran en los trabajos de inyección de mortero.
“Nos tratan como cucarachas“
José Fernández-Tostado, denuncia desde su vivienda, en un sótano, cómo avanzan en su casa las grietas día a día, y cuenta cómo oye chirriar las paredes por las noches. Él y su esposa están, desesperados y enfermos, y acusa al gobierno autonómico: "Nos tratan como si fuéramos cucarachas".
Mar es peluquera, y su negocio quedó en pie, justo al lado del edificio derribado, en plena zona cero. Los clientes dejaron de acudir por miedo. Y se vio obligada a marcharse. Se fue al otro lado de la manzana donde están concentrándose las actuaciones ahora: el trajín de la maquinaria, las percusiones rompiendo el suelo, el ruido continuo y nuevas grietas sumadas a la falta de apoyo por parte de la administración de la Comunidad, suponen, "un maltrato continuo".
Organizados y en lucha
Por otro lado, en las calles adyacentes, en segunda o tercera línea a partir de la zona cero, también aparecen grietas. Los vecinos sospechan que el agua subterránea, empujada por las inyecciones de mortero, circula en una u otro sentido, provocando nuevos daños en zonas más alejadas.
Los perjudicados por esta situación de distintos grupos (sociales, empresariales, políticos y vecinales) se han unido en la Plataforma de Afectados por las obras de la línea 7B del Metro de Madrid. Alejandro Escribano es su portavoz y piden responsabilidades a la Comunidad de Madrid, al igual que también lo piden los afectados por los primeros derribos desde la asociación de vecinos Rafael Alberti-Presa, cuyo portavoz es Juan Antonio Fuentes.
Fuentes califica así las primeras ofertas hechas a los vecinos "son ínfimas, discriminatorias, escasas" y por eso han pedido a la comisión de peticiones del Parlamento Europeo, que intervenga en su lucha por conseguir una solución a esta situación.